Cambio de gobierno en Siria
Por Mariano Saravia
Magister en Relaciones Internacionales
Este domingo cayó Damasco, la capital de Siria, en manos de un grupo islamista llamado Hayat Tahrir Al Shan, o en castellano Organización de Liberación del Levante. Es una ramificación de lo que antes se llamó Frente Al Nusra, dentro de Al Qaeda. Su líder, Abu Mohamed Al Jolani, pasó años en una cárcel estadounidense de Irak y hasta hoy está catalogado por Washington como terrorista global. Sin embargo, el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, saludó la caída de Bahar Al Asad, un histórico aliado de Rusia y de Irán.
Al Asad, ahora exiliado en Moscú junto a su familia, es parte de un clan que gobernó Siria desde que su padre, Hafez, dio un golpe de Estado en 1970. En el año 2.000 fue Bachar el que reemplazó a su padre, hasta ayer. Son parte de una minoría religiosa, los alauitas, dentro del Islam chiíta, en un país con mayoría sunnita. Sin embargo, se caracterizaron durante estos 54 años por la tolerancia religiosa, no sólo hacia otras ramas musulmanas, sino también hacia los cristianos y hasta judíos.
En la práctica, más allá de muchas críticas que se le pudieran hacer, el régimen del clan Al Asad funcionaba como un régimen laico, y había logrado la estabilidad y cierto bienestar para la población, hasta el inicio de la agresión wahabista (corriente extrema del Islam) con Al Qaeda primero y con el Estado Islámico después. Desde 2011, se calculan en Siria más de 200 mil muertos y más de seis millones de desplazados.
Ahora, Al Jolani se presenta como más moderado, y desde las filas de los yihadistas se dijo que luego de estabilizar el país, pretenden entregar el poder a un gobierno civil, aunque no explicaron cómo se elegiría ese gobierno.
Lo que más sorprende es la rapidez y facilidad con que los grupos rebeldes, durante muchos años limitados a la región del Idlib, avanzaron en las últimas semanas. El 27 de noviembre tomaron la ciudad de Alepo, y luego, rápidamente comenzaron a bajar, ocupando Homs y Hama. Finalmente, el domingo 8 entraron a Damasco, prácticamente sin oposición ni combates.
¿Qué había pasado? Por un lado, el ejército sirio se había debilitado mucho luego de años y años de lucha contra los terroristas. Por otro lado, el gobierno sirio quedó solo, sin los necesarios apoyos internacionales, por varios motivos que pasamos a detallar, país por país.
Turquía. El gobierno de Erdogan, cada vez más islamizado, viene apoyando a los rebeldes sirios desde hace años, al tiempo que en el noreste de Siria bombardea sistemáticamente a los kurdos, históricos enemigos de los terroristas.
Israel. Fue fundamental en este desenlace, por su campaña agresiva contra El Líbano y principalmente contra la milicia chiíta Hezbollah, que se debilitó mucho y perdió su capacidad de apoyar y defender a Damasco.
Irán. También preocupado por la creciente tensión con Israel, y golpeado por los resultados bélicos de Israel en Palestina y El Líbano, quitó apoyos a los sirios.
Rusia. Muy ocupada por la guerra contra la OTAN que se libra en Ucrania, y también en parte de su propio territorio, también quitó el apoyo a Siria. Rusia habría negociado con los rebeldes, hoy en el poder, para poder mantener su base naval de Tartus sobre el Mediterráneo, y su base aérea de Jmeini en Latakia.
Ahora bien, ¿quiénes se benefician y quiénes se perjudican?
Se perjudica Rusia en primer lugar, que durante mucho tiempo sostuvo el gobierno de Al Asad, sobre todo bombardeando desde el aire las posiciones rebeldes en el norte.
Pero sobre todo se perjudican Irán, El Líbano y Palestina, que ya no tendrán un corredor territorial que garantice, como hasta ahora, el suministro de armas, combatientes y mercancías.
Y se beneficia, en primer lugar, Turquía, que ve crecer su influencia sobre la región. También Israel, que ya mandó a potenciar su presencia militar en los Altos del Golán, territorio sirio ocupado ilegalmente por Israel desde 1967. Israel ya anunció que abre un nuevo frente bélico en Siria, el que se suma a los de El Líbano y Palestina. Pareciera que estos movimientos y divisiones en el mundo árabe, beneficia las ansias expansionistas del sionismo.
Por último, también se beneficia Estados Unidos, o por lo menos la visión del presidente saliente Joe Biden, que se apuró a mover estas fichas en el gran tablero de la geopolítica mundial, antes de que asuma Donald Trump con su nueva doctrina de recluirse puertas adentro. También Biden, con esto, deja activada una bomba de tiempo para su sucesor. Ya lo decía Henry Kissinger, en una entrevista de 2013: “Me gustaría ver a Siria como un país desintegrado, balcanizado, con más o menos regiones autónomas”. Éste es el peligro que corre Siria, y, ya se sabe, a río revuelto…