El extraño si bemol color sepia (editorial Endymion)

Pedro Jorge Solans en carne viva

Por Aldo Parfeniuk (Poeta, ensayista y crítico literario)

Por Aldo Parfeniuk

Poeta, ensayista y crítico literario

 

    Acaba de aparecer un último libro de poemas de nuestro polifacético escritor local Pedro Solans, quien ya debe estar rondando –si es que nos los cumplió- los cincuenta años de poeta.

Desde sus primeros libros conozco –y reconozco- medularmente su poesía, que aquí nos la entrega recargada.   Este  nuevo libro se titula “El extraño si bemol color sepia”,  título sinestésico como la suma de todos los poemas que contiene, desandando con libertad y desenfado colores que suenan y sonidos que pintan dolor y alegría, preocupación y esperanza. Y localismo; pero un localismo que se universaliza.

El cuidado ejemplar fue editado conjuntamente por Endymión poesía, la Asociación cultural Iberoamericana y Corprens editora.Lleva un meduloso prólogo de la cubana Madeleine Sautié Rodríguez y se distribuye en toda Latinoamérica.

 Sintetizando -quizás demasiado- puede decirse que su pretencioso objetivo es dar cuenta de la realidad contemporánea que estamos viviendo los humanos y no humanos (animales, naturaleza: el universo mismo) por lo que la diversidad de poemas –apenas una muestra de cada una de las principales distopías que vivimos (y que nos viven) no debe sorprendernos: Pedro Solans es solamente una sensible antena humana que registra la marcha del mundo y del hombre  (  “El hombre”, según recuerdo,  se titula un poema escrito en los años ochenta, como anticipándose a lo que es este desesperanzado hoy);  mundo el de Solans que en general parte de lo pequeño, lo de reducida escala: lo lugareño y lo particular. El poeta  se siente obligado a este contraste entre lo micro y lo macro porque es de los que  saben  que en la verdad de lo pequeño, de lo cercano y cotidiano,  existen muchas más posibilidades que encontrar esa verdad  que esconde lo grande y lo lejano, tan manoseado  por los fabricantes de posverdades; por no hablar de los fabricantes de promedios y estadísticas, pandemias incluidas: ese “lavarse las manos/ a distancia/ y taparse los rostros” como dice el poeta (p.25); aunque “Después de la tos seca,/ la fiebre/ y el cuerpo desarmado,/ cantar. A pesar de todo hay esperanza. Debe haberla, de lo contrario no habrían mujeres ni hombres” (p.36)

La generalizada distopía que son sus poemas , apuesta, a pesar de todo, si no por una utopía (como aquella que tuvimos con respecto a una mayor justicia social en el mundo la mayoría de quienes pertenecemos a la misma generación de Pedro. Pero hay confianza aún,  no solo en los millenians, sino hasta en los migrantes: semillas desde las que crecerá el futuro que ahora sólo es posible creyendo y confiando en los lugares propios y cercanos (Carlos Paz, La Casa Legany, Los Gigantes, Cosquín…) y en la naturaleza, que el mundo insiste en desnaturalizar (y que juntos con Pedro y el Teuco Castilla, insistimos en defender desde unos Bosques de la Poesía que se están multiplicando en el país, el continente y hasta  en la vieja Europa)  y es sobre Teuco que Pedro  dice en un poema : “En un bosque tupido de poesías/ encontré los escritos de Leopoldo Castilla…” y en los que encontrará no solamente el mundo salvaje de la naturaleza, sino ese otro mundo sin el cual seríamos unos parias: la patria.

Y por supuesto: en su libro –como en toda la poesía- están presente el amor, la muerte y el resto de las cuestiones claves de lo humano; todo dicho a la manera de Pedro Solans, asaltado por las palabras y la imaginación: tal cual es Pedro.

Aquí –como en toda auténtica poesía- está en carne viva su ADN; puesto con las vísceras y con sus muchos corazones, apostándole a la vida, a la naturaleza en carne viva y al hombre: cada vez más maltratado por los poderes cuya única consigna son unas tristes y desalmadas monedas ya sin patria y- de seguir así- sin mundo.

                                                           

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