La trama detrás del cierre de la red social X en Brasil

por Mariana Saravia (mágister en Relaciones Internacionales).
sábado, 31 de agosto de 2024 · 11:55

La Justicia de Brasil suspendió este viernes formalmente a la red social X, orden que se debería estar cumpliendo concretamente en estos momentos, mientras usted lee esta nota.

Cuando a los 34 años Adolf Hitler dio el «Putsch de Munich», eligió la cervecería Bürgerbräukeller, que en 1923 tenía capacidad para más de 1.800 personas. Necesitaba repercusión de alguna manera. Y luego del fracaso, fue a parar a la cárcel, hace exactamente 100 años. Había sido condenado a cinco años de prisión, pero estuvo solo cuatro meses, desde fines de agosto hasta el 20 de diciembre en que salió libre beneficiado por una amnistía general a «presos políticos». Pero no era un preso político, sino un político que estaba preso por haber cometido delitos. Y en esos escasos 120 días en la cárcel no perdió el tiempo y escribió Mein Kampf (Mi Lucha).

De ahí en adelante, el nazismo se propagó como reguero de pólvora. Si algo supo el nazismo fue comunicar su ideología de odio y muerte, y por eso uno puede entender que quizá el más importante eslabón y colaborador del Führer haya sido su ministro de Propaganda Joseph Goebbels.

La comunicación ha sido siempre importante para cualquier ideología y en cualquier época, pero mucho más hoy, con un mundo tan interconectado y con un espacio público que ya no es el ágora de los antiguos griegos, sino el ciberespacio. Por eso, si luchamos contra el odio, la discriminación, el racismo y por un mundo mejor, no podemos dejar de prestarle atención a ese escenario que hoy rompe los moldes del espacio y el tiempo. Y principalmente a la red social X, del multimillonario sudafricano afincado en Texas, Elon Musk.

Este viernes, la Corte Suprema brasileña ordenó la suspensión «inmediata» de la red social X, después de que Elon Musk incumpliera la orden de nombrar un representante legal de la plataforma en Brasil.  «Se decreta la suspensión inmediata, completa e integral del funcionamiento de 'X Brasil Internet LTDA' en territorio nacional», dice el dictamen del magistrado Alexandre de Moraes, del Supremo Tribunal Federal (TSJ).

El caso se enmarca en una investigación que el TSJ lleva adelante desde julio de 2021 sobre «las milicias digitales que buscan socavar las instituciones democráticas mediante la difusión de noticias falsas en redes sociales».

La Policía Federal viene investigando una «organización criminal con núcleos de producción, publicación y financiación», que contaría con la participación de líderes políticos, cuyo objetivo final sería «atentar contra la democracia y el Estado de Derecho». Tuvo una incidencia decisiva en el ataque a los tres poderes del Estado en enero de 2023, intentando un golpe contra el entonces flamante gobierno de Lula Da Silva.

En este contexto, el TSJ ordenó a X eliminar varios perfiles vinculados a la extrema derecha bolsonarista. Pero Musk se negó, y ahí comenzó otra investigación por obstrucción a la Justicia, organización criminal e incitación al crimen.

Según el juez De Moraes, «la plataforma está siendo instrumentalizada grupos extremista mediante la masiva divulgación de discursos nazis, fascistas, antidemocráticos y de odio».

Algo de contexto

La empresa X antes era Twitter, y hasta el año 2022 ponía límites a los discursos de odio y a las cuentas falsas. Uno de los millones de personas que preferían los mensajes cortos y contundentes de Twitter era el mismísimo Donald Trump, quien usó la plataforma para emitir mensajes mentirosos y violentos luego de las elecciones que perdió a fines de 2020, y llamar a la insurrección cuando sus seguidores ocuparon el Capitolio el 6 de enero de 2021. Exactamente lo mismo que hizo Jair Bolsonaro dos años después.

A partir de esas acciones, la empresa primero le suspendió la cuenta de Trump y luego se la anuló definitivamente. Fue cuando él creó su propia red: Truth Social.

Pero Twitter fue comprada por el magnate Elon Musk en octubre de 2022 y cambió su nombre por X, la plataforma fue desregulándose sistemáticamente hasta ser tierra de nadie, una verdadera cloaca digital donde cualquiera puede decir cualquier cosa y amenazar a cualquiera.

En Estados Unidos, Pyrra es una empresa que se dedica a recopilar información que anda dando vueltas públicamente en sitios de internet y redes sociales alternativas. La empresa usa las mismas técnicas que las propias redes sociales, es decir, los algoritmos y el cruzamiento de información. De esta manera, se pueden detectar discursos de odio, amenazas violentas y fake news. Actualmente, esta empresa monitorea más de 20 redes sociales alternativas y foros en línea y escanea más de 100 millones de mensajes por semana.

El fundador es Welton Chang, un ex oficial de inteligencia del Ejército de los Estados Unidos, científico de datos y activista en defensa de los Derechos Humanos. Hoy es el Director Ejecutivo de Pyrra y según él la mayor amenaza extremista de la actualidad en los Estados Unidos es «la muerte del pensamiento crítico, la cantidad de especulaciones sin pruebas que se convierten en la verdad en estas plataformas y la falta general de confianza en las instituciones en general».

En una reciente entrevista con el sitio Pro Publica, Chang reflexionó: «Creo que hemos entrado en una nueva fase en la que las redes sociales (en especial X) han alterado y deformado la forma en que nos encontramos con la información, cómo la procesamos, cómo internalizamos lo que cuenta como verdad. Esto está teniendo un impacto significativo en nuestra democracia. Realmente creo que las redes sociales son un acelerador de la desintegración social».

«Basta con que un solo usuario de una de estas plataformas escriba algo descabellado sin ninguna base fáctica o prueba –remarca Chang-, no citan nada, no analizan ninguna información importante ni ponen los hechos en contexto. Y eso se ve amplificado sin cesar por otros usuarios».

En «el país de la libertad» están entendiendo que una libertad sin regulación es el huevo de la serpiente para ataques contra la democracia y, peor aún, la disolución social. Como estaba pasando hace exactamente 100 años en Alemania.

En Brasil, la Justicia intenta poner un límite a una forma de hacer política con gritos e insultos, pero sobre todo con mentiras. Una forma que, aunque tenga métodos nuevos, no dista mucho de lo que hacía Goebbels hace 100 años. Algunos seguramente saldrán ahora a denunciar falta de libertad.

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