A quién le importa Asia Bibi

por Mario José Pino (Especial para El Diario de Carlos Paz)
domingo, 11 de noviembre de 2018 · 19:55

Poca importancia le dio el mundo a la noticia sobre la liberación a medias de Asia Bibi, de la cárcel de mujeres de Multan, el pasado 8 de noviembre. Fue llevada por las autoridades policiales paquistaníes, bajo “custodia”, a un lugar desconocido. Las autoridades han prometido conceder una apelación a los líderes religiosos y manifestantes, desorbitados en su indignación porque no se ha matado a la cristiana blasfema. Fue encarcelada y condenada a muerte en primera instancia. con el estrépito de manifestaciones fundamentalistas bajo la orientación de algunos religiosos como el imán Qari Muhammad Salim, o el imán Yusef Qureshi, que ofreció una recompensa de unos cinco mil euros a quién la ejecute donde la encuentre.

Asia, como casi todos los católicos de la India y Paquistán, pertenecen a sectores humildes de una sociedad fragmentada por la división infranqueable de las castas religiosas y el fanatismo islámico. Su delito fue haber tomado agua en un jarro que encontró tirado en el suelo de un pozo público, acción con la que “contaminó” el líquido elemento ya que ella, en tanto cristiana “sucia y envenenada”, no podía beber, por sedienta que estuviera.

Durante sus 8 años de prisión las manifestaciones reclamando su muerte cobraron la vida, entre otros, del gobernador de Punjab, Salman Tassar y del Ministro de Minorias de Paquistán Shahba Bhatti, único ministro cristiano del gabinete, ambos por sus posiciones sobre la legislación sobre blasfemia. En ese tiempo, el fundamentalismo religioso islámico recrudeció.

Asia Bibi, fue castigada físicamente tanto fuera como dentro de la cárcel. Pero el policía bueno aparecía a menudo, a veces en la persona de algún imán o del propio juez que la condenaba, ofreciéndole la conmutación de la pena de muerte, a cambio de que abandonara su fe. Las agresiones también eran sicológicas sobre su propia fe atacando al propio Jesucristo por su condición de “bastardo”. Ella no cedió ni aún frente a la inminencia de la muerte.

La legislación vigente sobre la blasfemia en los últimos años ha afectado a más de 1500 personas de todo signo religioso, aunque básicamente se ha orientado hacia cristianos e induístas. El caso de Asia Bibí ha desplegado consideraciones políticas y religiosas. Políticamente, es importante destacar el compromiso de sectores y personalidades del propio mundo musulmán y del gobierno paquistaní, que advierten que esta legislación se ha convertido en un arma de chantaje de sectores fundamentalistas y personajes de poderes locales que solamente la defienden y utilizan para sostener sus propios privilegios religiosos, económicos o sociales.

Desde el punto de vista religioso, y más estrictamente del catolicismo, el testimonio del sufrimiento de Asia, que casi toca a las puertas del martirio, está sirviendo como un fuerte alimento para la fe de quienes sufren persecución y por su profesión espiritual. Su fortaleza se ha visto ponderada cuando trascendió –por su abogado- que fuera de la cárcel solamente alababa a Dios, agradecía a las autoridades y no guardaba rencor a quienes la castigaron de todas formas posibles.

Internacionalmente, la Unión Europea ha resaltado formalmente su beneplácito por la libertad de Asia, diversos gobiernos -Francia, Italia, Alemania- expresaron sus deseos de cobijarla, y diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos ratificaron su compromiso de lucha contra las leyes de blasfemia.

Frente a esta historia, la apostasía pregonada en ciertos círculos, parece un capricho demasiado infantil.

 

por Mario José Pino

(Especial para El Diario de Carlos Paz)

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