“Flow…and resist” de Peter Manschot

Por José Mª Cotarelo Asturias (Especial desde Granada, España)
domingo, 12 de diciembre de 2021 · 00:20

Por José Mª Cotarelo Asturias

(Poeta, dramaturgo, especial para El Diario de Carlos Paz)

 

El pasado día 10 de diciembre en la Corrala de Santiago de Granada se presentó el libro y la exposición de fotografías titulada “Flow…and resist” de Peter Manschot, holandés de Utrecht , Licenciado en Derecho Internacional por la Universidad de su ciudad  y Máster en Estudios Europeos por la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde 1977 es autodidacta en la fotografía.

Peter Manschot

Fue una tarde noche de luz y de color, un encuentro con la poesía hecha imagen; ya que presentamos esencialmente a un poeta de la imagen; un cazador de metáforas de luz que apresa con su objetivo, plasmándolas en las páginas de un libro, como cualquier poeta al uso.

El autor autografiando su obra
 

Peter Manschot, ha realizado un sinfín de exposiciones a lo largo de estos años y publicado y colaborado en los siguientes libros: Paisajes inspiradores de Málaga; Paisajes de Granada; Andalucía; Paisajes amenazados de Málaga; Sensaciones Serranía de Ronda, Andalucía; Paisajes de Empoderamiento, entre otros, además de realizar varios calendarios de autor.

Cada reproducción de Peter, cada fragmento de paisaje es una explosión infinita de versos multicolores, sobre los que posar nuestros ojos para adentrarse en el alma misma de cada obra. Uno puede sentir, presentir, viajar a cada rincón donde estuvo Manschot y en una suerte de mágico encuentro, habitar las onduladas colinas, sumergir los pies en las detenidas olas, o volar por increíbles espacios.

En la Corrala de Santiago de Granada se presentó el libro y la exposición de fotografías titulada “Flow…and resist” de Peter Manschot, holandés de Utrecht.

 

Detrás del trabajo artístico de Peter, hay también una filosofía de vida, un principio existencial, un mucho de pasión y de aventura. Nuestro autor coge su mochila, su chaleco, el saco de dormir, un poco de comida, la tienda de campaña, su trípode, su Praktica o Minolta y se va a la búsqueda del paisaje, de la luz y de las sombras. Y el paisaje, las luces y las sombras parecen querer ser parte de Peter en una fusión de reciprocidad y  espiritualidad.

La montaña, el río, la cascada, han sido su hogar por muchos días, de tal suerte que el artista se inunda de paisaje, de rocío, del leve murmullo que compone el viento. Por techo, el alto cielo, el sol, la luna, las estrellas infinitas. Para nuestro autor la fotografía va más allá de su valor estético para convertirse en algo recreativo y de sensibilización por la conservación del entorno. Lugares donde encontrar la paz, la serenidad, la inspiración, el encuentro con uno mismo y reforzar así proyectos personales y sociales. Desarrollo personal y social que la misma naturaleza nos facilita. El libro es un viaje hasta su centro mismo; un fluir, un dejarse llevar hacia la liberación. Uno quiere pertenecer a esos lugares donde encontrar el protagonismo, el centro de nuestro existir.

La máquina de fotos de Peter es una paleta de colores. Sus cuadros- fotografías están hechos del barro primigenio con que el alfarero da vida y forma y constituye una marcha a modo de hipérbole fantástica desde el vértice donde son contemplados, hasta el lugar mismo objeto de la instantánea. A veces, al contemplar una de estas fotografías, uno parece percibir el mensaje de la obra contemplada. Es una especie de interiorización, de viaje a los pasadizos del interior.

La mirada del autor, la distancia, el enfoque, la luz, la exposición y el trabajo posterior persiguen adentrarnos no solo en la imagen reproducida, sino en su autenticidad, su modo de ser, sus personalidades, como si cada obra fuese una y distinta y a la vez parte de un todo. Y de ese todo se van configurando las distintas obras expuestas y las que figuran en este maravilloso libro, editado con mimo, cuidado y la exquisita exigencia de Peter.

