A 173 años del fin de la impactante historia de amor

Camila y el cura Gutiérrez: ¿La Iglesia aconsejó que los fusilaran?

Camila O´Gorman, de 20 años, y cura jesuita Uladislao Gutiérrez, de 24, fueron ejecutados en Santos Lugares a las 10 de la mañana del 18 de agosto de 1848. Por Vidal Mario (Escritor, periodista e historiador)
miércoles, 18 de agosto de 2021 · 08:11

Por  Por Vidal Mario*

(Escritor, periodista e historiador)

 

Camila O´Gorman, de 20 años, y cura jesuita Uladislao Gutiérrez, de 24, fueron ejecutados en Santos Lugares a las 10 de la mañana del 18 de agosto de 1848.En el año 1877, ya en Inglaterra, Rosas le confesó a su yerno Máximo Terrero:

“Todas las personas del clero me hablaron o me escribieron sobre el atrevido crimen que habían cometido, y la urgente necesidad de un castigo ejemplar para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creí lo mismo, y siendo mía la responsabilidad, ordené la ejecución”.

Sobre la base de ésta confesión efectuada veinticuatro años después del hecho, se deduce que la Iglesia habría aconsejado el fusilamiento de ambos jóvenes como “castigo ejemplar para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos”.

Esa ejecución causó terror y espanto en los corazones sensibles de Buenos Aires. Era la primera vez que en el país una mujer sufría la pena de muerte, y sólo por haber conocido el amor.

Lo que hizo aún más impactante éste fusilamiento fue el embarazo de Camila, quien ni aún así fue perdonada.

Durante muchos años, éste triste episodio siguió causando tal impacto que incluso fue uno de los motivos por los que en 1861 el ex dictador de Buenos Aires fuera condenado a muerte.

“¡Fusílese, o degüellese!”

 

El 17 de abril de 1861, un tribunal presidido por el juez Sixto Villegas dictó la condena a muerte de Rosas, quien, desde su caída el 3 de febrero de 1852, estaba en Inglaterra.

Lo juzgaron en ausencia, acusado de una serie de “horrendos y comprobados crímenes contra el hombre, contra la patria, contra la naturaleza y contra Dios”.

Durante el juicio, se recordó que había asesinado a miles de personas bajo la consigna: “¡Fusílese, o degüellese!”.

Y fue en esa lista de crímenes que se recordó muy especialmente el terrible caso de los fusilamientos de Camila y Uladislao.

En el expediente se estableció que “Rosas inmoló millares de víctimas, encontrándose en el número de estos sacerdotes, niños y la desventurada Camila O´Gorman con el inocente fruto de su error en sus entrañas, y cuyo asesinato ha asombrado al mundo”.

Respecto de lo último, el fallo consignaba: “El sacrificio de Camila O´Gorman, joven víctima de la debilidad del sexo, y el infanticidio de su hijo, que ya había madurado hasta los últimos meses en sus entrañas, es uno de los grandes crímenes que precipitaron la caída de este malvado, despertó a los hombres que permanecían postrados en el suelo de la indiferencia, y arrancó a las madres, a los esposos y a los hermanos, gritos frenéticos de venganza e hizo empuñar a los pueblos la espada que había de hacer pedazos a esa sangrienta tiranía”.

 

Fusilados por amarse

 

Camila era miembro de una familia católica irlandesa relacionada con la clase mercantil local y con casas exportadoras británicas que operaban en Buenos Aires.

Un daguerrotipo hecho en el otoño de 1847, poco antes del escándalo, la mostraba como una hermosa muchacha de 18 años.

Un día llegó a la parroquia del Socorro, lugar donde vivía la familia O´Gorman, el padre Gutiérrez, de sólo diecinueve años, sobrino del gobernador de Tucumán.

Pronto, las visitas del joven sacerdote a la casa de Camila O´Gorman se hicieron cada vez más frecuentes que a la casa de los otros fieles, y la gente empezó a rumorear cosas.

El 11 de diciembre de 1847, Uladislao informó a sus superiores que ese día en horas de la noche debía estar en Quilmes, al sur de Buenos Aires, para un servicio religioso.

Pero lo que él y su amor secreto en realidad hicieron fue enfilar hacia San Fernando, veintidós kilómetros al norte de la ciudad, en cuyo puerto abordaron un barco.

El destino final era Río de Janeiro, pero en el trayecto se quedaron sin dinero, quedando varados en Goya, Corrientes.

Allí, donde se hacían llamar Valentina Desán y Máximo Brandier, abrieron una suerte de escuela.

Pero la aventura duró apenas seis meses. El 14 de junio de 1848 fueron reconocidos por el padre Michael Gannon, un sacerdote irlandés que pasaba por Goya.

El indiscreto siervo de Dios los denunció, y Rosas ordenó que fuesen apresados y conducidos a Buenos Aires.

La hija del dictador, Manuelita, compró muebles para la celda de Camila, su amiga, en la cárcel de Santos Lugares.

Esos muebles nunca fueron usados por la joven, porque ni los ruegos de su hija ablandaron el corazón del dictador. “Que sean fusilados al día siguiente de su llegada”, había ordenado.

Y así se hizo el 18 de agosto de 1848. Fueron fusilados juntos, uno al lado del otro.

Sólo favor se le hizo a Camila: un trago de agua bendita para su bebé en gestación.

Sobre esta doble ejecución, la mencionada sentencia a muerte contra Rosas incluyó estas declaraciones de quien había sido jefe del pelotón de fusilamiento:

“Antonio Reyes declara que habiendo llegado al campamento Camila O´Gorman y el sacerdote Uladislao Gutiérrez, siguiendo las instrucciones de Rosas les puso grillos, y en virtud de las instrucciones recibidas tuvo que fusilarlos.

El declarante se atrevió a dirigirse por carta a Rosas para hacerle observaciones sobre el estado avanzado de preñez en que se encontraba Camila, para ver si conseguía la revocación de la orden.

Pero tan lejos de conseguirlo, se le intimó ejecutarla, reconviniéndole el tirano, y haciéndolo responsable con su vida del incumplimiento de su orden”.

                                                                                                                                               *(Periodista-Historiador)

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