Lo que Jorge Antonio decía de López Rega e Isabel Perón

 Por  Vidal Mario

(Escritor e Historiador)

 

Excelente el hallazgo de la viuda de José López Rega en San Lorenzo (Paraguay), y excelente la entrevista que le efectuó un periodista de Infobae.

La mujer, rechazando todas las acusaciones contra “El Brujo” dijo que éste fue “un hombre bueno”, que no creó la Triple A, y que los únicos defectos de su marido fueron ser “demasiado argentino, demasiado peronista, y demasiado patriota”.

Las declaraciones de María Elena Cisneros viuda de López Rega distan mucho de estas otras que en el 2007 me hizo Jorge Antonio sobre el ex ministro de Bienestar Social e Isabel Perón, en entrevista concretada en su departamento de Buenos Aires:

 

¿Cómo fue que se involucró Perón con ese notorio delincuente internacional que fue Liccio Gelly, titular de la logia masónica P2?.

 

Liccio Gelli entró en la vida de Perón cuando éste lo mandó a López Rega a hacer unos trámites en la embajada paraguaya de Italia. López Rega era sirviente de Perón, pero como masón tenía una jerarquía superior incluso a la del almirante Massera. El objeto de este trámite era actualizar el pasaporte paraguayo del General, que figuraba a nombre de Juan Sosa. Lo de este nombre es algo que pocos saben. En 1955, Stroessner le dio a Perón un pasaporte a nombre de Juan Sosa y con ese documento viajó a todas partes durante su peregrinar por el exilio. Stroessner le hizo una ayuda muy grande a Perón también en lo que hace a su documentación.

 

Pero, ¿cómo se relacionó con él?

 

Estando en Roma, José López Rega invitó a Liccio Gelli a verlo a Perón en Madrid. El primer contacto se produjo en 1971 en “Puerta de Hierro”. En esa oportunidad Gelli le preguntó a Perón: “General, ¿usted quiere recuperar el cadáver de su esposa?”. Era una cosa que Perón venía buscando desde hacía dieciocho años. Acostumbrado a que le pidieran o le ofrecieran cosas, el Jefe simplemente respondió: “Bueno, si usted puede hacer algo”. La verdad es que no creía mucho que el italiano pudiera hacer algo. Pero a la semana el otro estaba de vuelta con el cuerpo durante tantos años buscado. El cadáver de Evita fue la tarjeta de presentación de Liccio Gelli ante Perón. Así entró en su círculo íntimo y en su confianza. Poca gente sabe, además, que Liccio Gelli fue el artífice del retorno de Perón a la Argentina.

 

¿Cómo fue eso?

 

Después de recuperar y devolverle el cadáver de Eva, de nuevo Gelli le preguntó: “General, ¿quiere usted volver a la Argentina y recuperar el poder?”. Perón, que ahora ya cree que ese tipo es realmente capaz de hacer cualquier cosa, le dice que sí. ¿Por qué fue a hacerle Gelli ese ofrecimiento?. Porque por sus contactos ya sabía que la CIA quería y apoyaba el regreso de Perón. A los norteamericanos ya se les estaba armando el gran problema de las guerrillas en los distintos países del Cono Sur y suponían que, en lo que respecta a Argentina, Perón era el único que podía frenar la escalada terrorista. Gelli hizo esa propuesta porque ya tenía el guiño de la CIA; ya sabía que era posible. Así fue como Lanusse, quien había declarado que Perón no regresaba al país “porque no le daba el cuero” comenzó a enviar emisarios a Perón para negociar el operativo retorno. Lo hizo porque empezó a recibir presión de los Estados Unidos para que así lo hiciera.

 

Nadie hace nada por nada, de modo que ¿qué obtuvo Liccio Gelli a cambio de todo eso?

 

Cuando Perón llegó a la Presidencia lo condecoró con la Orden de San Martín y lo designó para algo así como representante económico de su gobierno en la embajada argentina en Roma. Un cargo honorario que el propio Gelli le había pedido. Fue un cargo creado para él, porque no existía en la estructura de la cancillería. Perón cayó en una trampa que lo perseguiría incluso después de su muerte. Le aseguro que no fue casualidad que le hayan cortado las manos.

 

¿De qué se trató esa trampa?

 

En realidad ese cargo ad honorem no era lo que le interesaba a Liccio Gelli. Respecto de aquellos favores él tenía otro precio mucho más alto, que ya había arreglado con López Rega. Éste le había dicho que Perón había aceptado. Pero Perón ignoraba todo porque “El Brujo” jamás le habló del tema. Era una atribución que él se había tomado por sí solo. ¿Cuál había sido ese precio?. Que cuando Perón llegara a la Presidencia, Giulio Andreotti y Liccio Gelli tendrían el control del comercio exterior argentino. Ese Andreotti es el mismo que después sería varias veces presidente de Italia y terminaría preso, acusado de corrupción. Cuando Perón, ya Presidente, se enteró por boca del propio López Rega de esa pretensión, que ahora ya no era un pedido sino una exigencia, pegó el grito en el cielo. Una cosa era darle una medalla y un cargo protocolar. De ahí a entregarle el control del comercio exterior argentino ya había un abismo. Sería un acto de traición a la patria. “Yo con esto no voy a comulgar”, dijo. Desde ese día lo dejó a un costado a Liccio Gelli.

