El triunfo de la supervivencia

En esta guerra aciaga contra este nuevo enemigo, ahora invisible, ahora maldito, aún nos resta saber si el triunfo es posible.

Por José Mª Cotarelo Asturias

(Escritor-Poeta)

Especial para El Diario

 

En esta guerra aciaga, de lucha sin cuartel contra este nuevo enemigo, ahora invisible, que acecha con su espada agazapado en cualquier picaporte, en las maderas de un banco, o en el aire, ahora maldito, aún nos resta saber si el triunfo es posible. Los que quedemos, si quedamos, seremos parte de los escombros de esa batalla, los restos de ese naufragio con astillas a la deriva en las intempestuosas aguas de la desdicha de no sabernos ya nosotros mismos; sino ese germen de una generación que dejó atrás, como ya hicieran los griegos en su día, el carcajeo, los abrazos y la alegría.

Ahora resulta que lo normal es lo anormal, ocultos tras las caretas de carnaval de las máscaras, solo que estas dan pena y las otras risa. Esta infeliz confusión de no sabernos, de ignorar bajo qué mascarilla va el vecino o el tendero de la esquina, genera una especie de mordaza afectiva propiciada además por las normas del distanciamiento, no ya el de las dos Españas, en el que tanto se empeñan nuestros políticos, sino por la carencia de afectividad, de roce, con que, desde la prehistoria, nuestros semejantes trataban de darse calor, ánimo y caricias.

Uno trata de rebelarse contra esta especie de dominación que asola las ciudades y las familias con vino de crianza y patatas fritas, mientras mira de reojo las crecientes últimas estadísticas. Es una forma de esquivar el miedo, de tratar de que no se nos resquebraje nuestra capa de ozono, ya raída.

Es, ya se sabe, una guerra desigual, como casi todas, a la que ahora hemos incorporado las lanzas de las jeringuillas, sobre las que ondean los pañuelos en blanco de la esperanza y de la duda. Si aprendiésemos de esta incomodidad, de esta perversa experiencia y bebiésemos en la copa del naufragio de la memoria y el pasado; si supiéramos que, aunque tarde, es posible que aún estemos a tiempo. Si… si dejásemos de ser espejismo de tantas cosas y de estas llamas sacásemos luz y no oscuridad.

Ya somos sucesores de algo, perdedores de una generación esquiva, llena de promesas rotas y de muchos desaciertos y desidias. Cualquier cosa menos nosotros; aquellos alfiles que sobre el tablero de la vida, cruzaban de lado a lado, con cierta alegría. Ahora, ya más torpes y temerosos del final de la partida, peones de esta nada, caminamos paso a paso, sobre los escaques, tratando de vivir cada avance como una victoria; tratando, a fin de cuentas, de vivir la vida, sabiendo que, de todos modos, al final de la partida, el peón y el rey, revueltos, vuelven a la misma cajita. Es el triunfo de la supervivencia en este territorio de espanto pero también de la esperanza, y de la larga memoria perdida.

 

 ilustraciones del pintor, Pedro Triguero Colmenero

 

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