Nicanor Parra y el Objet Trové

Nicanor Parra irrumpe en la poesía universal a través de su lenguaje transgresor
domingo, 24 de octubre de 2021 · 00:20

El eterno poeta reformado en antipoeta, exacerba la paradoja de la vida y la muerte, reflejadas en los artefactos. Ha venido explorando otro ámbito diferente a la construcción de un lenguaje o discurso literario, traspasando esas fronteras propias de la palabra, para penetrar a la tridimensionalidad de los objetos. En estos integra las expresiones que ya venía cultivando en base al rescate del habla coloquial.

Cruza barreras y se arriesga mezclando el arte, con la ciencia y la historia, redefiniendo las reglas que interroga. Desafiante, experimenta y cataliza.

Hace temblar la “moral” y las “buenas costumbres”, impulsándonos a -como dice- “buscarle el cuesco a la breva”, con ánimo cuestionador.

Es uno de los grandes autores del último siglo. Ha venido a renovar las posibilidades expresivas del léxico, expandiendo los límites, hacia la dramatización y la interacción, hasta los contextos kinéticos.

De esta manera, nos presenta los objetos y sus respectivos parlamentos, como un solo corpus indisoluble, que se despliega o alza más allá de las fronteras de los libros y las librerías. Instala su discurso en el espacio propio de los museos y las galerías de arte, acrecentando con ello el espectro de los posibles receptores de los trabajos y artefactos y de sus múltiples lecturas. Por ello el propio Parra ha llegado a decir que “los artefactos suponen la explosión del antipoema”.

Nicanor Parra es un rescatista nato

Así como rescata las frases ya hechas, del habla popular -que por repetidas podrían pasar inadvertidas- simultáneamente también rescata los objetos cotidianos que ahora pasan a sostener el peso simbólico de las palabras. De esa manera golpea la racionalidad y lleva a la reflexión, a modo de sentencias, aporías, aforismos y disparates, recogidos directamente del atorrante -según Roberto Parra-, del suburbio, del campesinado, del circo o de los prostíbulos.

Hay que recordar que Violeta y Roberto cantaban en los boliches, los trenes y también en los circos, en la época de la infancia en Chillán. (Lalo Parra, el hermano payaso, llega a ser presidente del sindicato circense de Chile). Vivían en el sector de Villa Alegre, donde se instalaban los circos, de los que Nicanor siempre ha sido un seguidor. En parte por la nostalgia del niño que participó de esos espectáculos. Esto además lo constaté en una visita reciente, en la que nos recibió entusiasta, leyendo una completa crónica sobre El Arte del Circo.

Esos hallazgos de chispeante ironía, lo entroncan con la posmodernidad a la que integra en algunas expresiones las palabras cultas del discurso académico, de la modernidad y en ocasiones incrusta en el antipoema términos aún más antiguos o religiosos, así como otros rescatados del barroco o del renacimiento, mezclados con: El Rey Lear o Hamlet, de Shakespeare, El Quijote, de Cervantes o incluso términos de física y matemáticas: Dulcinea, la Torre de Babel, la Virgen María, Good Night Sweet Prince, Atenas, hidrostática, los factores, etc...

Se requiere penetrar en los alcances de cada fuente. Por ejemplo, la sola mención de El Rey Lear, lleva implícita la ingratitud filial, la vejez y la locura, en los que ahonda esa tragedia de raíz marcadamente céltica.

Cuando Parra incorpora el objeto como soporte, el sarcasmo de estas expresiones se hace más agudo, sintético y punzante.

Maldoror y los Dadá

Tal vez los primeros antecedentes del Objet Trouvé se encuentran en la fascinante obra del misterioso Isidore Lucien Ducasse, Conde de Lautréamont (1846-1870). El vampírico autor de Los Cantos de Maldoror, es uno de los poetas malditos más extravagantes del período victoriano, junto a Mallarmé, Verlaine y Rimbaud. Escribió en París donde muere a los 24 años, enfermo y abandonado en un manicomio, luego de escribir El Espejo Gótico. Revolucionó la atención sobre las posibilidades de transformar objetos vulgares con la frase hoy famosa de: «Bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección».

Al momento de escoger los objetos encontrados, Parra se fusiona con la tradición dadaísta de Marcel Duchamp, que pone en valor un urinario común, presentándolo sobre un pedestal en una galería de arte en el París de 1917, titulándolo Fuente, firmado con un desconcertante “R. Mutt”, nombre de un boxeador, lo que abre las posibilidades al acertijo.

