El Cordobazo, reconoce por lo menos tres causas centrales.

Por Francisco "Tete" Romero. (Escritor y Docente)

Por Francisco "Tete" Romero

(Escritor y Docente)

 

En el plano de la política nacional, los magros aumentos salariales de fines del 68, tras dos años de congelamiento, resultan muy insuficientes para consolidar el proyecto de la “Revolución Argentina”. Además, las nuevas leyes laborales que cercenan drásticamente derechos elementales de los trabajadores y endurecen la represión de los conflictos, terminan por convertir a ese proyecto en totalmente inviable.

En el ámbito de la provincia de Córdoba, un decreto nacional establece la eliminación del “sábado inglés”, lo que equivale a un recorte del diez por ciento en los salarios. Los industriales cordobeses se quejan a Krieger Vasena de que su provincia tiene costos laborales muy altos. En Córdoba están instaladas la mayoría de las fábricas de automotores del país. Tiene por ese entonces alrededor de 150.000 obreros sindicalizados y es el principal centro del sindicalismo clasista. Como consecuencia de este estado de cosas, el 16 de mayo hay huelga general en Córdoba. Las dos CGT llaman al paro.

En el ámbito universitario, la política nacional no es diferente. Un nuevo recorte al presupuesto universitario hace posible la privatización de los comedores universitarios en Resistencia y Corrientes (Universidad Nacional del Nordeste) y en Rosario (Universidad Nacional de Rosario), así como el aumento del ticket del comedor. El 13 de mayo la policía provincial del Chaco irrumpió violentamente en el Aula Magna de la UNNE, sede Resistencia, en medio de una asamblea de estudiantes universitarios, realizada en defensa de la universidad pública y en contra de la privatización del comedor. El lugar estaba repleto de estudiantes, quienes recibieron gases lacrimógenos, bastonazos y la carga dentro y fuera del campus universitario de los caballos de la policía montada. Sin embargo, el estado de protesta recrudeció. En Resistencia y en Corrientes, desde hacía varias semanas que casi todos los días se hacían marchas y manifestaciones. Se hablaba del cierre inminente del comedor universitario, lugar de encuentro y de asambleas compartidas de los estudiantes de todas las carreras. La represión del 13 transformó el reclamo reivindicativo universitario en un fuerte cuestionamiento a la dictadura militar. Y la respuesta de esta no se hizo esperar. El 15 de mayo, estudiantes chaqueños y correntinos protagonizaban una movilización multitudinaria en la ciudad de Corrientes. La policía correntina cargó a sable desenvainado y disparando pistolas 45 y bombas lacrimógenas, destrozando el brazo a un estudiante y la cabeza a otro.

El estudiante que recibió el tiro en la cabeza murió a las pocas horas. Se llamaba Juan José Cabral. Su muerte provocó más marchas y manifestaciones en todo el país. En Resistencia, los universitarios, que ya habían tomado el comedor, empezaron a extender el conflicto.

El sábado 17, en Rosario, la policía reprime ferozmente una concentración frente al comedor universitario. Resultado: dos nuevas víctimas, los estudiantes Alberto Ramón Bello y Luis Blanco.

El lunes 19, los estudiantes secundarios de Resistencia toman la mayoría de los colegios. En el Normal, el rector decide llamar a la policía. Gases y palos. Resultado: extensión y profundización del conflicto. Al día siguiente se realiza en la iglesia catedral una asamblea de todos los secundarios, públicos y confesionales, en repudio a la represión y en solidaridad con los universitarios. La policía no entra a la catedral, pero actúa casa por casa y se lleva a muchos estudiantes secundarios y universitarios. Un día después se conforma la Junta Coordinadora de Estudiantes Secundarios, la huelga en los colegios sigue siendo masiva y ahora empieza a extenderse al interior de la provincia. El problema inicialmente universitario es ahora un conflicto de envergadura que atraviesa a toda la población.

El lunes 19, en Córdoba, universitarios y sindicalistas llaman a una jornada de repudio que se piensa terminar en la Iglesia del Pilar, con una misa dada por los curas del Tercer Mundo. Sacerdotes, sindicalistas y estudiantes, marchan juntos. Nueva represión: sirenas, caballos, lanzagases y bastones. En Rosario se decreta el estado de emergencia. Sólo se puede circular en grupos reducidos y el toque de queda empieza a las ocho de la noche. Se forman los primeros tribunales militares, a cargo del II Cuerpo de Ejército. Pero la CGT rosarina concreta un paro general y más de 10.000 manifestantes desconocen el estado de emergencia y se encolumnan al cementerio para homenajear a los estudiantes asesinados. En La Plata y Salta también hay marchas y manifestaciones.

