Me niego a despedirme

Queda su latir en la memoria, su Fe y su inquebrantable defensa de la chaqueñeidad.

Fernández, un hombre de oficio que llevaba tinta en su sangre
Fernández, un hombre de oficio que llevaba tinta en su sangre. Foto: diario Norte
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Por Pedro Jorge Solans

 

Aún no lo puedo creer. La insistencia de Rubén Moreno me alertó. Salí rápido para devolver la llamada telefónica.

No quise pensar en lo peor.

Pero mi corazón me daba la certeza y se me anudaba la garganta.

¡Miguel!  Era Miguel.

Como siempre no encontré palabras, lloré como lloran los huérfanos, los que saben de soledades, de desarraigos en las duras calles de una vida que no da tregua.

Se fue un 30 de noviembre, aniversario de la ciudad que me vio nacer, Quitilipi. Pensé en las casualidades. Después me pregunté si me quiso decir algo más con su silenciosa partida, sin molestar a nadie, respetando los tiempos. Se fue como lo hizo la Madre Tránsito o el cura Brochero.

No lo vi, porque me niego a despedirme. Pero los ángeles dicen que se fue abrazado a un capullo de algodón, galopando sobre un mapa del Chaco que brincaba con una Fe inquebrantable. Llevaba una máquina de escribir.

Recuerdo que nos encontró el azar de Dios amasando el mismo oficio, y no tuve más tiempo que escuchar con gusto su pasión por nuestra patria chica.  

Solo nos queda su latir en la memoria.

Se fue un emblema del oficio. Un férreo defensor y difusor de nuestra chaqueñeidad y de nuestra Fe.

Se fue un tiempista de las noticias y de los intereses de la comunidad chaqueña.

Se lo va a extrañar a ese interlocutor que todo comprendía, que todo trataba de componer, y que miraba el horizonte con nuestros ojos, y lo describía con idioma propio.

Amigo siempre estarás. Hoy me niego a despedirte. Gracias por tu amistad.