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El paí Julián

Tributo a Julián Zini
domingo, 16 de agosto de 2020 · 22:10

Por Pedro Jorge Solans

(Del libro inédito: Quitilipi, otra voz)

 

Los tiempos oscuros

desorientaron al paí.

El viento norte

no traía polvo

de tierra fértil;

los payés volaban, 

los suindás chillaban,

y tronaba el descontento.

 

El paí escuchó un silencio amargo,

las acordeonas callaron 

y un silbido

había cortado las cuerdas

de las guitarras. 

¡Pucha!

Los chamamés

no suenan como ayer.

 

La desolación se hacía notar,

"Pueblo Arandú

¿Qué pa es lo que anunciá?

 

En lo de su compadre

ya no había nadie.

 

¡Chaque… mi alma,

el agua para el mate se enfrió,

estamos fritos! se dijo así mismo,

mientras volvía a su casa.

 

Espantó unas moscas,

sacó una silla al patio,

se desprendió la camisa

y vio “la muerte en camiseta.”

 

El calor acompañaba

la resignación,

y cerró los ojos

para no llorar.

 

De pronto,

sintió al limonero,

despertó

y vio a lo lejos,

una pequeña luz.

 

Apenas, la veía.

 

Se había encendido

en un rancho

que flotaba en el aire.

 

Respiró hondo

y salió como un chijete.

 

Caminó tantas lunas

y tantos soles

que “sudó la gota gorda”,

mató una yarará,

se paró de frente,

miró fijo a un puma,

y comió ñangapirí.

 

Después de tanto andar

el paí llegó al rancho,

y golpeó las manos.

 

La puerta de enredaderas

estaba abierta,

ingresó en la enramada

y no había nadie.

 

La luz miní

se había hecho luz guazú,

y se dio cuenta

que era él nomás.

 

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