El 28 de mayo Córdoba ya estaba profundamente convulsionada. El 24 de mayo Ongaro, referente de la CGT de los Argentinos, es detenido al llegar a esa ciudad, por orden del gobernador cordobés, y obligado a regresar a Buenos Aires. Las redadas de la policía habían juntado más de 500 presos entre sindicalistas y estudiantes. La universidad estaba parada y ocupada, las manifestaciones callejeras surgían a cada rato. Los intentos de freno de los sindicalistas alineados con el gobierno no habían llegado a nada. Mientras tanto, en Tucumán los incidentes seguían creciendo: el lunes y martes por la noche, los manifestantes estudiantiles se concentraron frente a la casa de gobierno y estuvieron a punto de invadirla; finalmente, la llegada de refuerzos federales los contuvo: los enfrentamientos dejaron 10 heridos. En Buenos Aires la situación estaba más tranquila, pero las manifestaciones estudiantiles de los últimos días habían dejado unos doscientos detenidos.

Esta es la trama política, social, económica y cultural que va preparando y definiendo los escenarios que hacen posible el 29 de mayo y en particular, el acontecimiento político bautizado como “Cordobazo”.

El paro no sólo es total sino fuertemente activo y profundamente político. Apunta hacia el corazón del poder económico impuesto a través de la dictadura. Multitudinarias columnas de trabajadores y estudiantes se movilizan desde distintos puntos de la ciudad para converger hacia el centro. Por todas partes se escucha “¡obreros y estudiantes, unidos y adelante!”. Las fuerzas policiales y de Gendarmería conforman un anillo de seguridad. Están preparadas para la batalla, tienen orden de reprimir. Sin embargo, son totalmente sobrepasadas y al llegar las primeras horas de la tarde, sólo controlan diez manzanas alrededor del Departamento de Policía. Por esas horas, la delegación de la CGT oficialista da por finalizada la movilización, pero el “Corbobazo” recién está empezando.

Luego llega la intervención del Tercer Cuerpo del Ejército y de la Cuarta Brigada Aerotransportada. Balas de plomo, vuelos rasantes y ráfagas de ametralladoras hacia “blancos sospechosos”. La resistencia es muy fuerte. Barricadas, piedras y también disparos. El control de la ciudad recién es retomado la tarde del 30 de mayo. El saldo de esos dos días de revuelta popular se estima en 30 muertos y centenares de heridos. El Poder Ejecutivo dispuso un día antes, la constitución de consejos de guerra especiales para juzgar a “las personas que incurran en los delitos que atenten contra el orden y la seguridad, previstos y penados por el código de justicia militar y por el código penal correspondiente a dicha ley”. El resultado práctico de su aplicación es el encarcelamiento de alrededor de 2.500 o 3.000 sindicalistas y estudiantes.

No obstante, ese orden que la dictadura pretendía asegurar aparece ahora resquebrajado por la acción de una verdadera insurrección popular, que si bien tiene su principal epicentro en Córdoba, se extiende a seis o siete importantes ciudades del país.

Para la gran burguesía el problema era la necesidad de recuperar posiciones y volver a poner las cosas en su lugar. Sin embargo, su confianza quedó destruida; el Estado autoritario había fracasado en imponer “orden” y, además, la virulencia y extensión de la oposición era muy mal augurio respecto de su capacidad para seguirlo garantizando en el futuro. Los actores políticos más dinámicos y radicalizados veían en la continuación de la lucha el camino para derrumbar ese Estado autoritario. Hablamos de los sujetos políticos y sociales, fundamentalmente juveniles –dentro de los cuales estaba el universitario– que aspiraban a una auténtica revolución de liberación nacional y social. Perón, por su parte, desde Madrid, llama “al enfrentamiento global contra el régimen, sin descartar la lucha armada”. En agosto de ese año, estalla el “rosariazo”, una nueva insurrección popular protagonizada por trabajadores y universitarios, acompañada por importantes movilizaciones en varias ciudades del país”.

Fuente: Culturicidio. Historia de la Universidad Argentina (1966-2004).

 

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