La mirada de un pensador carlospacense
Otra vez el lago
por Aldo Parfeniuk (Ensayista, poeta y periodista)En estos días de encendidas disputas políticas vuelvo sobre el lago, el lago de todos. No solamente para compartir un par de poemas que me dolió escribir, por lo doloroso y desesperanzado, sino para arrimar una mirada que quizás sirva para algo: “cada uno da de sí lo que puede…”, me decía hace años el poeta José Canevari mientras me mostraba los poemas que le regalaba a los médicos que lo atendían. En distintas épocas escribí con una mirada desde lejos en el tiempo, alimentada por la nostalgia que nos deja lo perdido; lo que además quedó unido para siempre a días irrepetibles, como los de la infancia y la juventud. Esta de ahora es una mirada que no suele ser la preferida de quienes esperan leer algo sobre cómo solucionar en la práctica lo que está mal y es difícil -si no imposible- remediar, y que nos perjudica a todos; pero de lo cual se aprenden lecciones que pueden servir a otros. Poniendo la vara de los valores un poquito más alta que los de nuestros intereses locales, y ya que solo se puede emparchar precariamente la situación de este lago invitemos a cuidar lo que todavía está sano y puede salvarse: los muchos embalses que son el lujo de Córdoba y cuyas costas en poco tiempo más serán acosadas por los desarrolladores inmobiliarios. Nuestro caso es una señal de alarma y un aviso para la vida de los restantes lagos de la Provincia (muchos de ellos, recordemos de paso, debidos a la gestión del gobierno de Sabatini) Si no se preserva lo que queda de sus costas, mediante nuevas leyes, protocolos, antes de que se edifiquen sobre ellas y del cinturón de verde intocable de un extensión que garantice la respiración del espejo de agua, esos lagos -hijos y nietos de nuestro San Roque- también terminarán como tristes depósitos de deshechos, como resumidero: a esto ya lo está padeciendo también Los Molinos. El problema es multicausal, por lo tanto de abordaje multidisciplinario y multipolítico/institucional. Las cloacas son solo una porción del parche. Una gran parte de Carlos Paz construida en los últimos años -Villa del Lago al sur por ejemplo, que vive pegada al embalse- genera contaminación subterránea : los embalses son naturalmente depresiones receptoras de todas las napas subterráneas que los rodean. Algo parecido es intentar filtrar la desembocadura de ríos y arroyos o la limpieza mecánica de algas y desechos. La cuestión es que si a los lagos no se los declara reales santuarios del ambiente y el paisaje, en lugar de atractivos turísticos para fotos o hidropedales van camino a terminar siendo embalses cada vez más tóxicos, desinfectados y maquillados cada vez con más químicos.
Para proponer soluciones -quizás no haga falta aclararlo- siempre se quiere escuchar la palabra del cientista duro, que mide las condiciones del suelo, el aire y el agua, y que pocas veces logramos entender, debido a que carecemos de una formación adecuada. Lo más frecuente es oír declaraciones oportunistas de boca de políticos y/o comunicadores que construyen sus discursos (y el ambientalismo es un discurso argumentativo, como el político, que persigue convencer más que decir la verdad) acomodando los datos duros de acuerdo con intereses sectoriales.
Volviendo a lo poético-afectivo: tanto como aprendiz de pescador, de la mano de mi padre y con vecinos que en temporada hacían buenas diferencias vendiendo en hosterías y hoteles de la Villa sabrosos y saludables pejerreyes de casi un kilo; cuanto como nadador participante en apuestas sobre velocidad y distancias recorridas en cualquiera de los tramos embalsados; o vocacional guardavidas de turistas en los balnearios próximos al Puente Central y al Puente Uruguay, la etapa más intensa de mi vida está unida al río y al lago San Roque. A los que le hemos cantado desde siempre, y que sin cansancio hemos disfrutado y retratado, recreando, imaginándolo de una y mil maneras.
Hoy en día, padre enfermo y agonizante, el San Roque, resignadamente, sigue recibiendo una cada vez más creciente carga de detritus, año tras año. Acorralado por sangrías y volcamientos desde sus propias orillas superpobladas y, desde abajo, por napas freáticas cada vez más cargadas de contaminantes (cloros, microplásticos, aceites, detergentes, medicamentos, materia fecal, metales pesados…) cada vez más intensos y menos degradables.
