El paraíso de Carlos Paz que habitaban los comechingones

El legado ancestral de los pueblos originarios, sus enclaves en la ciudad y las huellas que dejaron en las sierras y el río San Antonio.
jueves, 20 de septiembre de 2018 · 18:29

Carlos Paz. El pueblo comechingón habitó las sierras mucho antes de la llegada de los conquistadores y dejó su huella en la ciudad de Carlos Paz y en el enclave que conocían como Quisquisacate, unión o junta de ríos. A partir del análisis de los elementos encontrados en los morteros de La Quinta, El Fantasio y Tala Huasi, se reveló que los asentamientos de toda la región muestran una historia de ocupación y abandono. Las encomiendas españolas fueron minando a los pueblos originarios, quienes dejaron en la zona un fuerte legado artístico y cultural.

El valle estuvo habitado por varias etnias. Primero llegaron los sanavirones, quienes ocupaban una comarca que se extendía desde Icho Cruz hasta Alta Gracia, La Calera y Falda del Carmen.  Éstos fueron aliados de Halon Tuspi contra los Camiare y provenían de Anisacate, un importante centro productivo y religioso. Halon Tuspi se había mudado poco antes de la fundación de Córdoba desde su asiento en el sur de Punilla hasta la cabecera del río Panaholma (en el Valle de Traslasierra).

La avanzada sobre el barrio Alberdi, en Córdoba, empujó a casi trescientos originarios abandonar sus hogares el 24 de diciembre de 1574 por orden del teniente general de la gobernación, Lorenzo Suárez de Figueroa, quien los entregó en encomienda para criar mulas que partirían hacia el Alto Perú.  Una gran parte del denominado “Pueblito de la Toma” fue trasladada a la confluencia del arroyo Los Chorrillos y el entonces río San Roque, en donde fundaron las nuevas comunidades. Sin embargo,  la falta de tierras para cultivo y medios de supervivencia, obligaron a los originarios a trabajar para los invasores. Tohaen y Mainsacat estaban en la provincia de Camin Cosquin, sobre las tierras en donde luego se erigirían las comunas de Bialet Massé y Santa María, y el pueblo de Carlos Paz, bajo el control del capitán Francisco Velásquez y de Luis de Abreu de Albornoz. La región se encontraba sumamente poblada hasta que Juan de Mitre produjo una salvaje masacre.

Los últimos originarios se convirtieron en peones y trabajaron en la estancia Santa Leocadia y la estancia San Roque, mientras que otros habitaban una aldea cercana. Cuando en 1891, se hizo el dique, los indios tuvieron que mudarse y sus tierras fueron cubiertas para siempre por las aguas.

Una importante cantidad de morteros existen en Colinas y Cabalango, y datan del año 1573. Estos asentamientos formaban parte de los dominios de un cacique mayor, que gobernaba las regiones de Yacayasacat, Calachasat, Mainsacat y Camin Cosquin. Las rocas talladas que se encontraron en la zona, dan cuenta de un uso distinto de los recipientes y con fines mayoritariamente religiosos.

Asimismo, en las márgenes del río San Antonio (en el barrio Sol y Río) se hallaron morteros y conanas de un gran valor  cultural que se encuentran enmarcados en un verdadero paraíso. Este espacio habría sido parte de un centro de molienda que se extendía a lo largo del cauce y sobre las dos márgenes, complementado con los restos arqueológicos encontrados en el Parque La Quinta.

En una entrevista concedida a El Diario hace algún tiempo atrás, el arqueólogo Sebastián Pastor (quien integra el CONICET y trabaja en el Museo Numba Charava) señaló: «Venimos realizando tareas hace varios años y lo cierto es que hay en muchos lugares utilizados actualmente como balnearios para turistas y residentes que muestran una ocupación antigua. Creemos que estos espacios deben integrarse a la oferta turística de la ciudad como un todo. En este caso puntual, nos interesamos por un sitio que es el más grande que está ubicado sobre el río San Antonio».


FOTOS: Inés Martínez, Juan Carlos Paesani y Archivo El Diario de Carlos Paz

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