Huelva, sede anual del OCib: un otoño  que reverdece al arte                

Por Aldo Parfeniuk, poeta y ensayista. Fotografías: Silvia Coggiola.

Por Aldo Parfeniuk.

Fotografías: Silvia Coggiola.

 

A fines del pasado abril visitamos Huelva, en España, ahí cerquita de Palos de la Frontera, desde donde  partieron las carabelas de la conquista/descubrimiento de nuestra América. La fugaz visita coincidió con la realización de la Feria del Libro en la capital provincial andaluza,  a la cual fuimos llevados de la mano por Jaime De Vicente Núñez, reconocida personalidad de la cultura y  las letras ibéricas, que desde hace años, y entre muchas otras cosas, es motor principal del “Otoño cultural iberoamericano” (OCib) de Huelva, que básicamente constituye un puente entre España y las naciones de la América hispanoparlante, siendo uno de los coordinadores de la participación argentina el escritor Pedro Solans.

No tengo intenciones aquí de debatir en esta nota, y según sucede a menudo, el significado histórico o actual de la histórica aventura de (Cristóbal) Colón.  El hecho es que en lo que tiene que ver con la literatura, aquí se impuso una lengua desarrollada –el español/castellano- y se afincó gente que  la hizo realidad no solo mediante actos de gobierno sino a través de la numerosa descendencia que hoy fácilmente se puede corroborar revisando la cantidad de argentinos con apellido español que tenemos. Por tal motivo,  en este breve comentario me interesa  ubicar a nuestra poesía nacional ( lo mismo que las de la mayoría de los países de nuestra América) estableciendo una relación entre la etnia del viejo continente y los portavoces locales del idioma que trajeron aquellos españoles, y que en España –como es lógico- es permanentemente honrado y defendido de distintas maneras. Una de las más conocidas  es la continua realización de concursos de poesía y demás géneros, con premios unas veces modestos y otras sustanciosos, que llevan a cabo comunas y municipios (grandes y pequeños) de todo el país: por no hablar de los grandes reconocimientos, como los premios Cervantes, el Reina Sofía o el Princesa de Asturias.

Volviendo a nuestro viaje. De mano de ese señor anfitrión que es Jaime De Vicente visitamos lugares históricos claves, como el monasterio de La Rábida, en donde quedaron zanjadas las últimas diferencias entre auspiciantes y viajeros de la aventura indiana. Jaime nos obsequió varios libros, entre ellos dos volúmenes colectivos de poesía (Embarcados –II travesía- y la Paz como derecho- en los que se  recogen muestras, por un lado de escritores del sur de España (la mayoría de la provincia de Huelva) y por el otro en el que figuran varios poetas latinoamericanos: casi todos con algún nivel de participación en diferentes ediciones del Otoño Cultural, evento de varios meses de duración, que ya lleva incontables ediciones, y en el cual participan representantes de las diferentes artes (la pandemia impidió nuestra participación en la última edición) Los pormenores de esta valiosa aventura que significa el evento atraviesan el impecable volumen de Surcos que nos obsequió nuestro guía, libro en el que en más de 200 páginas Jaime De Vicente hace un recorrido cronológico del ya famoso encuentro, iniciado en 2010 y solamente interrumpido un par de temporadas por la pandemia de Covid-19.

 

Importancia y defensa de la poesía y del idioma

 

 

Volviendo al idioma y a la poesía. Se sabe que los poetas son los principales hacedores y representantes de las lenguas. La de cada nación y continente (por eso se dice del italiano que es la lengua del Dante y del español la de Cervantes,…) De la importancia que los españoles le dan a la poesía como creadora (o recreadora) de la lengua habla el hecho de que, por ejemplo, son varias las instituciones que se ponen de acuerdo para financiar publicaciones como las que mencionamos y organizar eventos  y certámenes para honrar y defender a la lengua madre.

Aquí en América se vive la heredad idiomática de distintas maneras. En ocasiones, para algunos,  como una condena inevitable, consecuencia de la conquista y liquidación de lenguas nativas, y en otras –las menos- con exigencias de fidelidad y copia, como si fuésemos una comunidad ibérica más.   En medio de ello queda, quizás, lo más rico y con lo cual en buena medida se identifica el OCib; y que si no me equivoco es lo que hay que tratar de mostrar y fomentar: una apropiación idiomática enriquecedora que contribuya a  demostrar bondades, tanto para “nosotros” como para “ellos” . De cualquier manera, creo que los lazos entre sangre y lengua tienen mucho que ver con el hecho –y es un ejemplo-  de que en cualquier país latinoamericano los apellidos españoles sean amplia mayoría entre los escritores. Y entre los grandes: entre los que seguramente figura al que consideramos  El gran escritor nacional.  Nuestros  hombres y mujeres de letras (Sarmiento, Hernández, Darío, Mistral, Neruda, Molinari, Asturias, García Márquez, Borges más una inacabable nómina….) son ejemplo de esa mayoría de apellidos ibéricos  que siguen enriqueciendo una lengua inmensa sobre la cual seguiremos debatiendo, no para distanciarnos sino para pensarnos a través de diferencias que  hacen crecer no solo a las lenguas sino a la vida misma.               .

 

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