Tanto para tan pocos....

Por Néstor Pérez
miércoles, 11 de marzo de 2020 · 10:10

Por Néstor Pérez

Escritor/ Periodista

Se cumplen 200 años de la muerte del fisiócrata llamado a empuñar las armas como General en procura de romper cadenas con España. No lo recordaríamos sin el expediente de una crisis rocosa como la miseria misma, sin la alarma que cunde en cada variable de la economía. O quizás sí, lo evocaríamos pensando que nos sobran méritos para reconocernos igual de patriotas que Manuel, vaya a saber…lo cierto es que dos siglos más tarde de su partida pensar en su legado sigue siendo imprescindible. Acomodando su enseñanza a estos tiempos aún virulentos, menos en política que en el reparto de lo poco que hay, convengamos, el cronista piensa en lo poco que aprendimos; escuchemos a Belgrano: “La agricultura es el verdadero destino del hombre. En el principio de todos los pueblos del mundo cada individuo cultivaba una porción de tierra, y aquellos han sido poderosos sanos, ricos, sabios y felices, mientras conservaron la noble simplicidad de costumbres que procede de una vida siempre ocupada, que en verdad preserva de todos los vicios y males. Ya es preciso que despertemos de este letargo, que discurramos y meditemos en el arte más soberano del mundo, en la agricultura. Ella ha de ser la que nos ha de proporcionar todas nuestras comodidades, la población se aumentará, las riquezas se repartirán y la patria será feliz”. Pobre Manuel…se repartirían, pensaba…

Durante los años en que los gerentes de las compañías líderes gestionaban la cosa pública en nuestro país, el presidente repetía la falacia de que la nación es como una familia. Lejos estaba aquella afirmación de ser verdad, tanto como decir que al capital le preocupa el destino común de una tierra como la nuestra. En una familia de las que estructuran la sociedad no se brega por la distribución, no hay contradicciones de intereses; tamaña diferencia convierte al oficio de gobernar en un desafío inmenso y agobiante, no importa si se lo hace para apañar negocios de amigos o con impronta popular.
De nuevo la disputa política viste ropajes antiguos, no me atrevería a decir “de campo” sin sopesar el carácter polisémico de tamaña expresión; lo que queda claro es que se trata de la reedición de un largo litigio que ocupa un espacio temporal demasiado extenso, como que atraviesa la colonia, las luchas intestinas por la organización nacional, la Conquista del Desierto Roquista y la 125 del Kirchnerismo. Y ahí volvemos a desplegar la noción de nación - familia, porque naturalmente en la nación se gana y se pierde, el que gana quiere más, el que pierde busca reivindicación por medio de la lucha y mucho menos por el consenso. Eso hacen los que desde el lunes espolean a los medios con su cierre patronal (lockout), buscan auspicio social para ensombrecer su mirada sobre el gobierno y, al mismo tiempo, para sacar tajada de la carga tributaria. Son 1480 productores, un cuarto de los mal llamados “chacareros”. En ellos se cifra este aporte impositivo para acomodar los números de una administración sin recursos para pagar deuda, sin chances de financiarse y menos de que lo haga el Banco Central, a punto de cerrar el grifo que la conecta con la rosada.
Esos que explotan más de mil toneladas al año, podrían ser los mismos que denuncian Giardinelli y Peretti en su libro “La Argentina agropecuaria” por concentrar el 48 por ciento de la tierra cultivable; algo así como 6 mil familias y sociedades, muchas extranjeras por decisión de gobiernos como el peronista de Carlos Menem cuando autorizó la venta de 8 millones de hectáreas, extremando los recursos oficiales toda vez que el 20 por ciento de esa tierra estaba protegida por ubicarse en zona fronteriza. Cuando el gobierno es liberal, al capitalismo no le importa que bandera se eleva en su sede “partidaria”, ubicando en su punto exacto la sentencia Roosveltiana de: “Somoza es un hijo de puta…pero es nuestro hijo de puta”.

Para corroer las chances de un gobierno popular se dicen cosas hoy como se las dijo siempre que accedió al poder la base social cuya punta sigue siendo la oligarquía de la pampa húmeda. Vamos al fondo de la historia, que se obstina en darnos lección…Matías Sánchez Sorondo en Diputados durante los últimos tiempos de Yrigoyen: “El sociólogo que estudie esta época de nuestra historia no se explicará como un pueblo grande, noble y culto, en un momento dado, renegó de su tradición, olvidó su pasado, traicionó su cultura y, convertido no sé si en aduar o toldería, se entregó a la férula de un cacique”…Qué diario sino La Nación escribiría el obituario elogioso de tan notable ariete conservador.

Cuando el grito se eleva desde ese territorio fecundo de la riqueza privada, es tiempo de revisar lo que siempre sucedió en aras de una asimetría tan mal resuelta por la democracia; muchos con poco, tan pocos con tanto. Porque, vamos de nuevo, la democracia se trata justamente de eso, nadie se sale tan enteramente con la suya, como de nuevo pretenden los privilegiados dueño de la tierra.
 

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