El día que los evangelistas huyeron de California

  Por Vidal Mario (Escritor, historiador y periodista)
martes, 21 de diciembre de 2021 · 00:00

  Por Vidal Mario

(Escritor, historiador y periodista)

 

El 21 de diciembre de 1968, comenzó a observarse en California (Estados Unidos) algo nunca antes presenciado, ni allí ni en ninguna otra parte: un éxodo masivo de pentecostales.

El sorprendente fenómeno se registró cuando un pastor comunicó a sus fieles que California pronto sería destruida, no por alguna inevitable catástrofe natural sino por Dios, en castigo por los vicios y pecados en que los californianos habían caído.

Los primeros en emigrar fueron los miembros de seis congregaciones de la Asamblea de Dios.

Una semana después, el éxodo hacia ciudades como Atlanta, Móbila y Tennessee no había cesado, y se creía que muy pronto no quedaría en California nadie de esa secta.

El provocador del singular éxodo era el carismático pastor de una pequeña congregación de los suburbios de Los Ángeles, llamado Donald Mark Abernathy.

 

La revelación del Todopoderoso

 

Abernathy les aseguró a sus adherentes que el Todopoderoso le había revelado un espectáculo apocalíptico: la destrucción de la ciudad de Los Ángeles, por un terremoto.

Dijo que, en la visión que tuvo, Dios le había mostrado cómo los edificios se derrumbaban, las carreteras se hundían tragándose a la gente, los volcanes vomitaban fuego y ceniza, y el cataclismo llegaba hasta la ciudad de San Francisco.

Lo singular de todo esto era que los demás pastores de la Asamblea de Dios no dudaron, sino que se manifestaron convencidos de que la visión de Abernathy era dolorosamente cierta.

En su apoyo, otro pastor, el reverendo Robert Theobord, hizo otra terrible predicción: las ciudades ubicadas al sur de California también serían destruidas por un terremoto. Antes de finalizar el año 1970, afirmó, quedarían como Sodoma y Gomorra.

Convencidos de la veracidad de tamañas profecías, los pentecostales, abandonando trabajos y hogares, huyeron a otros lugares.

Respondieron, así, a la exhortación de sus pastores de librarlos del desastre inminente que arrasaría a Holliwood por sus pecados, sus grandes negocios, su homosexualismo, y demás conocidos vicios.

Mientras tanto, en Buenos Aires, unos diez mil miembros de la Asamblea de Dios se reunieron en el templo de Alberdi al 2.200 para orar por la salvación de sus hermanos norteamericanos.

No se supo más nada del destino posterior de los protagonistas de aquel singular éxodo. Sólo se sabe que, a California, Dios nunca le movió un pelo, y que incluso la pecadora Hollywood sigue allí, con sus grandes negocios y películas, intacta y orgullosa.

 

Pentecostales en Argentina

 

Estados Unidos siempre fue tierra fértil para los cultores de la ciencia de la charlatanería, como los pastores arriba mencionados.

Uno de ellos, Nicolás “Tommy” Hicks, una vez vino a la Argentina. Hasta fue recibido por Perón, el 17 de marzo de 1954.

De mayo a junio de ese año, durante cincuenta noches, la acción de éste pastor en la cancha de Atlanta tuvo dimensiones de verdadero fenómeno social, a veces salpicado de escándalos.

Todas las noches, “el mago de Atlanta” curaba a los enfermos, a los ciegos, a los sordos y a los mudos. Aunque nada de lo que supuestamente realizaba pudo ser ni probado ni comprobado, los fieles decían que ningún milagro le era imposible.

Hasta llegaron a afirmar que Hicks le curó a Perón de un eczema que padecía en la cara.

 

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