Aquí, en la Villa en la que me crié nadando y pescando en sus aguas, hoy por hoy, los distintos espacios de poder, en lugar de ponerse de acuerdo para que al menos nuestro lago se mantenga como postal turística, maquillado y en terapia intensiva, no tienen reparos en contaminarlo con el metal pesado de la política de estos tiempos.
En otras épocas, quienes hicieron las instituciones y las obras básicas de la ciudad (su municipalidad, su cooperativa de aguas y de teléfonos, su hospital, su biblioteca púbica, sus clubes deportivos, su Banco Cooperativo, sus centros de enseñanza y hasta su Secretaría de turismo…) fueron grupos de vecinos pertenecientes a ideologías y partidos políticos opuestos. Sin embargo tenían la capacidad de pensar, más allá de las diferencias, que con tales obras se beneficiarían todos, por lo que debían superar cualquier diferencia, política, religiosa o social. Yo pertenezco a esa generación. Y la extraño.
Desde el 2007 hasta jubilarme en el 2015, me tocó representar a la Facultad de Lenguas de la UNC ante un grupo de no más de siete Facultades, desde el cual poco tiempo después fundamos el actual ISEA (Instituto Superior de Estudios Ambientales) hoy conformado por las 15 Facultades de la UNC, con sede en la Ciudad Universitaria y cuya función es asesorar, promover, avalar y llevar a cabo proyectos de investigación de cuanto tenga que ver con lo ambiental. Al integrarme, y sin pertenecer al área de las Ciencias Físicas y Naturales, requerí información -por razones obvias- sobre el estado del lago. La verdad que encontré fue decepcionante. Y si en aquel momento (hace a más de 15 años) no había esperanzas de revertir su situación, en el tiempo transcurrido hasta ahora, el “progreso” urbanizador de la cuenca del Valle agravó la situación: es lo que hoy tenemos. No pierdo de vista que en ese tiempo las ciencias duras también progresaron y quizás hay nuevos paliativos. Pero solo eso. Y es por esta razón que solo desde la voluntad política y el diálogo inter ciencias y con la comunidad todavía pueden protegerse y salvarse, demostrando haber aprendido algo de la lección, los restantes embalses de Córdoba (y del país por supuesto) Los problemas complejos solamente se resuelven desde la complejidad: no desde la simplificación: claro, siempre que haya voluntad y decisión política.
Por último. Los aportes desde el lenguaje no son menores: desde la divulgación y el análisis de los discursos (el ambientalismo es un discurso argumentativo, como la política) hasta la articulación artística entre naturaleza y poesía (haciendo los Bosques de la Poesía por ejemplo) o la creación poética: intento de toda la vida y sobre lo cual aquí comparto algo con los lectores.
Lago robado
Como el hombre y como el tiempo,
hecho de barro y arena:
en él, ¿seguirá la vida
cuando en nosotros no sea?
I
Ya no podremos seguir diciendo
-como en la lejana infancia-
que cuando se duerme el lago
despierta en su sueño
un niño.
Porque
cuando llenábamos de pesca
el cesto de mimbre de la madre,
poníamos también entre los sueños
(como naranjas recién cortadas
de los árboles de la orilla)
la aventura del lago.
Nadie supo decirnos
qué vendría después.
O no quisieron.
Ni cómo acontecería el asesinato
del agua. Simplemente,
mirando para otro lado
dejaron fluir las noches, los días,
entre los dedos del tiempo
y los de los inversores de las costas.
Lo cierto es que ni el lago
pudo salvar al niño del pantano
(lo mismo que a esa garza
que ahora lucha en vano
para que no la trague el barro)
ni nosotros rescatar
el sueño
que justifique la presencia
del niño en el poema:
que busca mirar la vida
de frente y a los ojos
en el espejo trizado
de este lago
al que ya le hemos robado
todo el lago.
II
ahora, lo único que alcanza
a verse con claridad
son unas sonámbulas
botellas de plástico
boyando
con su mensaje
de maloliente verdín.
Arriba, ya los cielos
saben roto, perdido,
su espejo de mirarse en la tierra,
y caminarla con sus nubes errantes.
Abajo, la bestia de barro
-que nos mira sin ojos-
sigue pidiendo
que le tiramos más muerte:
esa pesadilla con la que cada amanecer
y respirando niebla
el lago se despierta
y tose ,,,
y tose…
Aldo Parfeniuk