Vidal Mario

Con tres mil hombres, López invade el Brasil

(Tercera Nota)                           

A principios de noviembre de 1864, todo se precipitó: Brasil invadió el Uruguay y la prensa argentina le preguntaba a López si se animaba a cumplir con su promesa de acudir en ayuda de los orientales.

En realidad, independientemente de lo que podría o no haber sucedido entre el Brasil y el Uruguay, López ya había elegido el trágico camino de la guerra.

Para eso había preparado hombres en lugares como Cerro León, y para eso había mandado comprar armas en Europa.

El ingeniero inglés George Thompson, a quien ya citamos en una nota anterior, recordó el 18 de junio de 1869 que López “tenía la idea de que el Paraguay sólo podría hacerse conocer por la guerra. Su ambición personal lo precipitaba por ese sendero”.

En esos días en que Brasil invadía el Uruguay, estaba anclado en el puerto de Asunción el barco de pasajeros brasileño Marqués de Olinda, entre cuyos pasajeros estaba el nuevo gobernador de Matto Grosso, Carneiro Campos.

El 12 de noviembre de 1864, “a consecuencia de la invasión de la Banda Oriental por los brasileros”, López ordenó capturar dicho barco, que ya había zarpado del puerto de Asunción y navegaba a considerable distancia, rumbo al Matto Grosso.

El vapor Tacuarí lo persiguió, lo alcanzó, y lo trajo de vuelta al puerto. Todos los pasajeros fueron apresados, encerrados en un galpón, y considerados prisioneros de guerra.

El embajador brasilero en el Paraguay, Vianna de Lima, protestó enérgicamente contra la captura, sin previa declaración de guerra, de dicha nave.

“Los tiempos modernos no ofrecen ejemplo de atentado semejante”, apuntó el diplomático, y pidió sus pasaportes para abandonar el Paraguay en el mismo barco.

Pero el gobierno no dejó salir más al barco, y tampoco al embajador que había protestado.

Afortunadamente, el embajador estadounidense en Asunción, Washburn, logró que se pusiera a disposición suya el vapor Paraná, para llevarlo a su país.

De no haber sido por la intervención del representante norteamericano, Vianna de Lima hubiera corrido la misma suerte del infortunado Carneiro Campos y de la mayoría de los pasajeros del Marqués de Olinda, quienes murieron en cautiverio.

El 19 de noviembre, siete días después del apresamiento del barco brasilero, López publicó esta proclama en el diario oficialista El Semanario:

“Brasil ha invadido el Uruguay. Consecuentemente, el Paraguay ya no puede menos que declararse en guerra abierta con el Brasil. Mejor definida no puede estar la situación política del Paraguay con respecto del Brasil: estamos en guerra”.

López invade Brasil

El 24 de diciembre de 1864, un día antes de Navidad, partió una expedición invasora al Matto Grosso, al mando del entonces coronel Barrios, cuñado de López.

Tres mil soldados paraguayos bien pertrechados y apoyados por cinco vapores de guerra, tres goletas y dos chatas, partieron del puerto de Asunción.

Al despedirlos, López les pidió: “Soldados, mostrad al mundo entero cuánto vale el soldado paraguayo”.

La primera en caer en manos de los invasores (28 de diciembre) fue la fortaleza de Coimbra, ubicada al pie de una montaña. Después cayeron Albuquerque y Corumbá, ciudades donde los soldados paraguayos hicieron un saqueo generalizado.

Todos los habitantes de Corumbá huyeron despavoridos hacia las selvas vecinas, pero el coronel Barrios los hizo traer a todos de vuelta, y les tomó declaraciones a los hombres. Los que no sabían responder eran azotados o muertos.

Las mujeres encontradas escondidas en los bosques “fueron escandalosamente tratadas y robadas”, cuenta un testimonio.

Un hombre y su hija fueron llevados al buque de Barrios, y el anciano rehusó dejar a su hija con éste. Le hicieron un simulacro de fusilamiento, y lo echaron afuera. La chica quedó en poder de Barrios, para lo que el lector se imagine.

Otras mujeres fueron remitidas al Paraguay, para sirvientas de algunas familias pudientes de Asunción.

En el marco de esta expedición, quedó registrada la persecución del vapor Yporá al buque brasileño Añabay.

Cuando la perseguida nave brasileña fue alcanzada, muchos soldados y civiles que iban a bordo se arrojaron al agua. Los que no alcanzaron a tirarse al agua, fueron pasados a cuchillo.

El teniente Herreros, jefe del Yporá, mandó hombres en busca de los que escaparon. Todos los capturados fueron asesinados. Cortaron las orejas a los muertos y, ensartándolas en cuerdas, las colgaron en los obenques del barco.

Tiempo después, cuando el Yporá regresó a Asunción, todavía estaban allí esas orejas, colgando, pero fueron inmediatamente retiradas por “orden suprema”.

La operación invasora a cargo del coronel Barrios fue completada con otra a cargo del coronel Resquín. Irónicamente, los dos serían fusilados después por López.

Ésta segunda expedición salió de Concepción con 2.500 hombres de caballería y un batallón de infantería.

El éxito de ambas invasiones fue celebrado en Asunción con bailes interminables, conciertos, serenatas y manifestaciones populares de todo tipo.

Un mes después, 26 de enero de 1865, el embajador brasilero en Argentina, José María De Silva Paranhos, envió una nota al canciller Rufino de Elizalde y a todos los embajadores acreditados en el país para dar cuenta de ambas invasiones.

“Contando con la ventaja de la sorpresa, el Paraguay ha invadido el Brasil, llevando sus armas a poblaciones indefensas de la provincia de Matto Grosso”, decía la circular.

Tras señalar que “aquella remota provincia brasilera es víctima a estas horas de la devastación y atrocidades que van practicando sus invasores”, anunció que Brasil “repelerá con la fuerza a su agresor”.

El mensaje de Paranhos terminó advirtiendo: “la responsabilidad de la guerra entre el Brasil y la República del Paraguay, pesará exclusivamente sobre el gobierno de Asunción”.

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