Enchufados
por Jorge Felippa escritorpor Jorge Felippa
Escritor (Especial para El Diario)
Rodeados de cables y cargadores, vivimos enchufados a las pantallas que nos mantienen en vilo. Catástrofes, amenazas, robos y estafas de todo tamaño y lugar, se fusionan con las demandas, deseos y obligaciones, propias o de los afectos más cercanos.
Sin horarios ni honorarios, lo hacemos para seguir honrando los mandatos que mamamos y aceptamos, sumisos o con rebeldías solapadas, sin cortar las ataduras que llevamos en la sangre y en el nombre. Del Padre, de la Madre y demás ancianos venerados, aunque ellos no siempre fueron honorables.
¿A qué artilugios o artefactos acudimos para desapegarnos? Digo, para que los destrozos del afuera y sus esquirlas, no hagan temblar nuestros precarios refugios.
Cada quien tiene derecho a acudir al templo más cercano a sus miedos, necesidades o convicciones. Desquitarse la ira en un punching-ball, sobre una bicicleta, acelerar su vida sobre una moto o un auto de alta gama, lanzarse al vacío desde un acantilado.
A los que preferimos otros modos de conjurar “nuestro vacío”, nos suelen mirar condescendientes al vernos siempre iguales y ningún progreso allá afuera, esa vidriera “irrespetuosa” donde da lo mismo “un burro que un gran profesor”.
Es que atravesamos los aires de un viejo “cualunquismo”. Ya lo dijo Discepolín, hace casi noventa años en su eterno “Cambalache”: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ ignorante, sabio, chorro, pretensioso o estafador”.
¿Adónde acudir entonces para desahogar el ahogo creciente y la desolación de la heladera que no es solo invernal ni pasajera? El “Revuelto Gramajo” hoy sería una epopeya que marcaría en rojo el almanaque. Tan en rojo como los saldos de nuestras tarjetas de crédito: la esclavitud diseñada para cada bolsillo, mientras la muchachada pedalea hacia el futuro, con el sex-appel de los bitcoin.
Entonces ante aquel malestar que nos mantiene enchufados, tenemos un abanico de ofertas que nos invitan a tomar clases de reiki, pilates, yoga, mindfulness, PNL o constelaciones familiares. Hallazgos de estas décadas en las cuales nos plantean interrogantes tan cruciales como este: ¿La Inteligencia Artificial puede escribir poesía?
¿Las estadísticas y los algoritmos nos han traído hasta acá? ¿O nosotros les entregamos gratuitamente nuestra intimidad más vulnerable, para que los Elon Musk del mundo, nos conviertan en los nuevos súbditos de su tecno-feudalismo?
Así el círculo se cierra, la serpiente se muerde la cola y nosotros seguimos enchufados.