El mundo en guerra

Ahora, Israel ataca Cisjordania y va por Jerusalén

Por Mariano Saravia, Magister en Relaciones Internacionales.
miércoles, 28 de agosto de 2024 · 11:00

Israel va por todo. Ahora ataca Cisjordania y el objetivo final es Jerusalén, más aún, el ombligo del mundo monoteísta, la Explanada de las Mezquitas.

Al genocidio en curso en Gaza, donde el Estado de Israel ya ha masacrado a más de 40 mil personas (como la población de Villa Allende, en las Sierras Chicas de Córdoba), se suma ahora la ofensiva militar contra Cisjordania, que los palestinos insisten en llamar “Margen Occidental” (West Bank). Es que el solo nombre de Cisjordania muestra la impronta colonialista del ocupante, desde la semántica hasta la acción militar. Cisjordania quiere decir “de este lado del río Jordán”, por supuesto, desde el punto de vista israelí.

El martes, el ministro de exteriores, Israel Katz, ha llamado a los palestinos a desalojar Cisjordania, como si, por otro lado, tuvieran adonde ir. Es lo mismo que vienen haciendo con la población civil de Gaza, diciéndole que se vayan, y como no pueden irse a ningún lado, luego masacrarla.

Según el gobierno de Benjamín Netanyahu, en Cisjordania se prepara un nuevo frente de la resistencia palestina, con la ayuda de Irán. Cosa que, sin dudas, tarde o temprano puede suceder, porque Israel siempre actúa con los hechos consumados y termina con la profesía autocumplida. Como el fin de semana pasado, que atacó unilateralmente las posiciones de Hezbullah en el sur de El Líbano, generando, obviamente, la correspondiente respuesta de las milicias chiítas contra el norte de Israel.

Lo nuevo es que, durante la madrugada de este miércoles 28 de agosto, el ejército, junto a colonos israelíes, invadió las ciudades cisjordanas de Yenín y Tulkarem, ocupándolas y asesinando a decenas de civiles.

Ante esta realidad, Hamas advirtió que Israel está abriendo un frente de guerra abierta contra Cisjordania. En ese sentido, pareciera que, confiados por la llegada masiva de buques de guerra estadounidenses al Mediterráneo Oriental, los israelíes van por todo, incluso por los lugares sagrados de Jerusalén. Y eso sería cruzar todas las líneas rojas.

Esta semana, el ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben Gvir, del ala ortodoxa extrema, dijo que estaría de acuerdo en financiar la construcción de una sinagoga en la Explanada de las Mezquitas, donde están la mezquita de Al Aqsa y el Domo de La Roca, tercer lugar sagrado del Islam, luego de La Meca y Medina.

De hecho, luego de la Guerra de los Seis Días en 1967 y la ocupación israelí de Jerusalén, la ONU impuso que el Muro de los Lamentos es un lugar preservado para los judíos y la Explanada de las Mezquitas para los musulmanes. Pero Ben Gvir ya había dicho el lunes pasado que todos los judíos podían ir a rezar ahí, tensando más la cuerda en un momento dramático. Una semana antes, él mismo había irrumpido en el lugar, en una abierta provocación, que amenaza con incendiar aún más la región y transformar la confrontación actual en una verdadera guerra santa.

Hablar de una sinagoga en ese lugar es peligroso, porque como ya se dijo, es el tercer lugar más sagrado de los musulmanes, pero al mismo tiempo, es donde existieron en algún tiempo los dos templos de Jerusalén, el primero destruido por los babilonios en el siglo VI antes de nuestra era, y el segundo destruido por los romanos en el año 73 de nuestra era.

Todo esto en medio de la delgada línea que separa de la entrada directa en el conflicto por parte de la República Islámica de Irán. El pasado 31 de julio, en plena asunción del nuevo presidente iraní, en pleno Teherán, Israel asesinó al líder de Hamás, Ismail Haniye. El gobierno de los ayatolas juró venganza y la retórica ha ido en aumento desde ese momento, un juego peligroso porque lo compromete con su propio pueblo y con otros gobiernos de la región. Una entrada directa de Irán en el conflicto lo convertiría en una guerra regional de consecuencias impredecibles.

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