Oler la tempestad, novela negra de ciencia ficción en la Argentina del 2025.

“Oler la tempestad" del chaqueño Francisco Tete Romero, es una novela negra ambientada en un contexto distópico que guarda más de una similitud con el actual.

“Oler la tempestad, de Francisco Romero, (Contexto 2020), es una novela negra ambientada en un contexto distópico que guarda más de una similitud con el actual. La peste, en este libro, está encarnada por el lenguaje. No cualquier lenguaje. El lenguaje capaz de convertirse en un arma de resistencia de la subjetividad ante el arrasamiento de un pensamiento único, cristalizado. Escribe Romero: un hombre o una mujer fuera de sí –¿o debería decir dentro de sí, adentro de su propio abismo? - es capaz de atravesar la pátina gruesa del lenguaje blanco y balbucear tartamudear a tientas en la oscuridad de su desierto hasta hallar las palabras silenciadas o escondidas, las que le hacen falta para decir lo suyo para intentar contar lo que le pasa. Y ese es el lenguaje que en esta historia representa todo lo que debe combatirse. Por su potencial revolucionario, por su capacidad de desafiar lo dado y de plantear escenarios distintos al hegemónico: realidades que aún no existen, pero podrían.”

 

En este párrafo del muy buen prólogo de Claudia Masin se abre un horizonte de sentido inquietante entre el futuro ficcional y ciertas tensiones que están operando en nuestro presente histórico. ¿Cómo y cuándo escribiste Oler la tempestad?

 

La escribí en cinco meses, entre febrero y julio de 2017. Ese fue su contexto, bajo el clima de época de una cultura política de derecha, tanto mundial como especialmente argentino y sudamericano, en el que todo aquel/lla que no pensara desde el imaginario neoliberal era culpable hasta que no demostrara su arrepentimiento. Todos los días perdíamos nuevos derechos y nuestra capacidad de asombro se desbordaba. Nos decían a toda hora que habíamos vivido una ilusión, que lo real era el tiempo presente, la política de la meritocracia, el individualismo y el emprendedurimos asocial. Recuerdo por ejemplo que en el Foro de Davos de 2016 su presidente dijo: “Ya no se trata de cambiar lo que hacemos sino lo que somos”. Se refería a la integración humana con la inteligencia artificial, lo que varios filósofos llaman ya una mutación antropológica. En mi libro de ensayo Culturicidio 2. Cultura, educación y poder en la Argentina 2004-2019 llamé a esa realidad que padecimos “República Matrix”.

 

Recuerdo haber leído ese libro y la asociación con la ya célebre película de Ciencia Ficción me pareció muy sagas y provocadora. Un título de una distopía en la que la inteligencia artífical domina a los hombres, ¿no?

 

Esa película es premonitoria, porque lo que hace la mejor ciencia ficción (pienso en Blade Runner, que es de 1982 y parte de una novela del gran Philip Dick que la publicó en 1968, un año antes de que el hombre llegara a la Luna!), es tomar datos de su presente que están como latentes, incipientes, y proyectarlos en un futuro distópico. Ese universo en el que las subjetividades y el sentido común son construidos de modo artificial guardan una relación muy significativa con la dimensión cultural del proyecto neoliberal, al que Jorge Alemán y Nora Merlín lo definen como una fábrica, precisamente, de subjetividades colonizadas. Hoy los algoritmos creados por inteligencia artificial rigen la lógica de nuestras vidas virtuales, de nuestras vidas en las redes y la big data de nuestros datos personales es el petróleo del siglo XXI. Por eso es posible decir que esa ciencia ficción de la que hablamos, es  hoy en buena medida costumbrismo, porque ese futuro, como dice un tema del Indio Solari ya llegó.

 

A propósito del Indio, el título de tu novela tiene que ver con uno de sus temas, verdad?

