Sobre el libro de José María Chema Cotarelo Asturias

En algún lugar de las palabras

Por Tomás Hernández (Poeta y periodista) Granada. España

Por Tomás Hernández

(Poeta y periodista) Granada. España

 

            Trascendencia, vida interior son palabras ridículas en estos tiempos, como decía Pessoa de las cartas de amor, pero ¡ay de aquel!, advertía, que no haya escrito nunca una carta de amor. ¿Qué somos sino esas tres palabras? La conciencia de ser, la trascendencia, el amor. “Trascendere” era en latín traspasar, atravesar, estar al otro lado, pero con la idea de subida, atravesar ascendiendo.  De esos asuntos trata “En algún lugar de las palabras”, el último poemario de José María Cotarelo Asturias. De eso y de la imposibilidad de decirlo. De lo que queda siempre, invisible y callado, en  algún lugar de las palabras.

            Abren el libro unos poemas de reflexión sobre el origen, el origen como camino hacia “el interior de las cosas.” Frente al origen, el fin. Y así se cierra el libro, con un largo poema del mismo título, “El fin” donde a través de una simbología de libros, números y azar, el libro se consume en el  fuego como “sombra de nube arrepentida”. Entre principio y fin, la vida que llena este libro. La vida y las preocupaciones del poeta, una presencia reivindicada a lo largo de los poemas.

            La poesía, la palabra, es redención, nos muestra el mundo y en su expresión poética rescata del olvido lo que amamos. Frente a la palabra, el hombre, “la amargura de la identidad”, titula el autor la tercera parte de su libro. Del amor, esencial en nuestras vidas, hablan los poemas de la parte séptima. El amor que “inundó manos, corazón, cortinas, desvelos, muros” y es vértigo como expresa tan bien José María en esa enumeración donde lo material, cortinas, muros, se funde con lo humano, manos, corazón, desvelos.

            El decir del libro, su lenguaje, al igual que los temas tratados, va a lo esencial, sin digresiones ni concesión al lirismo fácil. A veces se ahonda en la palabra, en el propio poema, una metapoética, como señala Álvaro Salvador en su excelente prólogo. Si hay un adjetivo es para sorprender con un matiz nuevo, nunca como estorbo innecesario, “anegada sombra”, “agazapada sombra”. Llama la atención la escasez de adjetivos en los poemas. Y es que, como dijimos al principio, trascendencia, vida interior, palabra son los pilares desnudos y esenciales que sostienen este sencillo y también esencial poemario.

 

Comentarios