El mundo en crisis

En política internacional, el 2024 fue un año nefasto

por Mariano Saravia (Magister en Relaciones Internacionales).
sábado, 28 de diciembre de 2024 · 22:17

Termina el año y siempre estas fechas son excusa para análisis y repasos. En el caso de la política internacional, el 2024 fue un año muy cargado, donde pasaron muchísimas cosas, quizá eclipsadas en la Argentina por todo lo que pasó con el primer año de gobierno de Milei.

Cualquier elección siempre es aleatoria, pero vamos con los hechos que para nosotros son los sobresalientes del año que se va.

Genocidio contra el pueblo palestino. Es necesario titular así, porque efectivamente no se trata de una guerra, como dicen los medios hegemónicos de Occidente. En realidad, provocado por el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023, lo que se desató a posteriori, y se potenció durante todo el 2024, fue un verdadero genocidio. Al punto que el Estado de Israel ha exterminado hasta ahora a más de 50 mil personas, seres humanos, la mayoría niños, ancianos y mujeres. La Franja de Gaza está totalmente destruida, y la potencia agresora no duda en atacar escuelas y hospitales, muchas veces con presencia de la ONU. De hecho, la acusación de genocidio contra Benjamín Netanyahu y su gobierno de Israel, viene tanto de la ONU como de la Corte Penal Internacional de La Haya. Pero más allá de Gaza, Israel también viene profundizando el régimen de Apartheid en Cisjordania, lo cual también significa un genocidio, porque no permitir la vida, es otra forma de matar.

Regionalización del conflicto. Además del genocidio contra el pueblo palestino, Israel hizo todo por regionalizar el conflicto, atacando a El Líbano, Siria, Irán y Yemen. Con la excusa del terrorismo, desplegó todo su terrorismo de Estado y su condición de “Estado paria”, porque Israel es un Estado que se pone permanentemente fuera de la ley internacional. En junio asesinó a Ismail Haniyeh, el entonces líder de Hamás, y lo hizo en Teherán, mientras el líder palestino participaba de la asunción del nuevo presidente iraní. Una clara violación de la soberanía iraní que no tiene nada que ver con su problema con Hamás. Fue un ataque a Irán, que generó, obviamente, la respuesta de la República Islámica, que por primera vez en su historia atacó con misiles territorio israelí. Luego vino el episodio de los beepers y de los walkie talkies contra las milicias de Hezbollah en El Líbano, a lo que siguió un ataque generalizado que dejó más de 20 mil muertos hasta el momento, la mayoría civiles. Atacó todo el sur de El Líbano y borró del mapa barrios enteros de Beirut. En medio de esos ataques, asesinó al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah. Pero también siguió con ataques a Siria y, lo más reciente, contra Yemen. En los últimos días atacó el aeropuerto de Saná, con una delegación de la Organización Mundial de la Salud y su secretario general presente. Nada le importa a un Estado como el de Israel, desbocado, cada vez más asesino y que no se da cuenta que su crueldad será su sentencia de suicidio.

Caída de Bashar Al Assad. Una buena para Israel fue la caída del gobierno de Siria, derrocado después de 14 años de “guerra civil” por los terroristas financiados por Occidente, y principalmente por Turquía y, más indirectamente, Israel. Estos terroristas hoy se hacen llamar Organización para la Liberación del Levante, pero son los mismos que antes se llamaban Frente Al Nusra y eran un eslabón de Al Qaeda. Gobernaban desde hace años la región nordoccidental de Idlib, en una Siria que desde hace tiempo ya había sido balcanizada por Occidente. Pero fue sorprendente cómo en diez días tomaron el poder, primero en Alepo, luego en Homs, luego en Hama y, finalmente, en Damasco. Lo que más sorprendió fue la falta de reacción del ejército sirio, y ante esto, sus aliados estratégicos, Rusia e Irán, esta vez se retiraron de la escena. El mundo occidental y los medios hegemónicos presentaron el hecho como positivo, llamando “rebeldes” a los terroristas y dictador a Al Assad, que se refugió con su familia en Rusia el 8 de diciembre.

Crisis en Venezuela. El 28 de julio hubo elecciones en Venezuela y ganó la reelección el presidente Nicolás Maduro. Pero inmediatamente, como ha hecho desde hace 25 años, la oposición de derecha salió a denunciar fraude, contando con el eco de la internacional de la derecha mediática. La líder de la derecha, María Corina Machado, y su candidato Edmundo González Urrutia, intentaron una resistencia desestabilizadora, pero su capacidad de convocatoria y movilización se fue desinflando, a pesar de todo el financiamiento y apoyo mediático de Estados Unidos y Europa. Exigieron que el gobierno mostrara las actas del escrutinio, pasando por alto los mecanismos institucionales de Venezuela, y, sobre todo, pidiendo algo que nunca nadie pidió en otros países. En las elecciones de 2020 en Estados Unidos, Donald Trump denunció fraude electoral y Joe Biden nunca mostró las actas, pero nadie apuntó a Estados Unidos como una dictadura. En Brasil, en las elecciones de 2022, Jair Bolsonaro también denunció fraude, pero Lula da Silva tampoco se molestó en mostrar las actas. Nadie dijo que en Brasil no hay democracia.

Finalmente, el 8 de setiembre González Urrutia abandonó Venezuela y se instaló en España, desde donde amenaza que va a volver en los próximos días para asumir como autoproclamado presidente el próximo 10 de enero.

La guerra de Ucrania se regionaliza. Fue el tercer año de la guerra que enfrenta, en realidad, a Rusia contra la OTAN, y que se desarrolla principalmente en Ucrania. La novedad fue la irresponsabilidad de Occidente que permitió por primera vez que Kiev usara sus armas de largo alcance, sobre todo misiles, contra territorio ruso. Eso es irresponsable y peligroso porque significa básicamente una agresión de esos terceros países (Estados Unidos, Reino Unido, entre otros) a Rusia. Y Moscú, si quisiera, podría atacar a esos países en legítima defensa. Eso sí significaría una guerra mundial. Mientras, murió el primer soldado norcoreano en territorio ruso y este hecho también incorpora un nuevo elemento en la regionalización del conflicto. En las últimas semanas se nota la desesperación del gobierno saliente de Biden por dar todo el apoyo que pueda a Zelenski, antes de la asunción del nuevo gobierno en Washington.

Victoria de Donald Trump. Finalmente, las elecciones en Estados Unidos, que sorprendieron, no tanto porque no pudiera darse, sino por la forma. El triunfo de Trump fue muchísimo más contundente de lo que cualquier encuesta podía prever. Ganó en los 7 estados llamados bisagra, que definen una elección, y ganó el voto popular con amplitud. Fue tan claro su triunfo, que tendrá el control de las dos cámaras en el Congreso. Ya anunció medidas de claro tinte fascista, machista, xenófobo y racista, como “la mayor deportación de inmigrantes de la historia”. Sin embargo, en el plano económico hay muy malas noticias para la Argentina de Milei, porque lejos de una política neoliberal, Trump anuncia productivismo y proteccionismo, lejos de las fantasías de los tratados de libre comercio. Habrá que ver si Trump cumple con esas promesas. Lo mismo podríamos decir de su política exterior, ya que ha prometido que se retirará de las guerras “ajenas” y dejará de mandar fondos a gobiernos como el de Ucrania. Esa podría ser una clave que obligaría a Kiev a negociar con Moscú y terminar con una guerra que en febrero cumplirá tres años.

¿Qué nos espera en política internacional para el 2025? Puede ser un buen disparador para otra columna en los próximos días.

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