Piedras rescatadas del agua | Piedra 6
En la Parada 5, sobre la orilla norte del canal secundario que salía desde la quinta jesuítica y bajaba al lago San Roque por la gomería de los hermanos Pacher, -cuando la Parada 5 era una parada en serio de ómnibus que iban hacia el norte, precoces millennials, herederos de la generación X y referentes de la Generación Z, comían los primeros pollos en polvo.
Pedían al Turco Zacarías, pechugas o alas, y entonces, el cantinero echaba el polvo correspondiente en agua , y en pocos minutos tenían una porción a la parrilla o hervida según la temperatura y el gusto del comensal.
La Parada 5 era una tentación cuando las hermanas Ontiveros y su glamour llegaban por la calle Roma, cuando bajaban los animales de Los Gigantes, cuando se saludaban los colectivos de las cooperativas (C.O.T.A.P Y C.O.T.I.L) que iban o venían, cuando "Las colegialas se confiesan" (prohibidas para menores de 16 años) se exhibía en la pantalla del cine Ocean.
Los millennials se miraban sin entender nada, montaban en patinetas y haciendo figuras en el aire saltaban por encima del pájaro más desagradable del mundo. Saltaban controlando cinco pantallas al mismo tiempo. El cucú no se inmutaba ante el bombardeo de los jóvenes nativos digitales que vivían la instantaneidad al extremo.
Con paciencia el cucú les hizo comprender que hubo un mundo anterior a ellos que giraba más lento, como girarían ellos más adelante, cuando se invirtieran los puntos cardinales.