 

¿Cree que fue por eso que años después profanaron el cadáver de Perón?

 

Si, cortarle las manos a Perón fue una típica venganza mafiosa que fue impune y profesionalmente hecha. El corte de mano es un acto de sello mafioso, un típico rito mafioso. ¿Por qué hace un jefe mafioso una cosa así, cuando ya todo había pasado y ya todo debería ser historia?. Porque si no, no le respetan los otros. Es una demostración de poder que deben hacer los mafiosos para conservar el respeto de los otros. Es la forma de ser de ellos, del mundo de ellos.

 

Si el que engañó a Liccio Gelli y a Perón fue López Rega, ¿por qué no hubo una represalia mafiosa contra él?.

 

¿Y quién cree que entregó a López Rega para que lo capture la policía norteamericana?. Fue Liccio Gelli, a quien después de 1976 encontramos colaborando con el Proceso de Reorganización Nacional. Como en la época peronista y como si nada hubiera cambiado, Gelli continuó en la embajada argentina en Roma. Durante la última dictadura militar, la Cancillería estaba en manos de la Marina, el jefe de la Marina era el almirante Eduardo Emilio Massera y éste, igual que López Rega, era uno de los hombres prominentes de la P2 en nuestro país. El jefe de la P2 argentina era el “Negro” de la Plaza, a quien Perón nombró embajador en Uruguay en 1973.

 

¿Por qué usted odiaba a López Rega?

 

Porque era un degenerado, una mala persona. En Madrid vendía un tónico para rejuvenecer con la foto de Perón en el frasco. La etiqueta decía: “Lo usó él”. No tenía escrúpulos. A los sindicalistas que iban a ver al General les cobraba dinero para hacerlos pasar. Empezó juntando la orina de Perón y terminó manejando su vida. Cuando Perón ya estaba en la Presidencia me mandó un mensaje con su médico Flores Tascón en el cual me decía: “López Rega ha enloquecido porque no hace más que crearme problemas”. También me encargó que le cuide bien las cartas de Eva. Esto último porque él me había dejado algunas notas que le había mandado Eva en los últimos días de su vida, cuando ya estaba carcomida por el cáncer. La cuestión es que años después Perón también tenía un cáncer que se llamaba López Rega.

 

¿Qué sabe de sus inclinaciones hacia el ocultismo?

 

Él se hacía llamar “Hermano Daniel”. Un día fue a mi oficina a llevarme un libro sobre ocultismo que había escrito. Aprovechó la ocasión para decirme que desde ese día en adelante íbamos a ser tres los que íbamos a manejar la agenda de Perón: Isabel, él y yo. Hasta ese momento todo eso estaba a mi cargo. Me habló en tono de orden. Le tiré el libro por la cabeza con tanta fuerza que se desarmó en dos. Mi secretario recogió después los pedazos. No hace mucho un hijo mío que fue a Madrid, a una casa que tenemos en las sierras, encontró ese libro y me lo trajo. Lo tengo por ahí. Tiene una dedicatoria que dice: “Al amigo Jorge Antonio, con todo afecto. José López Rega”.

 

¿Vino usted para el sepelio de Perón?

 

Vine, pero tuve que regresar rápidamente, casi como huyendo a España. Francisco Franco mandó a su ministro de Guerra al funeral y éste me invitó a que me sumara a la delegación española. En cuanto llegamos fuimos al Congreso, donde estaba el féretro. El jefe de la Policía Federal, comisario Margaride, se me acercó y me preguntó si me iba a quedar en el país. Le pregunté la razón de su pregunta. “Porque tiene poderosos enemigos acá y no puedo protegerlo”, me respondió. Se refería a López Rega, cuya enemistad conmigo era pública y notoria. Su siniestra Triple A me tenía en la mira. Le agradecí a Margaride y le dije que no se hiciera problemas, que me iría en seguida. Regresé a Madrid ese mismo día porque estaba marcado por la Triple A, que era lo mismo que decir marcado por José López Rega, un enfermo psiquiátrico a quien lo único que le interesaba era matar opositores o supuestos opositores y robar los fondos del Ministerio de Bienestar Social.

 

¿Cómo calificaría la relación Isabel-Perón?. ¿Igual que Eva-Perón?.

 

La verdad es que él no le tenía mucho afecto a Isabel. Ella era otra mala persona. Creía en todas esas cosas de las ciencias ocultas y por esa vía López Rega la controlaba a su antojo. Ella terminó siendo egoísta con los amigos y con la gente. Terminó fallándole a todo el mundo.

 

 

 

 

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