jueves, 18 de julio de 2019 · 11:34

 

La despedida
El jueves 13 de noviembre de 2008 se confirmaba lo irreversible: El final para la anciana qom-toba. Alguna vez me hizo sentir que me esperaba. Según sus documentos tenía 107 años; pero después de compartir silencios con ella tuve la certeza que tenía más. 
Aquella Semana Santa fue especial. Rosa Delgado, -hija de Rosa Chará, otra sobreviviente, fallecida ya-, me anticipó que Melitona Enrique resistía. Se enfermaba y se recuperaba contra vientos y mareas. Quería vivir como sea. Tenía un espíritu muy particular. Siempre dio la sensación que quería cumplir una misión que nadie se daba cuenta, qué era, antes de morir ¿Habrá sido romper con el silencio? ¿Habrá sido quebrar el olvido?
Algo extraño me pasó cuando supe de su muerte pese a su prolongada agonía y que nos habíamos despedido el 3 de octubre. Sin embargo la noticia igual me produjo vacío: Me quedé con la sensación que «algo» me faltó preguntarle.
La última vez que la vi fue tumultuosa en su casa de Machagai. Mucha gente alrededor. Muchas interferencias. Yo no sabía cómo hacer para compartir el rito del adios.
Estaba mal. Me miraba desconcertada. Ya no tenía las mismas ganas de vivir. Le acaricié la mano.
Melitona escuchó con sorpresa la serenata que le dio el juglar misionero Joselo Schuap. Estaba quietita en su cama hospitalaria, pero sus ojos se abrían y se cerraban con armonía. Había cumplido.
Sé. En realidad lo intuyo. Tu espera fue un tratado de amor, de paciencia, de lucha. Esperaste que los sacudones pusieran las cosas en su lugar.
Sus restos descansan  en el cementerio aborigen, Lote 40, en El Aguará.

Comentarios