Opinión

La esencia colonialista del sionismo

Por Mariano Saravia, Magister en Relaciones Internacionales
sábado, 14 de diciembre de 2024 · 09:40

Pasó el día internacional de solidaridad con el pueblo palestino y también en Córdoba hubo actividades. Este viernes, en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, hubo una concentración coordinada por la Comisión de Solidaridad con Palestina de Córdoba. Hubo música, poesía y una charla debate sobre la base colonial que da lugar al sionismo, que hoy lleva adelante el genocidio de Israel contra el pueblo palestino.

En esa sola frase confluyen dos conceptos muy contundentes: genocidio y colonialismo.

¿Por qué es un genocidio?

Porque lo que está haciendo Israel contra el pueblo palestino es claramente un genocidio, a la luz de la Convención para la sanción y prevención del genocidio, de la ONU de 1948, que establece que genocidio es el intento de exterminar un grupo humano, e incluye acciones tales como matanzas masivas, traslados de población o hacer imposible la vida humana.

Todo eso se cumple con creces en la Franja de Gaza, donde Israel, en poco más de un año, ha asesinado a más de 45 mil personas. Eso es evidente y desde la ONU hasta el Tribunal Penal Internacional de La Haya acusan a Benjamín Netanyahu de genocida. Pero también es genocidio lo que hace Israel en Cisjordania, donde un sistema de Apartheid impide la vida humana.

Y en la base de este genocidio está el colonialismo. Hoy en Cisjordania hay 124 colonias ilegales con más de 800 mil colonos israelíes, y en el gobierno de Netanyahu ya se habla de recolonizar Gaza también. Es decir que hay colonialismo por expropiación de territorio, desplazamiento de poblaciones originarias e implantación de poblaciones foráneas. Todo bajo la justificación colonialista y racista de que es una cultura “avanzada” contra una “atrasada”.

En el origen, el colonialismo europeo

Estamos hablando de pueblos hermanos, el judío y el árabe. Ambos descendientes de Abraham, quien con Sara tuvo a su hijo Isaac, padre del pueblo judío, y con Hagar tuvo a su hijo Ismael, padre del pueblo árabe. Ambos semíticos.

Luego Isaac tuvo como descendientes a Jacob y a Esaú, las 12 tribus, la esclavitud en Egipto, Moisés y la liberación, la vuelta a la tierra prometida, el esplendor con Saúl, David y Salomón, la esclavitud de los babilonios, otro retorno, hasta que llega el despojo final a manos de los romanos, en el año 70 de nuestra era. A partir de ahí, la diáspora judía por toda Europa y el norte de África.

Durante siglos, judíos y árabes musulmanes convivieron en Al Ándalus, mientras los reinos cristianos de Europa emprendían 11 guerras santas que llamaron “Cruzadas” hacia “Tierra Santa”.

Y empieza una larga lista de expulsiones de judíos. En 1290 Eduardo I los expulsa de Inglaterra y en 1306 Felipe IV llamado “El Hermoso” los expulsa de Francia.

En 1492 los Reyes Católicos expulsan a los judíos de Castilla y Aragón y en 1497 son expulsados de Portugal. Ya en 1516 surgen los guetos en Venecia y más adelante serán expulsados de Alemania, Lituania, Silecia, Crimea, Austria y Hungría.

Los sefaradíes (provenientes de España) se ubican en todo el norte de África y en Medio Oriente, mientras que los ashkenazíes se ubican al este del río Rhin (Ashken).

A fines del siglo XIX se da el caso Dreyfuss, un caso de antisemitismo en Francia contra un oficial del ejército. Y en 1897 surge el sionismo como ideología tendiente a conseguir un Estado para este pueblo perseguido. Sin embargo, como hemos visto, en la larga historia de persecución al pueblo judío, no fueron los árabes los responsables, sino principalmente los europeos.

Teodoro Herzl, un judío europeo, escribe en 1895 un libro llamado El Estado judío, en el que dice, entre otras cosas: “¿Cuál elegir: Palestina o Argentina? La Sociedad Sionista tomará lo que se le dé y hacia lo que se incline la opinión general del pueblo judío… La Argentina es, por naturaleza, uno de los países más ricos de la tierra, de superficie inmensa, población escasa y clima moderado. La República Argentina tendría el mayor interés en cedernos una parte de su territorio. La actual infiltración de los judíos los ha disgustado, naturalmente; habría que explicar a la Argentina la diferencia radical de la nueva emigración judía. Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. Su solo nombre sería, para nuestro pueblo, un llamado poderosamente conmovedor. Si Su Majestad el Sultán nos diera Palestina, podríamos comprometernos a regularizar las finanzas de Turquía. Para Europa formaríamos allí un baluarte contra el Asia; estaríamos al servicio de los puestos de avanzada de la cultura contra la barbarie… Mantendríamos relación con toda Europa, que tendría que garantizar nuestra existencia”.

Faltaba lo peor todavía

Con la Primera Guerra Mundial se desmoronan los grandes imperios, entre ellos el Imperio Otomano, que se reparten entre Francia e Inglaterra con el acuerdo Sikes-Picot de 1916. En 1917 la Declaración Blafour dice que el Imperio Británico “vería con buenos ojos un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”. Pero el problema es que esa era la tierra de los palestinos.

Es decir, es falsa aquella ecuación de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.

Allí sí había un pueblo, que empezó a verse invadido por la llegada cada vez mayor de europeos judíos. Este fenómeno se incrementó con el Holocausto del nazismo y la complicidad de los aliados que no recibieron a los refugiados judíos, ni Estados Unidos, ni el Reino Unido, ni ningún otro país occidental.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, comenzó la ola independentista con El Líbano, Siria y Jordania. No se cumplió la promesa inglesa de permitir un gran Estado árabe fuerte y unido, y la tierra de Palestina fue dividida en dos. Comenzó la Nackba (catástrofe) para los palestinos.

Grupos terroristas judíos iniciaron una guerra sucia, exterminaron a 800 mil palestinos y arrasaron con 530 aldea. Los árabes intentaron oponerse, pero siempre fueron derrotados por una fuerza bélica superior, sostenida por el colonialismo y el imperialismo europeo.

Hubo guerras en 1948, 1956, 1967 y 1973. Todas ganadas por la potencia colonialista ocupante.

Tanto Hezbollah como Hamas no existían. La guerrilla chiíta Hezbollah se creó recién en 1982 cuando Israel atacó y ocupó El Líbano. Y Hamás se formó en 1986, pero el conflicto ya existía desde mucho antes.

La ONU, a través de resoluciones, llama permanentemente a Israel a volver a sus fronteras previas a 1967, resolver el problema de los refugiados palestinos que expulsó en 1948 y respetar a Jesusalén Este como futura capital del Estado de Palestina. Pero el colonialismo de Israel no sólo no acata esas resoluciones, sino que hace todo lo contrario, sigue expandiéndose, aunque para eso haga falta potenciar el genocidio contra el pueblo palestino.

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