Un fotógrafo artista, como el caso que nos ocupa, justifica por sí mismo que este arte sea elevado a la categoría que le corresponde; no es solo una legitimación estética, sino de justicia. La banalización del arte, en este caso de la fotografía (no de las de Peter) devalúa su aura de belleza. Pero para nuestro amigo, su quehacer, es un todo que nos muestra la grandeza de este arte, su plasticidad, su lirismo. Aun así, Manschot, lo lleva más allá; a la concienciación de la sostenibilidad; y configura un mapa inusitado de belleza paisajista que reclama nuestra atención, para no pasar desapercibida.

El trabajo de pulido ulterior no hace sino acrecentar la belleza base, ese barro que antes decíamos y que le hace cobrar nuevas e inesperadas formas, relieves, fracciones que pudieran pasarnos desapercibidas y que gracias a la técnica, se hacen visibles, reinventando cosas que pudieran parecernos fragmentos de un imposible, dotado de misteriosa vida.

Las composiciones en blanco y negro nos retornan al principio; son contrastes bruscos a veces, suaves, las más, y están cargados de energía; una energía subyacente que marca la pauta de lo que es capaz de escapar a la oscuridad; negro sobre blanco, como en un poema. Y de eso, de poesía hablan estas obras, de una visión poderosa que en la oscuridad del cuarto de revelado se manifiesta, irrumpiendo como un descubrimiento ante el propio artista, como si el sortilegio se hiciese presente, como si la técnica dejara paso a la trasfiguración del paisaje y lo convirtiese en elementos de exquisita belleza. El docto y peculiar tratamiento que hace de las imágenes se vuelve impulso, expresión de luz y color, de una parte de ese mundo que se escapa al ojo humano. Peter parece decirnos: “ahí lo tenéis, mirad con los ojos del corazón, no os neguéis esa parte de verdad que os corresponde, que está ahí, delante de vosotros”.

Estas obras nos abducen hacia su interior, hacia sus cielos, sus sendas, sus bosques o esa especie de insólita gravedad que va más allá de los límites de lo convencional y de cierta ortodoxia. Ahí está la capacidad del artista para subrayar, centrar, resaltar la belleza del paisaje, del entorno o la figura, lo que André Breton vino a definir como “extrañamiento de la sensación”.

La escuela de Manschot trata de ir más lejos del espíritu de lo fotografiado; indaga en las propias huellas de la esencia, para redescubrir la solidificada belleza, el valor de la imagen, que pasa a ser convivida, germen de cultura y de experiencia vital. Una imagen en la que otras realidades son posibles; la del artista, que toma cuerpo y se erige y toma conciencia de su entorno.

Algunos edificios de Granada, como el Hospital Virgen de las Nieves tienen en su entrada obras de Peter.

La exposición presentada consta de una secuencia gráfica sobre “Fluir y resistir” con imágenes de exquisita belleza, témpanos de hielo, túneles de nieve, formas kársticas, dehesas bajo la nieve, almendros en flor, costas volcánicas, etc. El libro que las acompaña consta de 176 páginas y 101 fotografías que van comentadas tanto desde el punto de vista de la composición, como del de la técnica y su procesamiento y se incluyen poemas de Jorge Riechmann, en uno de los cuales nos dirá: “Ah, borrarse/ para dejar hablar al silencios/ de los árboles”. Hasta el 22 de diciembre podemos disfrutar de esta maravillosa exposición, para la que incluso el autor se ofrece a ejercer de guía; todo un lujo.

Peter, en el epílogo del libro nos invita a resistir y nos dice: “Una resistencia que al igual que nuestros valiosos antepasados, sirva para liberar el presente y futuro de las garras de aquellos que lo tienen secuestrado y están a punto de acabar con él. Un resistir, al que quisiera aportar mi granito de arena para hacer posible el fluir, el florecer y la prolongación del futuro para mantener los horizontes de la Humanidad abiertos”

Así pues, compartamos con él, la aventura aquí retratada, y dejemos “fluir” nuestras sensaciones y adentrarnos en esta muestra única, pegada a la tierra misma, al saber, al arte, al magisterio del gran autor que es Peter Manschot.

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