El primer Gobernador de Córdoba

Juan Bautista Bustos: El republicano que centró su gestión en los derechos de sus vecinos 

A 190 años de su muerte.
viernes, 18 de septiembre de 2020 · 00:00

El valle de Punilla, tiene en su frondoso legado histórico, el privilegio de ser la tierra natal del primer gobernador constitucional de la provincia de Córdoba, Juan Bautista Bustos; además de haber sido escenario de la batalla San Roque donde las tropas del punillense fueron derrotadas y sobre su triste final se definiera el destino económico y político del país en el siglo diecinueve.

Bustos nació en la estancia Santa María de Punilla, lo que hoy se conoce precisamente Villa Bustos, ubicada dentro del municipio homónimo, el 29 de agosto de 1779 y murió en Santa Fe el 18 de setiembre de 1830.

Fue capitán de milicias y llegó a Buenos Aires con un contingente de soldados cordobeses para pelear contra las invasiones inglesas. En sus acciones tuvo actuación brillante, especialmente cuando rindió a fuerzas del 88 de infantería británico en una casa de la Alameda.

Se contó en 1810, asimismo, entre los agitadores en favor de la Revolución, y poco después se alistó en el Ejército del Alto Perú. Sirvió así con Manuel Belgrano, Rondeau y Fernández de la Cruz, hasta alcanzar en 1816 el grado de coronel.

Pese a su excelente formación militar, Bustos demostró en su gestión como gobernador que fue un político que debió tomar las armas por los tiempos que se vivían.

En 1818, en pleno Directorio de Pueyrredón y en momentos en que éste programaba una solución monárquica, con Estanislao López y Francisco Ramírez, como líderes artiguistas, resistieron el poder directorial.

Parte del ejército de Belgrano, al mando de Bustos, debió, por orden del Directorio, enfrentar a los federales. A principios de noviembre, en Fraile Muerto, Bustos fue derrotado por López. En febrero de 1819, en La Herradura, reforzado ahora con escuadrones de Paz y de Lamadríd, pudo frenar al santafesíno. El gobierno ascendió a Bustos a coronel mayor y lo designó jefe de Estado Mayor.

Sancionada en abril de 1819 la Constitución unitaria y monárquica que Juan Martín Pueyrredón reclamaba para su proyecto borbónico o lusitano, -según fuese factible-, nuevamente el ejército del Norte vino a ser utilizado como fuerza gendarme contra el frente federal artiguista, que luchaba contra portugueses y directoriales. Pero en la posta de Arequito, el 7 de enero de 1820, los oficiales Bustos, Paz y Alejandro Heredia lo sublevaron y tomaron preso al general Fernández de la Cruz, que los comandaba. Pusieron así fin al proyecto monárquico y a la Constitución que lo fundaba.

Bustos volvió a Córdoba y la asamblea provincial lo ungió gobernador de la provincia el 18 de marzo de 1820. Desde esta posición interpuso sus oficios para lograr la paz entre Santa Fe y Buenos Aires, en guerra. (Estanislao López, apoyado por Alvear y el chileno José Miguel Carrera, peleó ese año contra Soler y Dorrego).

Al año siguiente, 1821, debió impedir el paso por la provincia de Córdoba de Carrera, ya separado de López. En Chaján (5 de marzo) fue derrotado por el chileno; pero en Cruz Alta (13 de junio) pudo vencer a Carrera y Francisco, Ramírez, su aliado.

En 1825, Bustos fue reelecto gobernador y continuó en el poder hasta su derrota en San Roque por el general José María Paz, el 22 de abril de 1829.

Su gestión en una provincia clave y en horas de duros choques ideológicos y políticos no pudo ser de flores. Fue amigo de San Martín y adversario de Rivadavia, que logró hacer fracasar el Congreso de Córdoba. Pudo haber sido el jefe del Ejército Auxiliar del Perú, reclamado por San Martín; pero el grupo rivadaviano lo saboteó.

Su gobierno fue de progreso, con grandes aciertos. Su colaboración en la guerra con el Brasil no es uno de sus menores méritos.

Producido el movimiento de diciembre de Lavalle, la Legislatura de Córdoba otorgó a Bustos facultades extraordinarias para enfrentar al gobierno unitario de Buenos Aires.

El gobernador expidió una proclama condenando en términos enérgicos a la revolución de diciembre del 28 y haciendo el proceso del partido unitario. Por eso uno de los primeros objetivos militares de los decembristas fue Córdoba. Paz, al frente de una fuerza de 1.000 hombres, la invadió. Quiso negociar con Bustos, pero éste no aceptó las imposiciones unitarias. Lucharon en San Roque y predominó la táctica del manco. Derrotado, pasó a La Rioja y se unió a su amigo Quiroga, junto a quien luchó en La Tablada (23 de junio de 1829). Nuevamente vencido, buscó refugio en Santa Fe, donde murió al año siguiente.

Estuvo casado con doña Juliana Maure. Un retrato suyo litografiado fue difundido por el Almanaque Federal para el año bisiesto de 1836.

 

La impronta de su gestión

 

El punillense puso en práctica un gobierno republicano que tuvo como eje el bienestar de los vecinos, la institucionalidad y el estado de derecho. Peleó con el gobierno centralista y unitario porteño por la aduana, el puerto y la navegabilidad de los ríos.

No fue una gestión de escritorio, sino de mucha presencia. Creó veintisiete escuelas en todo el territorio provincial, y mientras se discutía la Constitución Nacional, creó el Reglamento Provincial provisional que no era otra cosa que la Constitución Provincial con el asesoramiento de los juristas Allende y Baigorrí.

Pero también creyó en la prensa y abrió una imprenta para imprimir los periódicos de la época, tanto los propios como los de ideas opositoras.