Ambos, Duchamp y Parra, intervienen la imagen de La Gioconda, de Da Vinci. Ambos publican sus escritos no como libros, sino en cajas. Comparten el humor y las ocurrencias, con sus Ready-Made, que Duchamp define como “Objeto usual promovido a la dignidad de objeto artístico, por la simple elección del artista”.

Se trata del Dadaísmo, que surge en medio de la primera guerra mundial, que origina el Surrealismo, cristalizado en los Manifiestos promulgados por André Bretón, y los postulados que marcaron las vanguardias.

En la misma línea de trabajo, el antipoeta nos presenta, por ejemplo: El Insecto de Edison, El Paso del Tiempo o La Linterna de Harry Potter. Esto se comprende considerando que el discurso parriano más vanguardista surge a partir de elementos marginales,

incluidos graffitis recogidos en las paredes de los baños públicos, de la cotidianidad y de los dichos o refranes populares.

Mi encuentro con Nicanor: los diálogos

Durante más de treinta años he conversado con Nicanor Parra, en sus casas de La Reina, Conchalí, Isla Negra y Las Cruces. El diálogo siempre ha sido tan sorprendente como imprevisible. Alguna vez me refirió que en los años ´40, se encontró en un bar la relación imagen-texto que iniciaría el postulado de sus artefactos. Se trataba de un trabajo de otro “ocurrente”, Roberto Matta, quien había puesto la imagen de una mujer desnuda de tamaño natural, con la siguiente leyenda: “Se ruega tocar”.

A comienzos de los años ´80 bajábamos desde La Reina a Conchalí, me pedía manejar su Volkswagen Kleinbus. Íbamos a ver los cuadros de Violeta. Descendiendo por La Pirámide una vez me dijo enfático “Theodoro, todavía nadie sabe quién es la Violeta, yo tampoco”.

En la enorme casona de adobe, trasladamos algunas obras de un piso a otro: arpilleras, papel maché y óleos, de la autora de Gracias a la vida. También había muebles, manuscritos, cartas y objetos llenos de historia, que significaron detenerse, rememorar y revisar.

Al atardecer, apoyado en una ventana del segundo piso, mirando en lontananza, me recitó El Hombre Imaginario. Son cosas que no se olvidan en toda una vida. Me confesó que lo había escrito con una pistola sobre el escritorio: “Era eso o el suicidio”, me dijo con voz sombría. Hubo un inquietante silencio y luego agregó: “Ese poema me salvó la vida”.

Años después la mujer imaginaria -Ana María Molinari Vergara- el amor que le había inspirado ese poema, regresó a Chile y se lanzó desde un octavo piso. En el poema, todos los versos culminan con la palabra “imaginaria(o)”, salvo el del dolor. “Todo puede ser imaginario menos el dolor”, me dijo nostálgico. El verso escrito por ese doliente hombre imaginario, que es él mismo, dice: “Vuelve a sentir ese mismo dolor”.

Parra persistió en el found art, y puso en valor la condición de lo mínimo. Pone en valor lo que a veces no vemos sino como objeto en desuso, desecho, o sobrante de la precariedad: diarios viejos, cajas de fósforos vacías, ampolletas y vasos quebrados, rollos de papel higiénico barato, zapatos y calcetines deshilvanados, botellas vacías. Reflejan la condición de la penuria, de la vida pichiruche, al tun tun. Hay algo aquí de la vida paupérrima que sufrió Violeta, y la saga de los Parra, en la orfandad del reconocimiento y en la vida improvisada de parte del pueblo de Chile y de Latinoamérica.

Fatum Parcae

En los artefactos, hace una reflexión honda acerca de la realidad del espíritu de nuestros pueblos que lamen sus heridas. Somos nosotros mismos saboreando y sufriendo las tragedias hasta la mismísima muerte. Cuyo extremo más enigmático son los suicidas que nos sangran: Violeta Parra, Joaquín Edwards Bello, Pablo de Rokha, Alfonso Alcalde, Adolfo Couve..., los que en distintos momentos y ámbitos, de súbito, cortaron el hilo de plata de las Parcas (Fatum Parcae), manchando de rojo las páginas más entrañables de nuestra historia.

“En caso de resurrección haga girar la tapa del ataúd en sentido contrario a los punteros del reloj: Este es un ataúd automático”. Con este texto Parra acompaña un oscuro féretro en su visitada exposición “Obras Públicas”, donde los espectadores se confrontan ante un mundo insólito. Es una risa que más bien duele, en la doble o triple lectura léxico-visual. Son vertientes conceptuales a las que Parra arriba de manera insospechada. Toma objetos cotidianos y a través de la naturaleza verbal logra otorgarles una vida y sentido.