 

Así es, con Perfume de la Tempestad, un notable disco de 2010. Te podría decir que la novela nace de lo que me produjo escuchar uno de sus temas, “Una rata muerta entre los geranios”. El capítulo en el que el personaje central, un hacker paraguayo con identidad argentina falsa, Fernando, conoce a una piba que está cantando en un bar ese tema del Indio, a la que bautizará como la Ronca, es para mí el germen narrativo del que parte las historias que trato de narrar en la novela. La conoce un rato antes de que el cielo argentino sea ensuciado por el patrullaje de drones. Todo ese disco me partió la cabeza. Quien no lo escuchó vale la pena que lo haga.

 

“Oler la tempestad es  un libro intenso, crudo,  apasionado y apasionante. Sus personajes son seres dañados de una u otra forma: sean hackers, mercenarios, funcionarios que sostienen el sistema, se trata de hombres y mujeres que buscan -desesperadamente- volver a entramar una historia deshilachada, alienados en medio de una sociedad alienada en la que la información pública se había emancipado de la noción de verdad...” Releo este otro párrafo del prólogo de Claudia Masin y reparo en esa galería de personajes que tienen como seña de identidad estar rotos o a punto de romperse. Mencionaste a Fernando, un hacker paraguayo-argentino, a la Ronca, pero también está el doctor Zeballos, que es un hombre poderoso y también Seba, el personaje de tus novelas Eclipse de mujer y La próxima lluvia.

 

Es cierto. La novela transcurre en el 2025 pero todo el tiempo se remite a una tragedia que sucedió en 10 ciudades del país el 16 de septiembre de 2022, la larga noche del gran apagón, porque luego del mismo desapareció mucha gente, los datos oficiales dicen 10 mil, pero extraoficialmente se maneja el doble y hasta el triple. Lo que sucedió esa larga noche, bajo los efectos de la oscuridad total y de lo que se había ido inoculando en esa sociedad es espantoso, lo que la gente fue capaz de hacer en esas horas contra sus semejantes. Todo cambió a partir de ese acontecimiento. Fernando, el hacker paraguayo, criado en la triple frontera, víctima de la trata de personas, es un antihéroe, y se define como cobarde y traidor. Nati o la Ronca es la más noble de todos los personajes -su padre está prófugo- y trabaja para la contrared, organización clandestina de hackers que buscar saber qué pasó hace tres años y cómo evitar el reinado del lenguaje blanco, dominado solo por 8 o 10 frases de uso intercambiables para expresar el sentido común. Hay una Compañía que controla el orden social y el mapa lingüístico de la ciudad de Buenos Aires. El doctor Zeballos trabaja para la Compañía, es uno de sus líderes, se define como científico-narrador pero en su historia hay un secreto cuya revelación lo partirá al medio. Seba aparece al final, tiene más de 60 años y es un clandestino. Aparece para cumplir una promesa. 

 

“La tempestad transcurre en un futuro no tan lejano: 2025. Lograda y bella, esta novela constituye un experimento de escritura que pone en juego y enfatiza una gramática poética sensible y pulsional...Resuenan los sucesos del pasado argentino reciente: la última Dictatura cívico militar, Malvinas y el neoliberalismo como un experimento científico psicopolítico cuyo objetivo es la producción de subjetividad. Este experimento que produce "normalidad" se expresa en un lenguaje cultivado en el laboratorio, que ordena el caos de la política y erradica las almas, sustituidas por cerebros. Entre los perdedores quedarán dos tribus”. Releo ahora el texto de contratapa de Nora Merlín. Hay otro experimento, el de tu escritura en la que se entrecruzan voces y relatos. La acción presente transcurre en la ciudad de Buenos Aires, pero se narran historias que sucedieron en Ciudad del Este, la triple frontera, en Curitiba y siempre está el Chaco en la memoria de ciertos personajes.

 

El Chaco es mi lugar en el mundo, es la tierra a la que siempre se vuelve

 

¿Cómo las Islas Malvinas, otro lugar que recorre toda tu narrativa?

 

Así es. Dos marcas culturales y existenciales.  En mi caso generacional. Nací en 1963, mi generación estuvo allí. Yo no, pero siento que buena parte de mi historia se tramó allí, en 1982. Mi personaje Seba es hijo de esas cicatrices.

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