Glauce Baldovin

“Yo escribo con la sangre porque lo hago para sentir”

Por Pedro Jorge Solans

(Entrevista realizada entre 1989-1990)

 

Entre 1989 y 1990, entrevisté a varios poetas cordobeses con la finalidad de proyectar un libro que tiene como título “Piedras de la Cañada” y que aún sigue inédito.

Para esa caprichosa antología visité durante esos años en reiteradas oportunidades a Glauce Baldovin, una de las voces más importante de la poética cordobesas del siglo XX. La grabé en una cassette TDK recitando algunos de sus poemas y fotografié su rostro de ojos azules que parecía una escultura en carne viva.

Una tarde de junio, mate y cigarrillos de por medio dijo; “yo escribo con la sangre porque lo hago para comunicarme, sin saber nada de literatura, escribo para sentir solamente, y por amor a la gente.”

Había nacido en Río Cuarto, provincia de Córdoba, en 1928 y falleció el 23 de Agosto de 1995 en la ciudad de Córdoba. Autora de varios libros de poemas entre ellos, “Poemas” (1987) Alción editora y “Libro de la soledad” (1989) Alción editora, "De los poetas" (1991), "Libro del amor" (1993) y "Con los gatos el silencio" (1994). 

Ediciones Argos publicó a meses de su muerte este libro en 1995.

 

Entre 1952 y 1961 integró el Consejo de Redacción de la revista de arte y literatura “Mediterránea” en Córdoba. Ha sido codirectora de la revista “Vertical” de Río Cuarto y fue Secretaria de Redacción de “Hoy en la Cultura” en Buenos Aires. En 1972 recibió la Primera Mención del Premio Casa de las Américas, en La Habana, (Cuba) por su libro “La Militancia.”

Poemas suyos integran varias antologías de Argentina.

 

¿Qué recordás de la revista Mediterránea?

La dirigía mi hermano Alcides. Nos reuníamos en Soppelsa cuando era bar. Éramos pocos, los hermanos Di Mauro, dos exiliados guatemaltecos de apellido Anamur y Amador, Pipo Sarría, Romilio Ribero, quién publica sus primeros poemas en la revista, Ramón Cordeiro, Zárate que luegoemigró a Estados Unidos, y los hermanos chilenos Carlos y Pablo Rokha. Casi todos ellos se suicidaron.

Tuvimos un gran consejero de quien aprendimos bastante, el fray Mario Petit de Murat, amigo de mi padre. Sabía mucho de arte y a pesar de ser dominico, de la aristocracia de la Iglesia, nunca tuvo reparos en colaborar con nosotros, sabiendo que éramos comunistas rabiosos.

 

¿En casi toda la historia de la literatura cordobesa hubo grupos con sus respectivas revistas que se contraponían?

Sí; pero “Mediterránea” no se contraponía a nadie. En todo caso, los otros se enfrentaban con nosotros porque como te dije antes, éramos los comunistas rabiosos. Principalmente, la puja era con el grupo de la revista “Laurel” que eran católicos. Pero, ahora, desde esta perspectiva hasta parece absurdo, estamos transitando los últimos años del siglo, (1990). También en esa época, Zárate y Marano publicaron una hoja de poesía llamada “Pájaro Verde”.

 

¿Qué opinión te merece la poesía cordobesa de los años 80?

Debo confesarte que conozco poco de la poesía que se escribió en los últimos años, post dictadura, porque yo he sufrido un gran quebranto en 1976, y después otro en 1977, y eso me aisló del todo, aunque seguí escribiendo y leyendo, pero desde y para una problemática personal. Después llegó la época del alcohol y la internación, y mi conexión con la gente nueva es a través del grupo “Raíz y Palabra”, que fue muy solidario conmigo; especialmente algunos de sus integrantes, a los que considero mis hijos en el sentido afectivo no poético. Son muchachos y chicas de la edad de mis hijos. Lamento que ese grupo se haya dispersado. Sus integrantes son muy buenos poetas: Hernán Jaeggi, Néstor Mérigo, Eugenia Cabral, Susana Arévalo, César Vargas, Piro Garro Aguilar, que es un gran lírico, pero de todos ellos, el gran poeta es César Vargas. Ah!, y no puedo olvidarme del negro Hugo Rivella. Pero estos años los pasé en bruma y no tengo una visión general de la poesía del fin de siglo (XX) en Córdoba.

