Romilio Ribero: La poesía, el otoño y un par de anécdotas...

Por Aldo Parfeniuk (Poeta y ensayista)
miércoles, 20 de mayo de 2020 · 18:08

Por Aldo Parfeniuk

(Poeta y ensayista)

 

 

 

Cuando el otoño tuvo su transcurso de oscuros

      pájaros

y no había en la tierra más que una inmensa

      sombra del olvido.

¡Qué largo es el recuerdo en nuestro breve cuerpo

      terrenal !

Tejemos una historia de fugaces instantes a la

      muerte.

Entonces, fue tu nombre el aliento celeste de los

      ríos

y la continuación de algún grave silencio del otoño:

un otoño con sombras de palabras que ignoraban

     tu nombre. (…..)

                  

                                                             (de “Versiones de la soledad”-Tema del deslindado, pág. 29)

 

Con estos versos premonitorios, según suelen ser los de los  poetas (y que bien podemos recrear desde lo que nos sucede en este otoño nuestro) comienza  uno de los poemas del libro de Romilio Ribero (Capilla del Monte 1933-1974) Tema del deslindado. Cuando su autor contaba apenas con veinticinco años, obtenía con ese poemario el Premio Ana María Chouhy Aguirre. Integraban el Jurado de aquel premio Maria Elena Walsh, Fermín Estrella Gutierrez, Luis Emilio Soto, Leónidas de Vedia y Roberto Paine. El joven poeta era un ignoto personaje de nombre original y figura aindiada, y que también pintaba enigmáticos retratos y sugestivos paisajes de montaña. Su lugar de origen y crianza, era la serrana y cordobesa Capilla del Monte , que en la punta norte del Valle de Punilla, y salvo breves interrupciones veraniegas, le deparaba largos períodos de fructífera soledad creativa. Sus palabras, sus líneas y colores se nutrieron del imaginario del mítico Uritorco que el tiempo transformó en insumo turístico : cerro mágico, de cumbres empinadas, quebradas neblinosas y socavones poblados de historias de hechiceras y aparecidos, con todo lo cual el joven poeta-pintor recreaba obsesivamente sus realizaciones. Ese fue, por destino y voluntad, el centro de su universo: del cual partió y al que regresaría tempranamente –a los cuarenta y un años- para nutrir y descansar definitivamente en  la tierra y el paisaje de sus humildes orígenes.

 Desde que conocí sus primeros poemas, La vida y la obra del original artista me parecieron objeto imprescindibles de lectura y de investigación; por cierto de identificación vital y cultural con relación a nuestra común pertenencia al ser serrano y punillense. Más allá de su valor al margen de pertenencias geográficas, Romilio Ribero es, especialmente para la gente y los artistas del Valle, el símbolo más representativo y al que, a pesar del paso de los años, siempre hay que volver.

 

Anecdotario

 

El  25 de mayo de 1981 fui honrado con la invitación -junto a Roberto Ovalle y Edgardo Tántera- de parte del poeta Osvaldo Pol, a visitar al escritor Manuel Mujica Láinez en su casa-museo de Cruz Chica, “El Paraíso”. Pol,  como se sabe, además de poeta era sacerdote jesuita, y espiritualmente muy cercano al escritor porteño. Como amigo de Manucho, gozaba de una confianza que le permitía  acercar gente del arte y la literatura al famoso escritor.

Personalmente mi interés era recoger de primera mano información sobre los vínculos que Mujica Láinez mantuvo con Romilio Ribero, el poeta-pintor de Capilla del Monte que recibiera de Manucho parte del apoyo que le permitió  ser conocido -y reconocido-  en el mundillo intelectual de la época (los años sesenta, setenta…) al cual por aquellos años no era fácil acceder.

