La historia de los carlospacenses que viven en un mundo de basura

Nuevos síndromes surgieron de la sociedad de consumo en la que estamos inmersos y en los últimos años, muchos vecinos de Villa Carlos Paz convirtieron su casa en un mundo de basura.
miércoles, 24 de enero de 2018 · 20:55

Carlos Paz. Una serie de nuevos trastornos y síndromes han surgido de la sociedad de consumo en la que estamos inmersos y durante los últimos años, una importante cantidad de vecinos de Carlos Paz comenzaron a convertir sus hogares en un mundo de basura. Algunos adormecidos por una profunda depresión, otros, víctimas de la falta de proyectos o sueños truncados, los acumuladores compulsivos se dedican a juntar cosas, cualquier cosa que encuentran. Desde latas de gaseosas hasta adornos navideños, revistas, diarios, botellas vacías, comida, lo que encuentren a su paso. La historia de los carlospacenses que viven recluidos entre sus «tesoros» de cartón, plástico y vidrio.

La acumulación compulsiva afecta a personas de cualquier sexo y edad y es conocida como el Síndrome de Diógenes, que lleva a los afectados al aislamiento, a descuidar su higiene personal y habitar en basurales. «Muchas personas hicieron de su vida una biblioteca de relaciones muertas, de historias acabadas, de amores inconclusos y vínculos rotos, de adioses no dichos o no oídos, de distancias infinitas con los hijos, los hermanos, los padres y hasta con los familiares fallecidos. Por desplazamiento psicológico, trasladan todo su sentir emocional, sus vínculos disueltos, sus vacíos y su envejecer en soledad, a animales desprotegidos y vagabundos, a cosas y objetos sin valor en sí mismos, pero con un valor emocional asociado a vacíos existenciales. Y acumulan tanta basura hasta quedar psicológicamente y físicamente sepultados"; destacó la psicóloga Fernanda Herrero.

Y es que los acumuladores compulsivos llegan a vivir en condiciones infrahumanas  recolectando basura y objetos diversos que llenan habitaciones, cocinas, baños y patios. «Los que padecen este desorden tienden a acumular cosas de forma patológica. También hay diferentes tipos y niveles de acumulación compulsiva y los síntomas de los que padecen este desorden, son evidentes porque comienzan a juntar y guardar objetos que no necesitan hasta que llenan su casa de forma que ni siquiera pueden caminar por ella»; agregó la profesional. Algunos desarrollan lo que se conoce en la psiquiatría como disposofobia o el miedo de perder los objetos que han acumulado en su vida.

Una investigación de El Diario permitió conocer tres casos de vecinos de Carlos Paz que padecen el síndrome y para preservar sus identidades, se publicarán sus historias con nombres de fantasía.


Caso I: El hotelero solitario

Juan Carlos falleció hace algunos años y fue un reconocido empresario de la ciudad. Provenía de una familia humilde que se constituyó como pionera de la hotelería carlospacense y logró un buen pasar económico a fuerza de trabajo y esfuerzo. Nunca tuvo amigos y tenía un dormitorio donde se dedicaba a juntar televisores descompuestos, sillas rotas, ollas y sartenes deterioradas, toallas que habían sido descartadas del hotel y más de 400 objetos entre los cuales había baldes partidos, palos de escobas, cientos de lapiceras en desuso, 250 pares de zapatos rotos y 100 desodorantes.

Su sobrino dialogó con este medio y contó: «Cenaba solo y su comida preferida era una polenta con leche, se bañaba dos veces a la semana y su único amigo era un ex intendente de la ciudad. A su dormitorio, solo entraba el personal de limpieza con la directiva de no tocar nada más que la cama. Las cosas acumuladas llenaban su habitación, sólo quedaba un pasillo que servía para llegar hasta su cama. Murió en su dormitorio rodeado de cosas que nunca necesito y que jamás tiró».


Caso II: El cementerio de recuerdos

Analía vive hace 47 años en el barrio Miguel Muñoz A. Su esposo sufrió un accidente y estuvo postrado por más de tres décadas y al tiempo, otro siniestro acabó con la vida de uno de sus hijos. La depresión la llevó a juntar las cajas de pizza que llegaban a su casa y lo mismo hacía con las bandejas que le dejaban los deliverys. Todas las semanas, compraba y juntaba sobres de jugos deshidratados y cuando reunía una veintena de ellos, los encintaba y los almacenaba en cajas.

Lo primero que ocupó de su hogar, fue uno de los dormitorios desocupados; siguió luego por el lavadero y su propio dormitorio, hasta que llegó al living. Con la casa totalmente inundada de basura, decidió trasladarse al patio. En su hogar, abundan las cubiertas de autos, retazos de planchas de tergopor, cartones, bolsas con cuerinas, bolsas con cientos de tapitas de plástico, pilas de botellas vacías, cuadros de bicicletas y hasta los restos de los carritos para transportar bebés.


Caso III: La amante de los perros

Otra mujer que padece el Síndrome de Diógenes habita en una casa del barrio Los Manantiales junto a una docena de perros callejeros a quienes alimenta de la basura que recoge de las calles de Carlos Paz. Lo que no comen los perros, lo guarda en su hogar y un olor nauseabundo inunda todo el lugar, provocando las quejas de sus vecinos. «En la casa tiene cosas insólitas acumuladas desde heladeras, cocinas y todo lo que te puedas imaginar. Sale a caminar y revisa los tachos de basura antes que pase el camión recolector. En la casa, ya prácticamente no tiene lugar y como el patio es grande, sigue acumulando basura ahí. La verdad que sale un olor insoportable»; relató un vecino.

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