Israel usa la tregua para seguir golpeando
Por Mariano Saravia
Magister en Relaciones Internacionales
La tregua firmada entre el Estado de Israel y la milicia libanesa Hezbollah, es letra muerta. Ambos bandos se acusan mutuamente de violar el alto el fuego, y la llamada “comunidad internacional” es cómplice por su indiferencia. Más allá de querer colgarse una medalla por el logro, la saliente administración Biden es responsable de lo que está pasando, porque sin una fuerza internacional que obligue a las partes a respetarlo, el acuerdo nació muerto. Por razones muy distintas y discutibles, la ONU y el mundo ocupa militarmente Haití cada vez que quiere, pero no se animan a mandar una fuerza multinacional al sur de El Líbano, donde la potencia ocupante e imperialista, Israel, mantiene la prepotencia y en estos mismos momentos, está impidiendo a cientos de miles de civiles volver a lo que queda de sus casas.
Pero nada de esto es producto de la casualidad, sino de una estrategia perversa de una potencia neocolonial que no para en sus ansias de expansión territorial, incluso a costas de un plan genocida, que pareciera tener etapas, estrategias y velocidades. En El Líbano, Israel dejó en un mes casi 4 mil muertos, 10 mil heridos y más de un millón de desplazados, además de los terribles daños materiales. En Gaza, en cambio, en poco más de un año, lleva 45 mil muertos, 11 mil desaparecidos y más de 200 mil heridos. A esto, hay que sumarle la devastación de la infraestructura, que también es parte del genocidio. Porque genocidio no sólo es exterminar a un grupo humano, no sólo es la muerte concreta, sino también hacer imposible la vida. Parece un juego de palabras, pero es muy simple: una cosa es matar directamente, y otra cosa es generar las condiciones para que esa o esas personas no puedan vivir. Parece distinto, pero es lo mismo. Y eso es lo que busca Israel en Gaza. Y también en Cisjordania, con una estrategia diferente, menos destrucción y más Apartheid, pero igualmente impedir la vida normal de un pueblo en su tierra.
El ministro de Finanzas del gobierno de Israel, Bezalel Smotrich, lo dijo claramente hace unos días: “Es posible crear una situación en la que Gaza tenga menos de la mitad de su población actual dentro de dos años” Esta barbaridad, parte de un plan de limpieza étnica, la dijo en una reunión del Consejo de Yesha, la organización que agrupa a los colonos judíos en la Cisjordania ocupada y Jerusalén Este. Según este ministro de extrema derecha, fascista, y él también colono, “Israel debe promover la migración voluntaria”. “No tenemos que tener miedo de esta palabra (ocupación) No costará demasiado dinero, e incluso si así fuera, no deberíamos tener miedo de pagar por ello”.
El ministro de Seguridad del gobierno de Israel, Itamar Ben Gvir, por su parte, dijo que “sin asentamientos, no hay seguridad”. Es decir, seguir promoviendo las colonias judías en territorios palestinos, hasta ocupar todo lo que según la ONU debería formar, en algún momento, el Estado de Palestina. Adiós entonces a la ilusión de una paz basada en dos Estados para dos pueblos.
Queda claro cuál es el plan de Israel, borrar del mapa a los palestinos y ocupar todo el territorio para siempre. Y si eso no lo dice abiertamente el primer ministro Benjamín Netanyahu, es solamente por hipocresía, porque sí lo dicen ministros importantes de su gobierno. Clarísimo.
El Gran Israel
«En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates». Esta frase está en el Génesis (15:18), y está en el fondo de los argumentos de los colonos que están ocupando ilegalmente e ilegítimamente Cisjordania, la tierra del pueblo palestino. Ellos alegan, contra toda ley internacional, un boleto de compraventa que les entregó Dios. Así de simple y así de ridículo.
Pero si uno profundiza en estos argumentos de los ultra ortodoxos, parte importante del gobierno de Israel, la expansión colonialista del sionismo no se contentará nunca con la Palestina, irá mucho más allá. De acuerdo con esta idea, el Gran Israel del que habla la Biblia ocuparía la totalidad de Palestina, El Líbano, Jordania, un pedacito de Turquía, el 70 por ciento de Siria, el 50 por ciento de Irak y el 33 por ciento de Arabia Saudita. Y no solo lo dijo Jeovhá, sino que lo repitió el fundador del sionismo, Theodor Herzl: “Un Estado judía desde el río de Egipto hasta el Éufrates”.
Volviendo al presente, el ya mencionado ministro de Finanzas Smotrich, dice en una entrevista televisiva del mes pasado que “Israel debe expandirse poco a poco por Oriente Próximo. Está escrito que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco”.
Hace cinco meses se viralizó una foto de un soldado israelí ocupante de Gaza con un brazalete en su brazo y el mapa del Gran Israel. Y hace dos meses, Amichai Chikli, Ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel, tuiteó que “El Líbano, Siria e Irak no cumplen actualmente con las definiciones de Estado, por lo que habría que recalcular la línea fronteriza del norte de Israel”.
Por último, Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los territorios palestinos, en una entrevista con la televisión turca, dijo: “La idea del Gran Israel está detrás de los últimos movimientos de Netanyahu. El Gran Israel comienza con la anexión de lo que queda de la Palestina histórica, pero no estoy segura de que termine allí porque ahora la gente en Israel está hablando abiertamente sobre si el Líbano es un país soberano o si Israel debería reocupar el Líbano”.