 

¿Y qué visión tenés de tu poesía?

Risas ¿Qué visión tengo de mi poesía..? Yo sé muy poco de literatura. Lo único que puedo decir que yo la vivo a mi poesía. La vivo, como vivo todo. Mirá yo pienso, -como dicen que lo mío no es poesía sino prosa poética-, y como yo no sé nada de eso, ni me importa, que la poesía es lo que te hace vibrar, emocionar, qué sé yo. No me importa mucho si escribo en verso o en prosa, lo hago para la gente, para comunicarme, por amor. Sí es cierto, a veces necesito escribir más largo y otras veces lo hago más corto, más estricto, economizando palabras. Pero siempre gozando como si me tirara en un campo de alfalfa, y no te digo al mar porque soy bien mediterránea.

 

¿Y tu militancia?

Mi militancia es tan firme, tan firme como las tres marías. Mi militancia es compromiso con la vida.

 

¿Glauce, has elegido a Lucía Bertello para dibujar imágenes sensoriales muy fuertes?

Lucía Bertello no soy yo. Es dos, tres, cuatro personas que yo quiero mucho. Y sobre las imágenes sensoriales y campestres, puedo decirte que yo nunca he vivido en el campo; pero sí provengo de familia gringa, chacarera. Además, cuando me casé nos fuimos a vivir a Río Cuarto y como afiliados al Partido Comunista, mi marido y yo hicimos un trabajo en los campos de Anchorena. Allí conocimos a una anciana, chacarera, de quien tomé luego algunos recuerdos. Vivía sola, pero tampoco se llamaba Lucía.

Lucía Bertello se llamó una mujer a quien amé profundamente y fue la abuela de Luis Rinaudi. Ella me contaba su vida en el campo, era pobre y para mí fue un ser mágico. Y con el tiempo, fui dimensionando a Lucía Bertello. La he amado profundamente, también a su hijo menor, Luis Rinaudi, (padre), uno de los grandes periodistas que tuvo Córdoba.

 

¿Y la personificación de la soledad?

Sí, es la otra Glauce. La linda soledad, la que todo hombre y toda mujer necesita; es con quien me encuentro en los momentos oportunos, es con quien hablo desnudamente sin tapar nada. No es la soledad trágica, del abandono, de la desolación, no, para nada. Yo no me siento sola. Amo tanto a la gente, a mi barrio, a mi Córdoba, y aquí no hay misterios, recibo también mucho afecto. No me he sentido sola nunca, ni en los momentos más difíciles. Me sentí, sí, odiada, humillada, pisoteada por mí misma, porque el alcohol es un infierno, pero nunca sola, siempre recibí gestos solidarios.

 

¿Qué consejos le das a los poetas jóvenes?

Que vivan. Lo más importantes para poder escribir es vivir. Pero vivir, vivir todo, amar a la gente. Yo me salgo de la vaina para ir a trabajar a los centros vecinales y pelear por el agua, la luz, para meterme en las causas reivindicativas de la gente ¡Poetas, hay que vivir! Y esto va ligado a lo que yo siento de la poesía. A mí me gusta la poesía con sangre, que se sienta correr la sangre, sino no sirve, no llega, más allá que sea buena o mala. No emociona, no da gana de cocinar, de regar las plantas, de baldear la casa.

 

¿Qué otros poetas cordobeses nombrarías?

Me gustan Marcelo Masola, Julio Castellanos, Romilio Ribero, César Vargas, y respeto y admiro al tan odiado Enrique Revol.   

 

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