Crímines en Sangre en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Voytenco: No podemos olvidar a las víctimas de la masacre de Napalpí
El líder de UATRE, José Voytenco participó junto a Pedro Solans y recordó a los cosecheros y hacheros aborígenes asesinados en NapalpíEl acto de la firma de libros Crímenes en Sangre por parte de su autor Pedro Jorge Solans en el stand 124 de la editorial Sudestada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se convirtió en un faro de resistencia y de conmemoración de las víctimas de las explotaciones, de las masacres de obreros y trabajadores que se producen en nombre de un bienestar que nunca llega. Si bien, el libro con numerosas ediciones ha contribuido a difundir la masacre de Napalpí, ocurrida el 19 de julio de 1924 en el territorio nacional Chaco, nunca fue tan oportuno su convocatoria a horas de un 1° de mayo tan agraviado por las políticas implementadas por e gobierno nacional.
Allí se convocó una multitud que llegó del Gran Buenos Aires, maestros y alumnos de La Matanza perteneciente del Cordón 3 y de la Agrupación Cultural política y educativa “Mary Sánchez”, grupos de la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores de Argentina, (UATRES), escritores músicos y lectores de las obras literarias de Solans. Ellos hicieron de un acto literario en uno de cononotaciones más amplias, y las voces aturdieron los libros.
La música del cantautor Lucas Segovia encendió la chispa del festejo después de escuchar a los editores dueños del stand, Walter Marini, Ignacio Portela y Papen Fernández, al escritor Pedro Jorge Solans quien convocó a la última sobreviviente de la horrenda masacre Melitona Enrique, quien pudo testimoniar lo ocurrido antes de morir y lo hizo ante el escritor que sigue cumpliendo con la promesa de difundir la verdad contra el olvido, la tergiversación oficial de los hechos.
También Solans revindicó a Hugo Montero, escritor y editor cofundador de Sudestada fallecido en pandemia, y dijo que “Sudestada es la casa de la historia y de nuestra identidad, la casa editora que siempre deberá editar los libros que cuentan lo que los poderes borrar, esconder, tapar.
Por último, el escritor que respondió preguntas y se fotografío con su gente, elogió al secretario general de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), quien asistió con su equipo.
Solans dijo que José Voytenco representa fielmente a la historia de los gremialistas que defienden los intereses de los trabajadores de su sector, uno de los más ninguneados en nuestro país. Él no viene de un escritorio, él viene del país profundo, él representa a los más castigados, a aquellos cosecheros, obrajeros, estibadores. Él representa dignamente la sangre de aquellos masacrados en Napalpí. Porque quienes fueron descuartizados en aquel sangriento 19 de julio de 1924, además de ser hermanos aborígenes, santiagueños y correntinos, eran trabajadores rurales, y por eso, Voytenco tuvo su voz en la primera edición de “Crímenes en Sangre” y ahí estuvo él y hoy aquí también está él.
Voytenco, a su término, explicó lo que significó la masacre de Napalpí para los aborígenes, trabajadores rurales.
Los aborígenes trabajadores rurales fueron y son NN
Para Crímenes en Sangre, en el 2007, Solans entrevistó en Resistencia, Chaco. En ese momento, José Voytencoa cumplía funciones como delegado normalizador de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), y delegado de la Obra Social del Personal Rural y Estibadores de la República Argentina, (Osprera), en la provincia del Chaco.
En ese momento Voytnco comparó la Patagonia rebelde, en el Sur; con un Norte rebelde.
(Republicamos esa entrevista)
Para mí lo ocurrido en Napalpí en 1924 fue nuestro Norte rebelde, originado por un grupo de aborígenes, trabajadores rurales, que simplemente trabajaban y plantearon un reclamo por salarios dignos, por sus derechos laborales, y creo que ahí está el centro de la cuestión: quisieron hacer respetar sus derechos como trabajadores.
Cualquier hijo de este país tiene sus derechos y sus obligaciones. Ahí, en ese punto, chocaron los intereses de ambos sectores. Y como pasó muchas veces, los intereses del sometimiento, de tener a la gente hambreada, a la gente sometida, sin ningún tipo de posibilidades, apelaron a la violencia.
Y fíjese usted que esta represión sanguinaria a un reclamo justo se dio en una época que va desde 1910 a 1930. O sea, en este período de tiempo tenemos una Patagonia y un Norte rebelde, donde se cometieron masacres indiscriminadas, sangrientas, por gente sin ningún escrúpulo. Se han cometido verdaderas orgías de sangre con trabajadores, con aborígenes por el solo hecho de reclamar un salario digno.
—El aborigen, como peón rural, ¿tenía conciencia gremial?
No sé si conciencia gremial. Lo que sé es que los aborígenes fueron las
primeras comunidades organizadas que tuvimos. Y creo que marca la necesidad del hombre de manifestarse en comunidad; a partir de la familia, de la tribu, de vivir en una comunidad organizada y ahí surge el derecho de pelear por algo que le correspondía y lo elevase en su calidad de vida.
—¿El cultivo de la soja puede producir otro Napalpí?
Creo que Napalpí, como símbolo de un genocidio, sigue existiendo. Desde ese punto de vista, tenemos un Napalpí vigente, hoy por hoy, generado por el avance tecnológico.
