Entre los mariscales López y Estigarribia

¿Quién debería ser el máximo héroe de la nación paraguaya?

Por Vidal Mario (Escritor, periodista e historiador)

Por Vidal Mario*

(Escritor, periodista e historiador)

 

 

La telenovela brasileña “Los tiempos del emperador”, de la red Globo, presenta a Francisco Solano López, (de cuya muerte hoy se cumplen 152 años), como invasor.

Ello generó la furia de algunos historiadores paraguayos entre ellos José Ocampo y Noelia Quintana, quienes procedieron a reivindicar la figura del Mariscal.

Una tataranieta de López, Elvira Solano López, se sumó a los reproches, y definió a la referida novela como “una vergüenza, una aberración, una cachetada a la verdadera historia”.

No obstante, aunque les duela a algunos, la verdad es que fue ese hombre el que, con su alocada invasión al Brasil y a la Argentina, provocó la Guerra de la Triple Alianza.

Fue por esa y por esa y por muchas otras razones que desde el 1º de marzo de 1870 fue arrojado por los mismos paraguayos a un pozo de silencio y de olvido.

Durante 66 años contados desde su muerte, pasaron por el Paraguay 36 gobiernos colorados, liberales y militares. En lo único que todos ellos coincidían era en ignorarlo. Durante mucho tiempo, pronunciar su nombre era un acto de provocación.

Pero todo cambió en 1936, cuando un militar golpista, admirador de Hitler y presidente de facto llamado Rafael Franco, arbitrariamente, sin consultar a nadie, por un simple decreto, lo declaró héroe máximo de la nacionalidad paraguaya.

Paraguay está, entonces, en la incómoda situación de que su principal héroe es un héroe por decreto.

Previamente, el “presidente” Franco expulsó del país al héroe de verdad: el general José Félix Estigarribia. Éste hombre, en el conflicto con Bolivia (1932-1935), había llevado al Paraguay a una victoria tan notable como sorprendente.

 

¿El uno o el otro?

 

El paraguayo se pregunta, consecuentemente, quién debería ostentar el título de máximo héroe: si el que arrojó al Paraguay a un abismo, o el que salvó al Paraguay.

Para que cada ciudadano de ese país saque sus propias conclusiones, debería tenerse en cuenta los siguientes antecedentes personales y militares del uno y del otro:

José Félix Estigarribia nació en 1888 en el seno de una familia campesina muy pobre. A los 15 años de edad, abandonó su no menos pobre casa para estudiar en la Escuela Nacional de Agricultura de Trinidad, donde se recibió de agrónomo.

Con ese título en la mano, intentó montar un establecimiento agrícola propio, pero la falta de recursos conspiró contra su intención. Así que fue a Asunción, donde consiguió trabajo en uno de los tribunales, y se puso a estudiar Bachillerato.

Vivía en Trinidad, de modo que diariamente viajaba a Asunción en el tren de las seis de la mañana.

En 1908, con 20 años, ingresó al Ejército. No imaginaba entonces que 24 años después, en el marco de otra guerra (ésta vez sí el Paraguay se vio empujado a ella) se convertiría en comandante en jefe del Ejército, salvador de la integridad territorial paraguaya y, gracias al prestigio conseguido, presidente constitucional de su país.

Francisco Solano López, en cambio, desde muy joven gozó de los placeres de la fortuna y del poder. Su padre, además de magnate yerbatero, presidía el Paraguay desde 1944.

Con sólo 19 años ya era General de la Nación porque su padre le dio esa jerarquía como regalo de cumpleaños. Esa misma jerarquía se le daría después a Estigarribia, pero recién después de llevar al triunfo al Paraguay, en la Guerra del Chaco.

López encaró una larga gira por distintos países europeos, donde el lujo y el confort, costeado por el erario público paraguayo, rodeaban su vida. Se codeaba con europeos ilustres, como fue el caso de Napoleón III, cuya corte frecuentaba.

Estigarribia también estuvo en Europa, pero para estudiar en la Escuela Superior de Guerra de París.

Cuando López regresó a Asunción, lo hizo trayendo los muebles más finos y los adornos más exquisitos. También se trajo una bella amante, que con el tiempo y al amparo del poder llegaría a ser una de las mujeres más corruptas del Paraguay.

López se hizo construir una suntuosa casa en medio de una ciudad de viviendas modestas. Esa casa no es otra que el actual Palacio de Gobierno del Paraguay.

 

Sueños de gigantismo

 

En 1859, López viajó a Argentina, donde medió exitosamente en un conflicto que había estallado entre Buenos Aires y los gobiernos de la Confederación Argentina.