El republicanismo que puso en marcha partió de una idea de su antecesor José Gavier Díaz quien implementó la elección por el voto obligatorio. Luego con su capacidad política, el brigadier Bustos trabajó por sustentar la ciudadanía entendiéndose por dar derechos a los vecinos e institucionalizar la provincia.

El gobernador suplantó la aplicación de la violencia por la justicia para gobernar, y por ello, en sus administraciones no hubo penas de muerte, un método que se aplicaba en esos tiempos. También organizó el Poder Judicial y cerró el Cabildo.

 

La batalla de San Roque

La Batalla de San Roque librada entre el gobernador Juan Bautista Bustos y el general de la independencia José María Paz en las márgenes del río Primero, aguas arriba de Córdoba, hoy lago San Roque, fue decisiva para que el país tenga una organización política y económica unitaria con un gran protagonismo de Buenos Aires como puerta de entrada y salida de riquezas.

El general Bustos había gobernado la provincia de Córdoba desde los días del motín de Arequito, a principios de 1820. Su enfrentamiento con Paz, que lo había acompañado en esa rebelión, databa de pocos meses después: Paz consideraba que Bustos había traicionado al grupo rebelde, no llevando su ejército al frente de la guerra de la independencia en el Alto Perú.

Tras una carrera oscura en la provincia de Salta, Paz había hecho la campaña de la guerra del Brasil, donde había sido ascendido a general después de la batalla de Ituzaingó. Pero se había pronunciado contra el gobernador porteño Manuel Dorrego (que se había visto obligado a firmar la paz con el Imperio del Brasil declarando la independencia de Uruguay) y había apoyado la revolución en su contra, dirigida por Juan Lavalle.

Cuando Lavalle aún no había logrado eliminar la disidencia en su provincia, Paz reunió las tropas del interior del país que habían hecho la guerra y el 3 de abril de 1829 se dirigió hacia el norte, con la excusa de devolver los hombres a sus provincias.

Pero, a medida que avanzaba hacia la capital provincial, exigía la renuncia de Bustos, cuyo segundo mandato ya había vencido, para elegir un nuevo gobernador (la constitución provincial prohibía un tercer mandato). A nadie escapaba que el candidato de Paz era él mismo.

Paz entró en la ciudad de Córdoba con su poderosa división, pero Bustos no se quedó a esperarlo: se refugió en la estancia de San Roque, a la entrada de las sierras y a poca distancia de la ciudad capital. Negoció con Paz un acuerdo por el cual el nuevo gobernador no podía ser ninguno de los dos. Pero, por razones discutibles Paz rompió las relaciones y acusó a Bustos de estar esperando refuerzos. Bustos había llamado en su ayuda a Juan Facundo Quiroga, caudillo y comandante de armas de La Rioja.

Antes que Bustos recibiera refuerzos, Paz avanzó hacia San Roque. Bustos hizo un último esfuerzo, enviando a su yerno Antonio Arredondo a negociar la paz.

Paz atacó sin responder. Es posible, a juzgar por la inmovilidad en que lo esperó Bustos, que Arredondo aún no hubiera llegado con la respuesta, por lo que el jefe federal pensaría que todavía estaba en una especie de tregua. El comportamiento de Paz en Oncativo, al año siguiente, autoriza a suponerlo que pudo haber sido así.

Bustos no tenía mucha experiencia en batallas, y las que había ganado las había logrado en posiciones defensivas. Por eso se limitó a esperar a los unitarios inmóvil, protegiendo sus posiciones con artillería. Paz no pudo hacer valer sus dotes de estratega: simplemente dividió sus fuerzas y le encargó a cada jefe que atropellaran lo que tenían delante. La orden fue cumplida en cada uno de los grupos, previo un severo bombardeo al que fue sometida la posición federal por la artillería de Juan Arengreen.

Las divisiones de Román Deheza, Gregorio Aráoz de Lamadrid y Juan Esteban Pedernera desplazaron a las fuerzas que tenían enfrente con facilidad. La mayor parte de sus bajas fueron durante el tiempo en que tardaron en apoderarse de la artillería.

Mientras tanto, los federales fueron muy afectados por el bombardeo unitario, y después de la captura de la artillería (en que murieron muchos de los artilleros), simplemente se desbandaron. La caballería unitaria hizo una matanza con los jinetes enemigos que huían, causando más de cien muertos en total. En poco más de media hora de combate, Bustos ordenó la retirada a los que pudieron seguirlo.

Bustos debió abandonar la región, refugiándose entre las tropas de Quiroga, pero abandonando su provincia. Sólo un mes más tarde, Bustos y Quiroga buscaron la revancha: invadieron la provincia, ocuparon la mayor parte de la sierra y luego la capital de la provincia. Y enfrentaron a Paz en la batalla de La Tablada. Pero, en definitiva, la victoria volvió a ser para Paz.

La provincia de Córdoba quedó entonces bajo el mando de Paz y de los unitarios, unidos a los federales que se habían distanciado de Bustos y a los jóvenes abogados y comerciantes. Por el momento no pudo hacer mucho más que forjar una alianza tácita con los gobiernos unitarios de Tucumán y Salta, pero después de las siguientes batallas pudo formalizar la Liga del Interior.

La batalla de San Roque fue la primera de las cuatro que ganó el general Paz. El campo de batalla donde se combatió la batalla de San Roque está actualmente bajo las aguas del Lago San Roque, y su historia se entrelaza con la vida de la primera mujer argentina que alcanzó los altares, la Madre Tránsito Cabanilla que en ese momento era una niña de 8 años y debió soportar las humillaciones de las tropas de Paz en su regreso a la ciudad de Córdoba. La familia Cabanillas vivía en el camino que unía San Roque con la ciudad por la bajada del Cajón y Yocsina.

   

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