Por otra parte, Nicanor estudia nuestra chilenidad, y ahonda en “El Juicio de Residencia”, de la época de La Colonia. Por ello nos dice que el mismo pueblo que aclamó a sus presidentes, los cuelga sin tardanza apenas dejan sus cargos. De ahí surge esa expresión que plasma en la panorámica de los presidentes colgados, cuya síntesis visual se traduce en la magnífica obra “El pago de Chile”.

Cautiverio Feliz

Parra adscribe de manera simultánea a diferentes universos conceptuales, para forzar un matrimonio entre textos y objetos. Así exaspera la lógica combinatoria y en virtud de ello recomiendo ver:

Guess Who, Where & When (y sus variaciones)

Burgueses & Proletarios

La Máquina del tiempo

Américan Dream

Cautiverio Feliz

Deposite aquí sus obras de arte

Artefacto Dramático: ordeñar una vaca y tirarle la leche x la cabeza

Soy Frígida: solo me muevo con fines de lucro, y

Calcetines huachos, entre otros.

“Puedo decir que mi posición es la taoísta...”, declara el autor nacido en San Fabián de Alico. En una entrevista que publicó en La Época, Ana María Foxley, el ´89, titulada Nicanor Parra, un embutido de ángel y bestia.

Poetas del Olympo.

Lo visité en medio de un bosque de eucaliptus en su casa de Isla Negra. Salimos a almorzar a “la picada de Don Baldo”, que era de Don Baldomero y toda su extensa familia, ya todos muertos. Me habló del surgimiento del hablante popular, y la incorporación del lenguaje común, en una escritura distinta y desacralizante. Una “anti-lírica que pretende bajar a los poetas del Olympo y acercarlos al hombre de a pie”. Parte de ella plasmada en la serie hoy conocida como Las Tablitas de Isla Negra: “Qué burgués eres oh sol / Qué perezoso oh astro rey / Cuando yo que soy un mal proletario / Llego cada mañana a la fábrica / Tú todavía duermes a pierna suelta / Y cuando suena el pitido de la salida / Roncas ya como gato regalón”.

Un día nos recibió declamando: “Dígale Ud. a los culiados... que cuando los huevones y las putas no son satisfechos en sus caprichos, los pipiolos son unos dignos caballeros al lado de estos cojudos”. (Es un fragmento de una carta de Diego Portales a Joaquín Tocornal).

“Portales fue el fundador de la Anti-Poesía del siglo XIX”, nos dijo Nicanor, con tono de convicción.

Desde una perspectiva de la Historia del Arte y bajo los preceptos de grandes investigadores contemporáneos, como Fritz Baumgart o Ernst Gombric, es evidente que no podemos abordar los trabajos objetuales de Parra. Sus artefactos no funcionan con los principios estéticos de un mármol de Rodin o de los óleos de Rembrandt y de Van Gogh. Más bien, Parra nos propone una mirada al maremágnum de los “Objetos Encontrados” más comunes, sin pretender que sus materialidades tengan la nobleza de lo que entendemos por “arte”. Y más aún, en su órbita latinoamericana de los artefactos, está implícito el germen de la Revolución Industrial pregonada en la Inglaterra del siglo XIX por Morris en la serialidad de los diseños. Vale decir, hay una fácil reproductibilidad de sus exposiciones.

En diferentes lugares se podría mostrar en forma simultánea, por ejemplo: “las botellas vacías del autor”, “antes y después” consistente en dos palitos de fósforos. O las instalaciones ecologistas: “la mamadera mortífera, cruzada anti-DDT”, y “armas nucleares no, basta y sobra con un matamoscas”.

Estas manifestaciones parrianas de “anti-arte”, producen una tensión crítica sin ninguna pretensión de ser arte. La palabra “arte” aterroriza a nuestro “anti-autor”. Más aún, llevan en su concepción claros rasgos de la personalidad de lo efímero. Difieren radicalmente del concepto clásico de: “arte y pieza única”.

Lo visité en su lúcida juventud centenaria

Hablamos de su vida, obra y pensamiento, y de cómo traspasó los límites literarios y liberó a la poesía de las amarras líricas. Desde una vista privilegiada sobre el mar, la conversación fluyó por diversos cauces, manteniendo un hilo central que atravesaba el principio de contradicción y la lección antipoética, en la que le influyó el sustento

filosófico de John Keats “...la disponibilidad a vivir en la contradicción sin conflicto. El escritor no debe tener banderas, sino permitir que todas ellas flameen”.

