Presentan en Granada el libro “En algún lugar de las palabras” de Chema Cotarelo

En Granada, España.
En Granada, España..
INFORMES ESPECIALES
Por

El poemario editado por el sello carlospacense Corprens editora, "En algún lugar de las palabras" del poeta y dramaturgo José María Cotarelo Asturias se presentará este próximo viernes 1 de Abril en el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada (España) a las 20 horas, con la presencia del catedrático Álvaro Salvador, prologuista del libro, Pilar Bueno, poeta y presentadora del acto y la intervención musical con el magisterio de la voz de Victoria Cruz y de Gabriel Pancorbo a la guitarra, Minha Lua.

Como previa,  el poeta Fernando Jaén Águila hizo pública una carta dirigida al autor de “En algún lugar de las palabras”.

 

La carta

Fernando Jaén Águila autor de la carta a Chema Cotarelo.

 

"Querido Chema, Gracias por brindarme tu libro. El material del que está hecha la poesía, es el lenguaje. Si de alguna manera  somos capaces de hacer algo con las palabras que trasciendan lo que son, si podemos transformar un recuerdo o una emoción en un objeto artístico, la obra tiene al fin sentido, para el que la ha escrito y para el que la lee.

Este libro tuyo, cumple esa doble función. Desde un tono reflexivo, ahondas en la creación poética, en el sentido mismo de la poesía, buscas respuestas que generan a su vez más preguntas, como en un infinito juego de espejos. Ahondas las raíces con un lenguaje cada vez más sencillo, honesto, que no necesita ningún artificio para tener solidez.

Viene el poemario precedido por un minucioso y erudito prólogo de Álvaro Salvador, que te enmarca en referentes de la poesía de la trascendencia como son María Zambrano, José Ángel Valente y Vicente Aleixandre, al que tuviste la suerte de conocer. Es la poesía de estos “creyentes”, como los llama Salvador, amiga del silencio y del ser humano. Por eso me gustan estas referencias, que luego irás colocando a lo largo del libro como guijarros blancos que señalan el camino de tu poesía, porque se acercan muy bien al espíritu de este libro, a su honesta reflexión sobre la bondad, sobre la creación, sobre cómo vivir en un mundo cada vez más desarraigado de todo. Frente al bullicio pides calma y silencio, frente a la algarabía y el desconcierto, un momento de reposo para pensar lo andado y amar lo que tenga que venir después.

Te apoyas en un itinerario marcado por tu vida. Un primer capítulo, el camino hacia el origen, es una clara declaración de intenciones. Si no sabemos de dónde venimos, nunca sabremos a dónde llegar, “vagar sin un objetivo/no requiere el esfuerzo de saber/a dónde vamos”, nos dices y nos sigues invitando a proseguir. En el segundo capítulo. encuentro con la palabra y la poesía, la creación poética se muestra en todo su esplendor, con timidez afloran tus enseñanzas, no ocultas ni de dudas ni de heridas, “La poesía atraviesa al poeta/su corazón herido”. Y es en la certeza de la creación, en la búsqueda de la verdad que nos queda, donde el poeta encuentra la trascendencia, nombrada como se quiera nombrar, pero cuya única función es reencontrarse con la esencia del ser humano. En la tercera parte, La amargura de la identidad, nos enfrentas a la fragilidad de la existencia. Quién mejor que el poeta para ser consciente del paso del tiempo, de lo que somos, de nuestra insoportable levedad, “Deberíamos saber que somos/breves pasajeros de un instante; /un encuentro”. No hay huida posible, por eso en tu cuarto capítulo, Transformación, poesía, mundo, utopía, insertas al poeta en el tiempo que le ha tocado vivir. Lo haces permeable a sus circunstancias, buscando verdades absolutas como la justicia o el amor, motores de una insurrección que el poeta debe llevar como bandera. Al bueno de Fernando Mesquida le dedicas un poema precioso, Rebeldía, para que siga firme en sus ideas, aunque estas le lleven a nadar, como tantas otras veces, contracorriente. Quizá, como dices, sea función del poeta, más que del científico, transformar este mundo. La quinta parte, Creación, muerte, trascendencia, nos adentra en el final próximo del libro. Temas como estos no podían ser rehuidos por el poeta, y los enfrenta sin pudor, pero sin descaros. “Ya ni siquiera la piedad sirve,/ ni este pañuelo arrepentido/ anegado en llanto”, nos dices, mientras nos dejas caer en el abismo de los errores que cometimos, de los quebrantos que no cerramos, del dolor que siempre acompaña de cerca al poeta. La sexta parte nos propone una forma de enfrentar este dolor, Memoria y olvido,  acaso no son contradictorias estas afirmaciones, pues como bien nos muestras a veces querer olvidar es la mejor forma de mantener vivos los recuerdos. En este invernadero de la memoria, sobreviven las hierbas que mejor reaccionan a las lágrimas, pero aguardan otras flores inesperadas,  “Suele pasar con los años,/ que después de tanto perder,/ uno encuentra su centro/ de gravedad/ en su abismo”. Y así es, el poeta sabe encontrar las enseñanzas de su propia vida, aunque le cueste todo su tiempo. Amor, séptimo capítulo, donde nos muestra el poeta lo difícil que es a veces asirlo, aprovecha este poema para adentrarse en su infancia, para mostrarnos el desgarro del desamor, y su poder, a veces creador, a veces destructor.  Arte y creación es el octavo capítulo, donde el poeta dialoga con el lector con una complicidad adquirida durante la lectura de toda la obra. Ahora el poeta y el lector pueden mirarse frente a frente, decirse las cosas a la cara, desearse un buen camino y reflexionar sobre la virtud de las palabras vertidas. El capítulo noveno, vasos comunicantes, nos lanza un mensaje en una botella con una promesa de libertad y de gratitud. “La sed de la palabra/ se apaga/ en la fuente de la página”, nos dice el poeta. Nos pide que si tenemos sed, leamos, que si nos falta luz, leamos, que solo la poesía permanece siempre para saciarnos. Si la función de la poesía es abastecernos de agua limpia, no dejarnos morir de sed, la función del poeta es hacerla llegar al lector, al mayor número posible, o al menos dejar poemas, a modo de riachuelos, que apaguen la sed. En El fin, como si de un cuento de Borges se tratara, el poeta nos enfrenta al abismo de buscar libros en los estantes, donde a veces, como en una pesadilla, solo encontramos páginas en blanco. Habrá que dejarse llevar por la intuición, en vez de por las indicaciones predeterminadas, para descubrir que “La página al azar debiera estar escrita/ y habitar algún lugar de las palabras.”

Y así, querido Chema he recorrido tu libro, viendo a ese poeta luchar a pecho descubierto con su vida, con la palabra, con el amor y el desamor, con la certeza de la muerte y con la fuerza incesante de la creación. La poesía, como nos enseñas, es la fuente que permite saciar la sed y el agua que dará lugar a la transformación del mundo."