Divisorias y riesgos digitales en la pandemia actual

miércoles, 22 de abril de 2020 · 18:44

François Soulard

(ALAI am)

 

 

El virus SARS-CoV-2 pone en jaque a la débil arquitectura global y evidencia la importancia de lo social. La movilidad humana, la propagación viral y las vulnerabilidades son tres fuerzas claves, operando más rápidamente que lo político y lo cultural. Los ecosistemas de información y comunicación electrónica se entrelazan íntimamente con esta conmoción. ¿Qué papel estos últimos están jugando?

 

Primero, las redes de comunicación digital van cumpliendo una función mucho más resiliente que otras infraestructuras, entre ellas las de salud, no preparadas para semejante presión sanitaria y no rápidamente escalables. De algún modo, el costo de entrada, la apertura y la flexibilidad de Internet volvieron a colocarlo en la órbita de un bien común donde cada uno puede usar los recursos digitales, siempre según su estado de conectividad y el Estado de derecho vigente. El tráfico de Internet y la estabilidad de la red lo ilustran, con un aumento promedio mundial de 29% (según Akamai). Otra prueba de flexibilidad: la mayor demanda de servicios en la nube desde febrero en los operadores como Amazon o Microsoft (el crecimiento es similar con los operados chinos). Esta conectividad ha ido potenciando muchas iniciativas comunitarias cuyas formas creativas van más allá de las modalidades del Estado y de los actores privados[1].

 

A tres meses del inicio de la pandemia, los recursos digitales han sido ampliamente utilizados para consolidar las respuestas sociales y sanitarias. Pero la presión para tomar medidas dio lugar a una superposición de respuestas controladoras, liberticidas e incluso desestabilizadoras, emprendidas a costa de los derechos y abonando a la anarquía que rige en el ciberespacio. Como en otro episodio histórico de tal magnitud- los atentados de las torres gemelas de 2001 por ejemplo - el peligro es que estas medidas excepcionales queden selladas en la normalidad institucional posterior. A la tradicional divisoria vigilancia totalitaria versus empoderamiento ciudadano se suma una nueva preocupante: la divisoria solidaridad global versus aislamiento nacionalista. Si en 2014 la coordinación ante la epidemia del Ebola había sido encabezada por los Estados Unidos, esta responsabilidad hoy se encuentra diluida, ni la OMS ni el G20, ni la Unión Europa ni China siendo capaces de ocupar ese rol hasta a la fecha.

 

China sintetiza hoy los avances más extremos en términos de vulnerabilidad sanitaria, vigilancia masiva y manipulación informativa. A fines de diciembre 2019, el gobierno chino censuró[2] en las plataformas Weibo y WeChat los médicos de Wuhan (LiWenliang y Ai Fen[3]) y los medios que difundieron las alertas acerca del brote viral. Varios internautas lograron publicarlas encriptando los contenidos publicados en pos de sortear los algoritmos de censura[4], mientras las migraciones internas relacionadas con la celebración del nuevo año chino y la movilidad global propagaron el virus exponencialmente[5]. Cabe recordar que desde diciembre 2019 los Estados Unidos habían sido alertados de una epidemia de coronavirus en Wuhan[6], alerta que la administración norteamericana eligió no tomar en serio. La influencia ejercida sobre la Organización mundial de la salud contribuyó también a dilatar la respuesta global. Si bien varios sistemas informatizados de monitoreo habían sonado la alarma varios días antes (BlueDot por ejemplo), la alerta global de la OMS se declaró un mes después, el 30 de enero. Desde esta fecha, un vasta campaña diplomática e informativa[7] ha sido emprendida por China (y otros) para revertir internacionalmente las narrativas.

 

La pandemia ya en marcha, se disparó una avalancha de dispositivos de vigilancia en muchos países, cualquiera sea sus regímenes políticos. En China, se combinó la vigilancia de los smartphones, el uso de cientos de millones de cámaras de reconocimiento facial, la obligación de informar sobre la temperatura corporal y el estado de salud para que las autoridades puedan identificar a los posibles contaminados y las personas con las que se hayan contactado. Algunas aplicaciones móviles permitieron señalar la cercanía de los pacientes infectados[8]. Mouton Numérique[9] o Privacy internacional[10] mantienen un relevamiento de los dispositivos legales y tecnológicos puestos en vigencia. Al respecto, Israel, Vietnam, Rusia, Australia, Indonesia, India, Suiza, Italia, Bulgaria, Francia, Eslovaquia, Croacia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Ecuador han sido los países con medidas más agresivas. Taiwan, Singapur, Corea del Sur tuvieron los resultados sanitarios más destacados ya que estos dispositivos fueron implementados con mayor transparencia, cooperación ciudadana y articulación con otras medidas sanitarias (testeos sistemáticos, máscaras).

 

A esta avalancha gubernamental se sumó la participación discrecional de numerosas corporaciones y servicios, desde Facebook, Slack, NSO group, Social Sentinel pasando por Google, WeChat y Zoom, aprovechando las demandas para fortalecer su mercado, particularmente en los sectores de la educación[11], la salud, la seguridad y el tele-trabajo. Estas últimas semanas, todas las organizaciones de defensa de los derechos digitales han rastreado y divulgado las maniobras de estos servicios.

 

De forma semejante al caso del virus Ebola en 2014[12], el nuevo arsenal de medidas tecnológicas que desacoplan su meta de inteligencia artificial con el respecto de los derechos está evidenciando serios límites, tanto en sus resultados como en sus modalidades. Su acción intrusiva rompe la confianza y los niveles de cooperación que se requieren para resolver una crisis de esa índole. La paradoja china habla por sí misma. Fuertes agitaciones internas[13] están sacudiendo ahora el país indicando que se quebró parte de la confianza en las autoridades. Veremos en los próximos meses quienes serán los más lúcidos para desarrollar soluciones tecnológicas menos basadas en un enfoque unisectorial y monolítico que en configuraciones articuladoras y complejas.

 

François Soulard es comunicador social, migrante franco-argentino. Reside en La Plata (Argentina) desde el año 2006. Participa en diferentes movimientos sociales y asambleas ciudadanas de América Latina, África y Asia. Es activista del Foro de medios libres y del Foro por una gobernanza mundial (www.world-governance.org)

Comentarios