Apenas cinco años después, su excesiva megalomanía y sueños de gigantismo lo llevaron a tomar extremas decisiones que terminaron arrojando al infierno a su país: invadir, con miles de soldados, primero al Brasil y luego a la Argentina.

Le había prometido a su amigo y presidente uruguayo Bernardo Prudencio Berro ayudarlo si Brasil invadía Uruguay.

Tal invasión efectivamente se produjo. Entonces él, en represalia por cosas que no tenían nada que ver con el Paraguay y ocurrían a más de mil kilómetros de distancia, el 12 de noviembre de 1864 ordenó apresar al buque de pasajeros “Marqués de Olinda”, mientras el mismo atravesaba aguas territoriales paraguayas.

López también apresó al nuevo gobernador del Matto Grosso, que viajaba en ese barco a asumir su cargo. También secuestraron a todos los otros pasajeros, que eran centenares.

Un mes después, el 24 de diciembre de 1864, vísperas de Navidad, fue aún más lejos: mandó tres mil soldados, dos vapores y tres goletas a invadir el Matto Grosso.

Cuatro meses después, a las 7 de la mañana del 13 de abril de 1865 las tropas paraguayas también invadieron Corrientes, provincia donde instalaron un gobierno títere y secuestraron a numerosas mujeres de la clase aristocrática correntina.

 

Sus pergaminos bélicos

 

A lo largo de la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, José Félix Estigarribia poco a poco se fue destacando como un brillante estratega. Fue ganándose el respeto de sus tropas, a las que terminó conduciendo a una aplastante victoria.

No sacrificaba inútilmente hombres en acciones sin sentido alguno. Atacaba o contraatacaba, según los movimientos del enemigo. Puso en práctica un sistema de ataque denominado “corralito”, en el que sus comandos y tropas se hicieron expertos.

Tampoco dispersaba inútilmente sus fuerzas, sino que, concentrándolos para grandes acciones, lograba triunfos espectaculares. Así fue como, cuando menos lo esperaban las fuerzas bolivianas, fueron atacadas violentamente en El Carmen, escenario de una de las victorias paraguayas más decisivas de la guerra.

Después, organizó una asombrosa marcha hacia Yrendagüe, donde tomó los pozos de agua y provocó el aniquilamiento de todo un cuerpo del ejército enemigo.

Solano López, en cambio, amaba las acciones espectaculares que a costa de muchas vidas la mayoría de las veces sólo lograba pequeños triunfos que para nada podían incidir en el resultado final de la guerra. A lo sumo, esas costosas batallas sólo servían para capturar alguna pieza de artillería o alguna bandera enemiga.

 

López, el “Nerón americano”

 

A Estigarribia no lo enfurecían las batallas perdidas. En los tres años que duró la guerra, nunca firmó una sola orden de fusilamiento, por las derrotas. Respetaba la vida de los suyos. En cambio, López se cansó de matar a su propia gente, fuesen hombres o mujeres.

Tras la caída de Humaitá, mandó fusilar a la señora Juliana Insfrán de Martínez, esposa del coronel Francisco Martínez, en represalia por la rendición de su marido.

López, conjuntamente y el jefe de las tropas brasileñas, conde d`Eu, hasta hoy considerado un criminal de guerra, fue el responsable de la muerte de más de 3.000 niños paraguayos en Acosta Ñu.

Por éste horrible episodio, cada 16 de agosto en el Paraguay es el Día del Niño.

López, que desconfiaba de todo y de todos, llegó a organizar “tribunales de sangre” que se encargaron de asesinar a centenares de personas acusadas de conspiración.

Entre los ejecutados figuran su propio hermano Benigno; su cuñado, general Barrios; el obispo Palacios, el canciller José Bergés, e incluso la hermosa Pancha Garmendia, muerta a lanzazos.

A Estigarribia jamás se le hubiera ocurrido siquiera faltarle el respeto a su madre. En cambio, López acusó a su anciana madre de intentar envenenarlo, y ordenó que la azotaran.

El 17 de agosto de 1871, su propio ex lugarteniente, general Bernardino Caballero, suscribió un manifiesto que lo recordaba como un “Nerón americano”.

Acorralado en un lugar llamado Cerro Corá, fue ultimado a tiros por tropas brasileñas, el 1º de marzo de 1870.

El destino de Estigarribia fue muy distinto. En Asunción se le tributó, a él y a los soldados que regresaban del frente, un recibimiento apoteótico, sin igual en la historia paraguaya.

                                    

*(Autor de dos libros sobre la Guerra dela Triple Alianza)

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