Poemas escogidos del libro Cobalto Oscuro de Verónica Aranda
Por Susana SzwarcPor Susana Szwarc
(Poeta)
Cuatro poemas de Verónica Aranda de Cobalto Oscuro (editorial Denonartean, 2020), con el que obtuvo XIV Premio Ciudad de Pamplona.
Se trata de un poemario dedicado en su totalidad a la pintura. Partiendo de los cuadros, la autora da a conocer a mujeres pintoras de distintas épocas, países y estilos, a través de poemas descriptivos donde aflora lo onírico y un cromatismo intenso.
El juego de ajedrez
(Sofonisba Anguissola), 1555
Desafían las reglas:
jugar al ajedrez.
Toda estrategia y lógica
era exclusiva
de los hombres.
Pero las tres muchachas,
con trajes de brocado,
mueven piezas
y posan relajadas
cerca del roble verde.
La criada es testigo.
La más joven sonríe
al burlar restricciones.
En cada jaque mate
se empoderan,
y hablan de alquimia
y de mitología.
De repente,
el tablero echa raíces.
El paisaje humanista
y una colina al fondo
completan la partida.
Bodegón con quesos, alcachofa y cerezas
(Clara Peeters), siglo XVII
Nada perturba la quietud,
ni el pan de centeno
listo para la cena
frugal de la pintora,
ni el corazón de la alcachofa
ni el queso artesanal
cortado rápido
en el mercado principal de Amberes
cuando la tarde es torno de alfarero.
Una luz transparente
entra a través de las cerezas.
Su autorretrato diminuto
revelará secretos;
el rostro, con los siglos,
se ha hecho danza.
Autorretrato en un bugatti verde
(Tamara de Lempicka), 1925
Se retrata al volante del Bugatti,
casco y guantes de piel,
la mirada azul opio
y un pañuelo flotante.
Insinúa, quizás,
que encontrará la muerte entre las llantas
como Isadora Duncan;
El extremo del chal,
¿vuelo o mortaja?
Segura de sí misma,
el motor deportivo despierta su deseo.
Va a acelerar en dirección a Lesbos,
en dirección al Futurismo
o al altar de algún dios de los inventos.
Rompe la adrenalina
como una piñata.
Parece que no hay nada más allá
de practicar deportes
y dominar el mundo.
En la velocidad
se despoja de máscaras,
tan dueña de sí misma,
frívola y displicente,
heroína instalada en la carrocería.
El futuro que ruge
en forma de motor,
le hace sentir completamente libre,
le hace recorrer la Costa Azul.
Con ese verde eléctrico culmina
una década entera;
el adjetivo loco hará cortocircuito.
Cuando apague el motor, estará a punto
de irrumpir el fascismo.
Autorretrato con collar de espinas y colibrí
(Frida Kahlo), 1940
Hay un punto focal
de raíces cortadas
magullando mi cuello.
Esta es mi identidad.
Desde el verde floresta
oxigeno el dolor;
doy muerte al colibrí
por cada hijo no nacido.
En esa narrativa de la ausencia,
trepa el gato a mi hombro.
Me inquieta
su mirada verde trébol.
© Verónica Aranda