Piedras rescatadas del agua | Piedra 5
En el bar Charo, las cámaras de Luís Tortolo fotografiaban dinosaurios que llegaron de otros planetas a mineralizarse. Lamían las piedras con sus largas lenguas rojas.
Durante una noche de puros desconciertos fue convocado Gustavo Ávila Paz, y el descendiente más mujeriego de Don Carlos llegó al bar Charo mirando de reojo. Le pidieron que desatara los nudos de la maldición de sus ancestros.
Ávila Paz vio que lo rodearon con tambores templados y que había quedado en el centro de unas líneas que se cruzaban como si fuera un tablero para jugar Ta Te Ti. Eran las líneas de las cámaras de fotografía de Charly Soto, Santiago Solans, Luís Varela, Luís Julian, Sergio Silva, Luis Tórtolo, Luis Coronel y Julio Lescano; quienes se habían complotado con el fin de identificar la imagen del gen maldito.
Ávila Paz desconfiaba, y acusaba a los seguidores del brigadier general Juan Bautista Bustos de estar detrás de una emboscada.
De todos modos, avanzó e hizo lo que debía hacer.
Los fotógrafos bajaron sus cámaras. Tórtolo, el más reflexivo del grupo, pidió hablar de la suerte, hablar del destino, hablar acerca de estar en el lugar exacto y en el momento justo, como aquella noche que pudo ver a contraluz el vitraux mágico que se conserva en el complejo jesuìtico de la Quinta.
Con Ávila Paz no hubo caso. Siguió bebiendo jugo de zanahorias en los cabarets en las madrugadas de invierno.