A don Federico Valle
A propósito de "el viejo del sótano"
Por Mario Sábato (Cineasta y escritor)Por Mario Sábato
(Cineasta y escritor)
Existe una anécdota, famosa en el mundo literario. Cuentan que una vez un editor se propuso que el libro que publicaría careciese de erratas, algo que parecía imposible porque siempre alguna se escapa, por más exhaustivas que sean las revisiones.
Demoró la edición para que un grupo de correctores muy eficientes se tomasen todo el tiempo que necesitaran para revisar y volver a examinar las galeras, como creo que se llamaban las pruebas de página en aquellos momentos, y que solo dieran por concluido si trabajo cuando tuviesen la absoluta seguridad de que al libro se le habían extirpado todos los errores tipográficos.
El equipo de correctores concluyó su extenso y muy cotizado trabajo, y se lo entregó al editor con un orgullo que no excluía alguna vanidad exagerada.
El editor confió en ellos, pero aún así no pudo reprimir su propia y última evaluación, porque, como se sabe, algunas erratas suelen ser astutas y escurridizas.
No encontró ninguna, y publicó el libro.
Al que le agregó, impulsado por su lógico orgullo, una frase suya que colocó al final del libro, en un lugar destacado para que no pasara desapercibida a los lectores;
"Este libro es el primero que se publica sin ninguna errita."
Recordé esta historia cuando releí, en esta página, mi cuento "El viejo del sótano", y recién ahora, después de haber escrito y reescrito muchas veces el relato, y luego de haber revisado muchas veces el libro antes de publicarlo, descubrí mi "errita".
Que no tiene la excusa de ser un mero desliz tipográfico,
Me dí cuenta, tan irremediablemente tarde, que había precisado:
"Yo tendría unos once años, así que esto debe haber sucedido en 1956."
En el cuento, un poco más adelante, aparece Luis Elías Sojit, el famoso locutor de las carreras de turismo de carretera, con su hábito de proclamar, en los días soleados, ¡Este es un día peronista, mis amigos!"
El triste descubrimiento me atacó a las dos o tres de la mañana, que es cuando yo escribo y leo.
Desperté a mi mujer con un alarido que no les correspondía, y que transcribo sin disfraces que lo amortigüen:
¡Pedazo de pelotudo! -me acusé- ¡No te fijaste que lo rajaron a Perón en 1955!
Desde que lo derrocaron, aclaro para los escasos lectores jóvenes que puedan leerme, estaba prohibido nombrar al "Tirano Prófugo" en los diarios y en las radios.
Y Sojit, el el año que sitúo mi cuento, fue perseguido por la "Revolución Libertadora" y debió exiliarse.
Creo que el resto del relato no tiene otros errores históricos, y que es cierto lo que cuento.
A mi manera, claro: prefiero los recuerdos como los tengo, y así los cuento.
La frase cuestionada fue involuntaria, y debería ser reemplazada por esta:
"Yo tendría unos diez años, así que esto debe haber sucedido en 1955."
Lo haré en el libro, si se produce el improbable milagro de que "La imposible melancolía" goce de una segunda edición.
Acá se va a quedar el error, aunque me avergüence.
Se que a veces soy exagerado, pero me parecería una deslealtad que anuncie la reproducción de un cuento ya publicado, suprimiendo las equivocaciones ya cometidas.
Mario Sabato