Hace 207 años

Inglaterra ayudó a Napoleón a escapar de la isla de Elba

Por Vidal Mario (Escritor, periodista e historiador)
sábado, 26 de febrero de 2022 · 00:16

 Por Vidal Mario

(Escritor, periodista e historiador)

 

 

El 26 de febrero de 1815, a plena luz del día, un barco con novecientos hombres a bordo apareció por la isla de Elba. Sin problemas ni obstáculo alguno, recogió a Napoleón y se lo llevó.

Ésta fuga casi imposible dejó con la boca abierta a toda Europa y aterró a muchos estadistas. Algunos de estos dijeron que el zar ruso Alejandro I era el responsable de la fuga.

Es que, unos días antes, en el Congreso de Viena, donde las principales potencias se habían reunido para repartirse lo que quedaba del imperio napoleónico, se había enojado porque no quisieron darle la parte de Polonia que él quería.

Y había amenazado: “¡Cuidado con lo que hacen, o liberaré al monstruo!”. El monstruo era Napoleón.

Grande fue la sorpresa cuando se supo que no fueron los rusos los que lo hicieron, sino los ingleses, y que la operación había sido planeada nada menos que por el ex canciller de Napoleón, el sacerdote y obispo Charles Maurice Talleyrand.

 

“Rey de Elba”

 

Desde su derrota en Leipzig, en 1813, Napoleón estaba confinado en la isla de Elba. En lugar de ejecutarlo o exiliarlo a algún lugar remoto, lo habían confinado en esa isla cercana a la costa italiana.

Talleyrán trató de hacer entender a los otros participantes del Congreso de Viena que, si no se procedía a enviar más lejos a Napoleón, no habría paz en Europa.

Nadie le hizo caso. Entonces buscó la adhesión de los cancilleres de Austria, Klemens von Metternich, y de Inglaterra, Robert Steward Castlereagh, para hacer algo al respecto.

Mucho tiempo después, salió a la luz lo que estos tres planearon para posibilitar el gran escape.

En la isla, la vida de Napoleón era como una burla a su gloria pasada. Como “rey” de Elba, se le permitió tener un puñado de cortesanos, un encargado de guardarropa, y un oficial pianista, pero todo esto sólo con el propósito de humillarlo.

Aun así, seguía proyectando su poderosa sombra y poniendo nerviosos a todos. Es que para alguien tan audaz y todavía lleno de admiradores como él, la distancia era muy corta.

Los austríacos planearon asesinarlo, y en febrero de 1815 la isla fue rodeada por buques de guerra británicos fuertemente artilladas, que cubrían todas las salidas.

Por eso fue tan increíble que a la luz del sol y en las mismas narices de toda esa flota de guerra apareciera un barco con novecientos hombres, y se lo llevara sin más trámite.

 

Cómo se planeó todo

 

Varios años después, salieron a luz los entretelones de esa espectacular fuga, que consistieron, primeramente, en susurrar promesas de gloria al oído del exiliado para tentarlo a fugarse.

Fue a visitarlo el general austríaco Koller, quien le dijo que era más popular que nunca en Francia.

Le aseguró que el país lo iba a recibir con los brazos abiertos y, más aún, que las potencias europeas, incluida Inglaterra, estaban de acuerdo con su retorno al poder.

Talleyrand, el genial ideólogo del escape, calculó y acertó que Napoleón caería en la trampa, que volvería a Francia y la llevaría de nuevo a la guerra, pero que ésta no duraría mucho por la bancarrota económica en que se encontraba el país.

El plan de Talleyrand consistía en “incendiar la casa a fin de salvarla de la peste”.

El general Koller, en su visita, también le había asegurado a Napoleón que los ingleses lo iban a dejar escapar.

Fue lo que efectivamente sucedió: Napoleón se fue de Elba a plena vista de los barcos de guerra que rodeaban la isla, a la luz del sol y custodiado por unos novecientos hombres.

Con su pequeño ejército, marchó sobre París, con la esperanza de recuperar el trono.

Increíblemente, multitudes lo recibieron como si fuera Jesús entrando en Jerusalén. Hasta el mariscal Michel Ney, que había salido a capturarlo por orden de Luís XVIII, en lugar de hacerlo así se fundió en un abrazo con él, en Auxerre.

El rey huyó precipitadamente de París y Napoleón, una vez más, fue proclamado emperador. Comenzó lo que pasó a la historia con el nombre de “Imperio de los cien días”.

 

Su patético final

 

El delirio se extendió por todo el país, las multitudes enloquecían, y los voluntarios engrosaban su ejército.

Pero ese delirio pronto comenzó a apagarse porque Francia estaba en la ruina, sin recursos, y no había mucho que Napoleón pudiese hacer para mejorar la situación.

El 18 de junio de ese mismo año 1815, fue derrotado en Waterloo por una fuerza internacional de 68.000 hombres comandados por Arthur Wellesley, conocido como duque de Wellingston.

Ésta vez sí lo exiliaron bien lejos. Lo llevaron a la árida Santa Elena, una isla del sur del Atlántico, frente a la costa occidental de África, donde murió el 5 de mayo de1821.

Los médicos dijeron que murió de cáncer. Pero 170 años después, un exhaustivo análisis de algunos mechones de sus cabellos demostró que los mismos contenían evidentes “signos congruentes con un envenenamiento por arsénico”.

Más aún, se descubrió quién le había ido suministrando el veneno: su fiel sirviente Louis Marchand.

Sobre su patético final, dijo un historiador:

“Su asesinato fue un patético final para una vida plena de glorias sublimes y proezas señeras que marcaron un hito en la historia. Napoleón había cabalgado continentes y decidido el destino de naciones. Y todo para venir a morir a manos de un sirviente amargado, que contó con la ayuda inconsciente de una manada de desconcertados médicos”.

 

 

 

 

Comentarios