El hecho de abandonar un cultivo social como el algodón, que da la posibilidad laboral a mucha gente con mano de obra intensiva, es un crimen social. Queda sólo un nicho de explotación del hombre por el hombre, porque esos trabajadores rurales, cosecheros y muchos aborígenes siguen siendo NN en el sistema de seguridad social. Siendo NN, al no ser declarado, no puede gozar ningún beneficio, ni siquiera una cobertura social, ni siquiera el beneficio de la jubilación. O sea, sigue existiendo un Napalpí con índice de analfabetismo alarmante, un Napalpí con índice de mortalidad alarmante, un Napalpí con índice de deserción escolar alarmante. Y los hijos de Napalpí que sólo van a la escuela por un simple plato de comida. Esa gente está condenada por un montón de cosas que van más allá del hecho sangriento. Es más duro todavía.
—En la realidad del cultivo de la soja, ¿la tecnología está callando la vida del peón rural?
El cultivo de la soja presenta un factor económico importante, pero no para las economías regionales, porque el dinero que genera no queda en la región. Digamos que es importante para ese pequeño grupo de empresarios, productores que están en el negocio. Para nosotros, como trabajadores rurales —que vivimos de nuestro trabajo en la tierra, es nuestra única industria, es el trabajo en la tierra— este cultivo es contraproducente, porque sembrando 1000 hectáreas de soja significa el empleo de 4 ó 5 peones rurales temporarios. Encima no son permanentes, y va en contra de lo que es un establecimiento agrícola-ganadero. Los establecimientos son los que dan la posibilidad de que un trabajo sea permanente para nuestra gente.
Con la soja se va perdiendo el espíritu del trabajo rural como herrero, domador; cosechero. Y en cierta forma, exige al peón a tener un oficio y ser un trabajador especializado con formación, capacitación permanente, especialización; porque el productor cuando compra un tractor de 400 o 500 mil pesos demanda un trabajador especializado; ya no un trabajador rural, tradicional, genuino. Y generalmente, los trabajos son aprovechados por los hijos u otros parientes del patrón, que no pocas veces son profesionales. O sea que todo está en contra del trabajador rural.
El tema es bastante complejo. El algodón para nosotros es un cultivo social importante, que ofrece al trabajador rural una interesante fuente laboral. Un montón de gente puede trabajar desde la tierra. Desde las chacras viven los pueblos. Genera un circuito económico muy dinámico en las pequeñas ciudades. Por ejemplo, el cocinero trabaja más; lo mismo el almacenero; las tiendas, los bares. Los peones hacen sus compras e invierten en sus propios pueblos. No van a los shoppings, ni a buscar ofertas, ni van a comprar a Resistencia, Corrientes, Córdoba, Rosario o Buenos Aires. Compran en su pueblo y al contado. Lo mismo sucede en el sector forestal como consecuencia de la ambición desmesurada por producir sembrados de soja. La siembra en forma extensiva genera desmonte indiscriminado. Donde antes teníamos bosques, hoy ya no existen. Ahora hay pampas y pampas; ni siquiera dejaron cortinas o cordones naturales. Viene el viento y arrasa el sembrado de soja o de girasol. Sólo se ve una alfombra verde sembrada. Es increíble que estemos polemizando sobre siembras de alimentos cuando tenemos un mundo hambriento. Reflexione a qué límite nos ha llevado el sistema.
Por otra parte, esta es la realidad de un Chaco, cuya economía estaba basada en la cosecha del algodón, en su riqueza forestal y en la ganadería. Hoy pasamos a ser una provincia agrícola con una pequeña incidencia en la parte agropecuaria y la parte forestal prácticamente desapareció. La actividad forestal era en su momento una alternativa que tenía la cosecha del algodón, o sea que terminaba la campaña y se agarraba el hacha y se partía al obraje y de esa forma había trabajo permanente.
—¿Qué se hace para que el peón rural no quede afuera del sistema?
Lo que estamos haciendo es trabajar en la capacitación de nuestra gente, llevando adelante programas de alfabetización, para que por lo menos puedan leer y escribir. Un programa que se llama «PAR», que le permite que en tres meses sepan leer y escribir. Estamos tratando de sacarles las vendas de los ojos y que tengan más posibilidades laborales
—¿Qué pasará cuando se caiga el precio internacional de la soja?
Las tierras van a reventar, como pasó en el Sur. Por eso se vinieron para estas tierras. Además, se está produciendo una soja que no es apta para el consumo humano. Los únicos beneficiados en estas siembras perversas son las grandes multinacionales. Venden sus productos. Venden sus semillas. Venden sus agroquímicos; y lo único que es de ellos, como las tierras, las están envenenando. Nuestras tierras ya están envenenadas, inutilizadas, y hasta ya son contraproducentes para toda la sociedad, porque de una u otra forma, la principal industria del país es la agrícola-ganadera. Todo está contaminado con esta porquería en el país. Son tan voraces que para mejorar un rinde no tienen escrúpulos en envenenar un país, o el mundo. ¿Qué hacemos? Es un doble desafío. Tengo una preocupación constante; y todos los que formamos parte de la actividad rural vemos que desde ningún punto de vista tenemos una solución; mientras un grupo minúsculo de gente se enriquece. Hoy por hoy, nosotros queremos hacer un planteo de parar todo esto. O por lo menos, llamar la atención; pero no tenemos fuerza suficiente, ni siquiera representantes electos como diputados o senadores, que levanten la voz del pueblo y defiendan los intereses no sólo del trabajador rural, sino del país. Hoy tenemos una tragedia. Estamos en la una lucha muy dura. Nos están matando de a poco. Y están condenando el futuro de nuestros hijos.