En base a esta postura es que Parra ha recibido “fuegos granados” de la derecha y de la izquierda quienes lo llaman: “tonto útil de izquierda” y “payaso de la burguesía”. A lo que el autor responde con sus reconocidos artefactos: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, “Apruebo la revolución cubana, pero como escritor reclamo la libertad” y “USA: donde la libertad es una estatua”.

Ha recibido varios disparos de “la guerrilla literaria”: “Parra es nada más que un snob, plebeyo y populachero, no popular... oportunista... desfachatado y escandaloso trepador a máquina, un pingajo del zapato de Vallejo”, escribió el visceral poeta Pablo de Rokha.

También se ha opinado que: “... Te repito, Parra dio un golpe de estado al idioma español”, C. Warnken, y P. Salvatierra ha manifestado: “¿Puede admitirse que se lance al público una obra como ésa, sin pies ni cabeza, que destila veneno y podredumbre, demencia y satanismo...?”.

Poesía explosiva

El ermitaño de Las Cruces, pensador de cuidado, logra la subalternalidad que cruza el campo del arte, desde la reflexión teórica hasta la producción de obras, forjando un personalísimo “proceso de creación”, de cómo toma y presenta las decisiones.

Es capaz de crear una “poesía explosiva”, en trabajos de calidad, reutilizando materiales que extrae de la cotidianidad y la cultura de masas, para mostrarlos como un acontecimiento.

Parra ha disminuido la diferencia entre el arte y lo que no lo es. O entre el arte y la vida, transformándose él mismo en persona-personaje, haciendo a veces de sí mismo una obra de arte.

“Don Parra se burla de la gente, por eso que no lo quieren ni lo pescan mucho”, nos dijo la mujer que por años lo cuidó, su nana histórica, Rosita Avendaño. Ella es rústica, con el pelo desgreñado, de pueblo y muy auténtica. Siempre le ha recordado a Violeta.

El poeta-antipoeta sufre la realidad y de ella surge con fuerza la vigencia de su legado, que se proyecta en sus Ecopoemas y declaraciones que lo entroncan con la ecopolítica: “estaba el asunto del Alto Bío Bío y yo era entonces un fundamentalista”, dijo a la prensa.

La dictablanda no se la pudo con el

smog

La autodenominada democracia

tampoco.

ESTIMADOS ALUMNOS adiós estimados alumnos y ahora a defender los últimos cisnes de cuello negro que van quedando en este país a patadas a combos a lo que venga: la poesía nos dará las gracias (1983).

Pone en tela de juicio los progresos de la modernidad y ataca contra "la pornocultura y el basurarte". Con ello queda claro que el método ecológico de Parra es una crítica al sistema.

En este hablante se revela el ecopolítico, físico y matemático, que nos hace un llamado de conciencia, cito: “...todo lo que yo hago es de orden ecológico. Antes me interesaba la actividad antipoética. Pensaba que ese método me servía para sobrevivir, pero en el supuesto que el planeta era infinito...”.

“Hace tiempo que fuimos expulsados

a) del Paraíso Terrenal

b) del Purgatorio

Hoy estamos a punto

de ser exonerados del infierno

por cobardes

por viles

por serviles”.

"El error consistió / en creer que la tierra era nuestra / cuando la verdad de las cosas / es que nosotros somos de la tierra".

En la conciencia de que el agua, el aire y la tierra, son uno solo y finitos, plantea que: todos somos paisaje.

Sin embargo, es estremecido por la crueldad de las devastadoras guerras actuales, en que se violan todos los derechos y se destruyen ciudades y naciones con misiles a traición, disparados desde una oficina a miles de kilómetros, sin ver nunca a esos supuestos enemigos.

Desde las profundidades de ese dolor tan humano como universal, Parra ha tomado ideas generatrices que lo llevan a forjar una expresividad personalísima y rotunda, para denunciar:

GUERRA DE IRAK

Estoy con la boca abierta:

Dudo que pueda volver a cerrarla.

Esta no es una ironía. En ocasiones el antipoeta deja el sarcasmo de lado para manifestarnos una realidad que nos supera con el más feroz sin sentido. Es el desgarro injustificable de las bombas cayendo sistemáticamente sobre bellísimas ciudades y templos milenarios del medio oriente. Su grito es una metáfora que alcanza a Siria y Palestina, regiones donde nació la caligrafía, el número “cero”, el papel, la música, la danza y la palabra creativa.

Parra trasciende con esta suma exponencial de su pensamiento, que proyecta la vigencia de su legado, en la condena del horror, de la tortura y de los cadáveres de mujeres y niños desmembrados en nuestros paisajes.

Theodoro Elssaca

Otoño 2019

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