El arte de novelar en Marta Rojas

miércoles, 3 de marzo de 2021 · 19:29

Autor: Emmanuel Tornés (para Granma) | [email protected]

 

Marta Rojas no necesita mayor presentación. Se le conoce bien en Cuba y en el extranjero por habernos entregado reportajes y testimonios ya clásicos, junto a otras formas de comunicación, en torno a personalidades y acontecimientos trascendentales de la realidad nacional e internacional. Sin embargo, tengo la impresión de que no ocurre lo mismo con otro de los fecundos senderos en los que se bifurca el rico quehacer escriturario de la autora. Me refiero a su feliz incursión en la novela, género situado en las antípodas del periodismo.

 


En efecto, a pesar de que las novelas de Rojas duran apenas horas en las librerías, poco se sabe en nuestro país de los aportes esenciales de textos como El columpio de Rey Spencer (1993), Santa lujuria (1998), El harén de Oviedo (2003), Inglesa por un año (2006), El equipaje amarillo (2009) y Las campanas de Juana la Loca (2014), títulos cuyo alcance permiten ubicar a la autora entre los nombres cimeros de la novelística cubana y caribeña actual.


Se destacan en estas obras su vitalismo, la sensualidad y el intenso espíritu juvenil y de transgresividad presentes en esas amenas, y a veces alucinantes, historias; narraciones de prosa lozana, plenas de cubanía y de guiños sorpresivos a la actualidad, signos quizás aclaratorios del porqué los lectores quedan seducidos ante ellas. Los receptores, empero, vislumbran algo más.


En parte descubren la presencia fundamental de lo histórico; no del Archivo tradicional, sino de aquellos ángulos huidizos, menos vistos, inmersos en zonas de vacíos o simplemente escamoteados. Historia, en fin, sujeta a la ficción narrativa, pues esta, cumpliendo su señorío, la voltea, enriquece o depura hasta hacerla revelar aquellas facetas no descritas o de exiguos registros, como ocurre en El harén de Oviedo, microhistoria maravillosa sobre un opulento español del siglo XIX, una especie de sultán en la Isla, la cual se va transfigurando, paso a paso, hasta devenir el relato de su hija Enriqueta, culta, hermosa y sensual morena, cuyo conflicto deriva a su vez en un reclamo de justicia, de los derechos de la mujer, de los negros y los desposeídos, y junto a ello, como imágenes poderosas, desfilan también los sucesos de La Escalera, la tragedia de Plácido y la vida del excelente violinista José White. Al final, los lectores salimos más enriquecidos de lo que parecía brindar una anécdota insólita o un juicio común de aparentes reclamos económicos. Al mismo tiempo, comprendemos que lo narrado resultó convincente gracias a la sutil complejidad de la novela.


Aún más fabulosa se nos presenta Las campanas de Juana la Loca (Argentina, 2014; Cuba, 2016), título que avisa sobre el protagonismo de unas campanas con nexos históricos entre la corona española y Cuba a comienzos del siglo XVI, relaciones conectadas así mismo con el entusiasmo independentista en la Isla a finales del siglo XIX. De nuevo, los signos del arte de novelar de Marta Rojas como la historia, la defensa de los valores y derechos de la mujer, lo erótico, las pasiones, la literatura, la justicia social y la realidad en conflicto de Cuba, España, Argentina y otras naciones, se entrelazan en esta ficción a hechos no menos memorables: los sucesos de la mina de El Cobre, en Santiago de Cuba –primer yacimiento de ese metal en ser explotado en el continente–, la turbulenta vida de la reina Juana la Loca tras la muerte de su consorte Felipe el Hermoso, y en el tiempo presente de la ficción, las vivencias de un lector de tabaquería y su enlace con la guerra de independencia de 1895. Trama resuelta por la novelista con una técnica de finísima urdimbre en la que, además, concurren los procedimientos más actuales del arte de narrar en Cuba y América Latina.

 

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