La guerra en Ucrania

De millonario a mendigo

por Mariano Saravia, magister en Relaciones Internacionales.
jueves, 20 de febrero de 2025 · 11:25

Todo cambia vertiginosamente en estos tiempos… y drásticamente. Si Maduro era hasta ayer un dictador que había hecho fraude en las elecciones, hoy puede ser el presidente normal de Venezuela. Si Guaidó hasta hace poco era recibido en todo Occidente como el «verdadero» presidente, después lo fue González Urrutia y hoy, nadie recuerda a ninguno de los dos.

Lo mismo está sucediendo con Volodimir Zelenski, quien hasta ayer mismo era el paladín de las libertades occidentales frente al «cruel oso ruso». El propio Javier Milei se jugó todas las fichas (usando el lenguaje del casino que tanto le gusta a él) por su par ucraniano, amagando incluso en un momento con enviar tropas argentinas al teatro de operaciones. Ahora, Zelenski pasó a ser, sin escalas, «un dictador», «un comediante mediocre» y «un estafador».

Así lo calificó Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, que no lleva ni siquiera un mes en el cargo, y ya generó varios tsunamis políticos en el mundo. Está haciendo lo que había anunciado en su campaña electoral: terminar la guerra en Ucrania. Para eso, inició un acercamiento con Rusia, el martes se realizó una reunión de cancilleres en Arabia Saudita y anunció que posiblemente, antes de fin de mes se reúna con Vladimir Putin. Todo eso, a espaldas de Ucrania y de la Unión Europea, que intentó reaccionar tibiamente.

Ante el esbozo de protesta del presidente ucraniano, sobrevino el iracundo Trump. Dijo que tiene el 4% de aprobación en su pueblo y que gobierna sin elecciones, porque su mandato concluyó en mayo pasado y se renovó automáticamente en el marco de la ley marcial. Y fue más allá, dijo que nunca rindió cuentas de qué había hecho con los más de 300 mil millones de dólares que había recibido de los Estados Unidos.

«Piénsenlo bien: un cómico de éxito moderado, Volodimir Zelenski, convenció a Estados Unidos de gastar 350.000 millones de dólares en una guerra que no se podía ganar, que nunca tuvo por qué haber empezado, pero que él ahora, sin Estados Unidos y sin Trump, nunca podrá resolver»; escribió en su propia red social Truth.

La idea es terminar la guerra justo a tres años de su inicio, y sobre eso detalló: «Biden nunca lo intentó, Europa ha fracasado en lograr la paz y Zelenski probablemente quiera que el grifo de dinero siga abierto. Amo a Ucrania, pero Zelenski ha hecho un trabajo terrible, su país está devastado y millones han muerto innecesariamente. Y así continúa».

En cuanto a la guerra en sí, escribió: «Esta guerra es mucho más importante para Europa que para nosotros. Tenemos un gran y hermoso océano que nos separa». Aquí hay una de las claves geopolíticas, pero en el sentido contrario al que esgrime Trump. Porque para quien era importante esta guerra, en su momento, era para Estados Unidos, justamente porque tenía mucho para ganar esmerilando a Rusia, poniendo de rodillas a Ucrania y debilitando a Europa, sin pagar los costos de la guerra, justamente por ese océano que hay de por medio. De hecho, los platos rotos de la guerra los está pagando Europa, con la crisis humanitaria y la llegada de decenas de miles de refugiados ucranianos, y, sobre todo, con el fin del suministro de energía (gas y petróleo) rusa y el encarecimiento de ese rubro al comprarle a Estados Unidos.

¿Qué pasó para que todo cambie tan rápidamente? Es que la mafia actúa así, y lo deberían ir sabiendo los líderes europeos, e incluso Milei, que actúa ciegamente o encandilado por el fanatismo ideológico. En la mafia, cuando un eslabón no sirve más, se cambia. Cuando un fusible salta es para que el circuito siga funcionando. Si quieren, lo podemos decir más elegantemente: en política internacional no hay amigos y enemigos permanentes, sino intereses, y éstos van cambiando.

Con todo el pragmatismo del mundo, y dejando de lado los estúpidos fanatismos ideológicos, Trump se dio cuenta de que una etapa en Ucrania está cumplida, el país está destruido y lo que viene es el gran negocio de la reconstrucción. Ni lerdo ni perezoso, le impone a una Ucrania de rodillas que le entregue el 50% de sus recursos naturales, principalmente gas, petróleo y tierras raras. Y el total del negocio de reconstruir un país. Y en eso, ve que ya Zelenski no sirve más, no entra en esos planes, sirvió para ciertos objetivos y ya se cumplieron. Por eso dice que «si no se mueve rápidamente (en convocar elecciones) se puede quedar sin país». O sea, está amenazando lisa y llanamente con la desaparición de Ucrania.

Y lo más importante de esto es que no sería descabellado, ya que históricamente nunca existió algo llamado Ucrania. Fue siempre parte del Imperio Ruso y, si vamos a lo más profundo, fue el corazón de la nación rusa, con el Rus de Kiev. Recién en 1922 con la conformación de la Unión Soviética se creó la República Socialista Soviética de Ucrania.

En las conversaciones de Arabia Saudita, la parte estadounidense expresó a su contraparte rusa que ahora entiende que, en el origen de esta guerra, está el hecho de que Ucrania podía convertirse en miembro de la OTAN y eso era una amenaza inaceptable para Rusia.

De esta manera, a cambio del gran negocio para Washington, Rusia obtiene todo lo que quería: las conquistas territoriales de un cuarto de Ucrania, cuyo pueblo es rosófono (Donbás y Crimea) y la seguridad de que lo que quede de Ucrania no va a formar parte de la OTAN.

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