La visita resultó muy fructífera. La tarde se hizo corta entre recorridos, historias y anécdotas. Las que refirió el autor de Bomarzo, protagonizadas por Romilio, fueron remarcadas por el proverbial humor, agudo y ácido, de Manucho, que por momentos lo evocó a Romilio malhumorado –por decirlo de algún modo- por los dolores de cabeza que más de una vez el poeta serrano, de una personalidad nada sencilla, le había acarreado. De aquella visita rescato aquí –sobre todo por falta de espacio- solamente un par de anécdotas.  La primera es sobre cómo Manuel Mujica Láinez lo conoce a Romilio. Al respecto nuestro anfitrión cuenta que, con ocasión de una visita a la ciudad de Córdoba en su condición de crítico de arte del diario La Nación, haciendo tiempo en horas de la siesta en la esquina de 27 de Abril y General Paz, para luego visitarlo al maestro Francisco Vidal, observa en la vidriera de un comercio una pintura que le llama la atención. Apenas abre el local, le pide al dueño referencias, comentándole éste que el autor tiene su estudio a pocas cuadras: una bohardilla detrás de la Casa Radical. Hacía allí se encamina Manucho, que es recibido en su atelier por un Romilio que -según le cuenta entusiasmado a su visitante- acaba de despedir nada menos que al gran crítico de arte inglés Sir Herbert Read, quien bajó exclusivamente a Córdoba para conocerlo y  llevarse una de sus obras. Impactado por lo que está escuchando, Mujica Láinez decide cambiar la nota programada por una dedicada a Romilio. Al aparecer la entrevista, la embajada británica en Buenos Aires se comunica con el diario, pidiéndole detalles sobre la presencia de alguien tan importante como Read en la Argentina sin estar ellos enterados. En conclusión: gran fabulación de Romilio y consecuente -y perdurable- dolor de cabeza para Manucho.

Del segundo hecho resulté personalmente beneficiado. Decidido a estudiar la obra y la vida de Romilio Ribero, y ante la escasez de ejemplares de cualquiera de los dos libros que se conocían y que se habían publicado de nuestro poeta, Mujica Láinez nos abandona por un momento para reaparecer trayendo un ejemplar y pidiéndome que lo reciba. El libro –con una leyenda manuscrita de Romilio-  era Tema del deslindado, uno de los dos títulos que el poeta publicó en vida ( el otro es De bodas, plantas y amuletos). Mujica Láinez le pidió a Osvaldo Pol que deje constancia de la cesión del libro en el mismo ejemplar; y así es como el libro llegó a mis manos, comprometiéndome íntimamente a trabajar con más fuerza y dedicación en la obra del entrañable poeta pintor de Capilla de Monte. 

Pasaron los años. Con Juan Maldonado, de Alción editora, en los años 1994 y 2005 publicamos trabajos críticos sobre  la poesía de Romilio; y la editorial fue publicando, de año en año, más de veinte títulos que el poeta dejó inéditos y que Susana Sumer, su compañera de vida y de arte salvó del olvido. Ambos – Juan Maldonado y Susana Sumer- merecen reconocimiento permanente por su contribución a la literatura de Córdoba y a la poesía

Para terminar. El espacio natal de Romilio es EL Lugar, sobre todo frente a la gran ciudad, y a lo que ésta representa y significa como escenario de muchas de las tragedias del hombre moderno

A esas “negras ciudades del odio..” que el poeta tanto padece ( y en las que hoy penosamente se ha enseñoreado la pandemia)  las reconoce como domicilio del mal; páramo sobrevolado desde siempre por la soledad, el desamor, el cálculo, la hipocresía, la locura y el crimen: escenificando, en estos días que nos toca vivir, la peste que separa las caricias y los cuerpos y arrasa con los depositarios de la experiencia y la sabiduría. Su patria del monte y la montaña será, por el contrario, el territorio de la inocencia y la belleza, por más que –con el paso del tiempo- los intereses comerciales aprovecharían la poética romiliana para reprocesarla en un imaginario aeroespacial y energético de uso turístico.

Personalmente, como poeta, me permití escribir un poema sobre Romilio Ribero, que quiere ser también, y modestamente, una muestra de gratitud y homenaje:

 

La palabra Romilio

 

No la digamos ausente,

porque

así como siempre

se alejaba

para acercársenos más

debe andar

entre piedras y plantas

de la noche

                   buscándose

                   buscándonos

en esas oscuridades

desde donde se pueden ver

-si se acostumbran los ojos-

las más lejanas luces.

para que el mundo cante

sus fragancias

su tribu

sus estirpes de sal

ese amuleto:

la palabra Romilio

que aprieta

en su mano de hacer

la Poesía.

                       Aldo Parfeniuk  (de Los Días Verdaderos, 2019)

                                            

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