Feliz día Villa Carlos Paz
109 años animan a soñar con la ciudad de los canales
Después de embalsar el agua con la faraónica obra del dique San Roque, la ciudad de Carlos Paz tendrá que recuperar en la próxima centuria su riqueza acuífera e histórica. Serán tiempos de volver a los canales y a redescubrir las vertientes. En 1906, Carlos Nicandro Paz inauguró en el día de su cumpleaños 4 de noviembre el primer canal de sus tierras. Su padre Rudecindo, había construído otro en el siglo diecinueve.
Oh María de mi pueblo:
¡Con mar sería otra villa!
Qué las vertientes afloren
en nuestro suelo.
Es verdad ingeniero, con mar sería otra cosa otra villa, pero el mar en su huida nos dejó las rocas
y las rocas quedaron con agua, y por las rocas vivimos, y por las rocas soñamos, y por las rocas viajamos
y por las rocas bebemos, arena diamante, verde húmedo, en tanto suelo seco.
¿Qué será, cuando nuestra sangre se diluya en las aguas de aquellos puertos,
de un pueblo que fue villa y hoy es este colectivo de hombres sedientos? ¿Serán siete, nueve u once,
las marinas, sin desestimar aquellos puentes? Marinas como estrellas de sales propias de luces que viajan
después de la muerte.
Marinas de viento, de ese viento volador del valle ¡Hable, ingeniero! ¡No calle! Ha muerto Federico Stavelius,
ese traidor usado para escarmentar la osadía de vivir con lo nuestro en el primer dique monumental.
El Coloso del siglo diecinueve ¡Ha muerto Stavelius, ingeniero!
¡Hable! ¡Hable sin miedo, ni vergüenza! Hable, para que no hablen los poetas. Hable, para que vuelvan los que se fueron.
¡Responda, ingeniero! Si no, lo harán los periodistas. Responda; si las aguas volverán a ser navegables,
y si se podrán construir los puertos. ¡Llame, ingeniero! ¡Y…, ni se le ocurra, convocar por sus nombres
a quienes vendieron lo impensado! Llame a los que sembraron cepas de frambuesa y lambrusco en La Cuesta,
a los que construyeron el templo “Buon vino” donde se servían el elixir y los manjares
de la Creación con aroma y color a mora, a frutilla, como celebración a los remotos orígenes de un italiano
que vino a quedarse y se quedó en el vino para irse de nuevo. Llame a los albañiles, caleros, mineros,
forasteros y picapedreros que se jugaban la voluntad a los naipes en lo De Simone, y de noche
se transformaban en cuchilleros duros de atrapar duros al pelear ariscos como las minas de mica, feldespato y cuarzo,
pero que brillaban a la luz de las mañanas.