Sociedad y justicia-un matrimonio mal avenido que se reconcilia

Por Carlos Nayi

(Abogado-Escribano) Especial para El Diario

En los últimos años, el vínculo que relaciona a la sociedad argentina con la Justicia tiene todas las características de un matrimonio mal avenido. Frente al crimen aberrante, al estafador consuetudinario, al mostacero, al descuidista, al perpetrador compulsivo, la respuesta que se brinda a la sociedad lejos está de conformar al hombre de a pie, generando un sentimiento de desconcierto y desolación respecto a la forma en que se administra justicia y el modo en que se aplica el derecho en el caso concreto.

A todo esto debemos agregar que se necesita un cambio de paradigma en lo que hace al régimen procesal penal vigente en la República argentina, donde la liturgia judicial exhibe procesos que se construyen al ritmo de un minué barroco, exhibiendo movimientos lentos y parsimoniosos. La lentitud asegura una mala calidad  en las decisiones y garantiza el olvido, escenario donde termina consagrándose la impunidad. En este contexto, el teorema inevitablemente se invierte y la Justicia se volatiliza. Hace pocos días un virtuoso, un pensador, destacado periodista y escritor Mempo Giardinelli decía "La necesidad de una reforma constitucional profunda y popular de la que resulte una nueva Constitución Nacional y una reforma judicial absoluta, tendiente a sustituir el corrompido e incorregible Poder Judicial vigente por un sistema de justicia transparente y ágil al servicio de la Nación".

Sin lugar a dudas una vez más la Justicia Argentina, último bastión que asegura una convivencia civilizada ha sido injustamente agraviada, innecesariamente insultada. No es necesario efectuar mayores esfuerzos intelectivos para concluir que el sistema judicial argentino ha atravesado y sigue transitando por una crisis profunda de credibilidad, sin embargo se trabaja con denuedo en procura de corregir errores, empresa en la que todos debemos comprometernos en aras de   construir un diseño judicial distinto, más ágil, más puro, más creíble. Enrolarnos en una posición distinta implica asumir peligrosamente el riesgo de volver a lo primitivo, a lo arcaico, a la barbarie. Es necesario honrar la perspectiva conocida como realismo jurídico, para la cual el derecho es socialmente útil en la medida en que esté involucrada la moral colectiva, y es precisamente la moral colectiva la que está demandando una Justicia comprometida, independiente y con capacidad de ofrecer una respuesta en tiempo real.  

En lo que respecta al Código Penal, una importante contribución para arribar al objetivo deseado se ha verificado. Más de novecientas modificaciones  han alcanzado al Código Penal de la Nación, que tiene más de cien años de vida, demostrando que en manera alguna es refractario sino que se va actualizando a la medida de una sociedad que necesita nuevas respuestas . A manera de ejemplo solamente podemos mencionar a un flagelo que no solamente viola las leyes de una nación, sino que ofende a Dios y compromete el futuro de una república. Ese monstruo es precisamente la corrupción que hoy se muestra en un proceso de industrialización. Es  la mismísima Constitución Nacional la que explica a través del art. 75 inc. 22 y 36 que este monstruo  constituye un atentado contra el orden democrático, es decir la otra cara del golpe de estado y es precisamente auspiciosa la incorporación en el actual anteproyecto de reforma  de un aumento sustancial de las escalas penales para los delitos de cohecho, soborno transaccional y enriquecimiento ilícito, con escalas  que van desde los cuatro a los doce años de prisión, por cierto entre otras tantas incorporaciones de gran valor que auspician un formidable diseño en materia de respuesta punitiva. En definitiva en el horizonte se avisora la mejor y más poderosa respuesta para acompañar a una sociedad que se encuentra sedienta de justicia, aspirando a lograr previsibilidad, equidad, igualdad y seguridad.   
 

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