Historias del Festival de Cosquín
Poco antes de la tercera edición del Festival, había mucha euforia en el pueblo. La Comisión había solicitado el espacio de la plaza Próspero Molina, que daba a la iglesia y a la Policía, como sede definitiva del Festival, y la idea, sugerida por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba, entusiasmaba a muchos.
Pero la cosa no era sencilla, pues la intendencia no quería ceder la plaza publica y demoraba la decisión. Cuenta Santos Sarmiento en su memoria que, en octubre de 1962, en la esquina de Buenos Aires y Mallín, se realizó una gran peña que derivó en una asamblea del pueblo.
Cuando el locutor anunció la negativa municipal, sobrevino un gran abucheo. El locutor redobló la apuesta: “La Plaza Próspero Molina no es propiedad de la Municipalidad, solo la administra. La Plaza es del pueblo y el pueblo la debe usar, debe tomarla”. Se propuso entonces que al día siguiente la gente llevara material de construcción a la plaza, y así aparecieron sobre los canteros, ladrillos, cal, piedras. La decisión del pueblo resultó irreversible.
Fragmento del libro "Había que cantar... Una Historia del Festival Nacional de Folklore de Cosquín" de Giordano Santiago y Mareco Alejandro