Alborada, entre el espanto y la ilusión

Por Néstor Pérez. (Escritor y periodista)

Por Néstor Pérez

(Escritor y periodista)

 

El otro hoy no es la patria sino una amenaza. El otro no es el espejo en donde nos reconocemos socios de una sola y única raza en este mundo sacudido, el ser humano que nos conmueve con su arte, el que estalla de heroísmo despejando al tirano, el que deja el cuero en cada frente donde se dispute una idea…El otro, hoy no es ese.

 

En esta agónica hora, el otro es el que puede terminar con esas convenciones que nos organizan la vida, simples gestos cotidianos, levantarse, saludar, marchar a las obligaciones… Son convenciones, sí; pero aún son más que eso, como que de esas pautas nos servimos para recrear una y otra vez el significado de la vida misma.

Capitulaciones en tiempos de post verdades?...Tal vez, pero no por eso menos apetecibles.

Hemos escuchado y leído perspectivas tan vulgares como legítimas que informan de una sociedad vaciada de principios solidarios; hostil con lo común, más renuente a honrar a los constructores de identidades colectivas que a saludar al exitoso, o al pillo. La valoración de la imagen propia, consagrada obsenamente por el menemismo y sus socios culturales; el creernos que "la historia no nos merece" - idea que nos atraviesa a los argentinos en todas la épocas -, pueden ahora dar paso a una sustancia crítica que leude virtuosamente, aunque sea al calor del miedo, el miedo a perdernos en la alborada de la que nada sabemos.

Ese estado de zozobra a lo largo y ancho del globo hoy nos abofetea con descaro; pero una vez más, nos brinda una chance, la simiente de una bravuconada: la de discutirle al capitalismo su prevalencia en términos absolutos. Porque hoy el
mundo occidental, los países industrializados, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (el núcleo del reactor superestructural) perdedores y ganadores de la Segunda Gran Guerra (EEUU, Alemania, Gran Bretaña, Italia) son los que también
ponen hoy los muertos, y vislumbran el colapso de sus economías.

"La pandemia trae consigo la tercera y la mayor crisis económica, financiera y social del siglo XXI tras el 11-S y la crisis financiera
mundial de 2008" Cuando se cifran el daño y se consignan los hechos como aquí lo hace José Gurría, Secretario General de la OCDE, también conocido como el "Club de lo países ricos", podríamos suponer que la atmósfera de negocios se está viciando de gas letal. Escuchemos más, "frena la producción, golpea a las cadenas de suministro mundial y simultáneamente contraerá pronunciadamente el consumo y desplomará la confianza". Por esta descripción es que cobra fuerza el clamor por un rescate como el 1947 para que Europa Occidental renaciera al influjo de 13 mil M de dólares.

 

Este entramado de negocios globales que aplasta las convicciones políticas de tantos, que se sirve de lo común para engordar lo propio, es el eje sobre el que se desenvuelve también la honda tragedia del planeta.
De los 7000 mil millones de sujetos que lo habitamos. Los que estamos siendo fulminados por este microorganismo indetenible. Planeta que, dicho sea como al pasar, también es Irán, que con su "aporte" de fallecidos se ubica ahora en el cuarto lugar de los países más afectados. En esa tierra ignorada por los portales informativos occidentales, la vida de tantos pobres depende de un perturbado hombre rico al mando de una país que cruje. Aún si el FMI accediera al crédito de 5000 mi M de dólares solicitado por la República Islámica, si Washington no levanta las sanciones impuestas en 2018 el pueblo iraní seguirá sumando muertos.


Hay un mundo por venir del que solo sabemos nos contará entre sus habitantes sin las vidas que se lleve esta peste. El cronista supone que cuando todo acabe emergerá un Estado fortalecido por la voluntad política de algunos de sus gobiernos - el argentino, naturalmente, y su veloz lectura de un tiempo pedregoso -, en acudir con presteza en ayuda también de quienes les clavan
alfileres cada día. Será extenuante argumentar a favor de lo hecho siguiendo el manual de la ortodoxia cuando en esta hora desesperada sus intérpretes vacilan, quieren cerrar los ojos y no ver. Mejor sería que reconocieran el daño causado por los ajustes fiscales y las garantías con las que obsequiaron al capital improductivo. La falta de camas en todo el mundo industrializado es el reverso de sus propias proposiciones.


Se conocen ya ensayos que dan cuenta de conexiones cruzadas entre los pueblos, superando la vocación de sus líderes, en favor de un planeta más solidario; es probable, necesario y habrá que avivar ese fuego desde el lugar que cada uno ocupe. Podemos ir hacia esa instancia histórica futura con la conciencia despejada de viejas interpretaciones, a tenor de la derrota de un sistema de
representaciones del mundo, que pretendió modelar y conducir para siempre el vehículo del desarrollo humano. O desconocer este estremecimiento planetario y ofrecerle al verdugo otra vez la cabeza de la víctima mil veces cercenada.

 

 

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