Se empieza a conocer la poética de la sevillana Jackie Rivero Míguez en Argentina

sábado, 18 de septiembre de 2021 · 15:37

La poética de la escritora Jackie Rivero Míguez se empieza a conocer en la Argentina. La sevillana que vive en Huelva es Licenciada universitaria en Filóloga y actualmente es profesora del Instituto de profesión.

Jackie Rivero Míguez se siente onubense porque afirma que siempre vivió en Huelva y aseveró que la poesía en particular es una magnífica forma de dibujarle un pentagrama a su caos interior.

Tiene publicados poemas y relatos en varias Antologías, y participó asiduamente en eventos literarios. Fue premiada tanto por su creación poética como por sus microrrelatos.

 

LA FIERA

 

Me dicen que en ti anida la perfección

y no lo entiendo.

Yo todo lo sé

aunque nada tuve que aprender

y nada me explicaron.

Sé que tengo que cuidar a mis hijos

y respetar a mis hermanos.

No conozco normas ni leyes,

 sólo la madre Naturaleza

me ampara y me dirige.

No sé lo que es la prisa.

Mi tiempo lo marcan las flores

que brotan en primavera

y el viento que se cuela entre las hojas.

No tengo más techo que la línea del horizonte

ni más patria que el suelo bajo mis patas

ni más reino que el del arco iris.

Me acaricia el rumor del agua.

No conozco la mentira.

No tengo ambición, sólo necesidades.

No sé lo que es el rencor

porque a nadie debo ni pido cuentas,

ni sé lo que es la envidia

porque nada tengo y nada quiero.

No necesito la paz

porque no sé lo que es la guerra.

Yo, a diferencia de los seres perfectos,

sólo mato para comer

y respeto lo que habita la Tierra y el cielo.

No conozco más jefes

que el Sol , las estaciones y las estrellas.

Y no entiendo nada

de lo que tú haces o crees que sabes.

Soy una fiera, un ignorante animal.

Pero seguro que en algún sitio

un Dios inútil

que, ebrio de poder, creyó crear un ser perfecto

se arrepiente

de no haber descansado al sexto día.

 

LA CONSTELACIÓN DE TAURO

 

Doy las gracias

por no haberme hecho perfecta

porque así tengo la ocasión de mejorar.

Por no haberme dado alas

porque así puedo soñar con volar.

Por hacerme ver el mundo    

 con eternos ojos

de recién nacido.

Por regalarme la esperanza.

No quiero certezas.

No queda sitio para la ilusión

en el Paraíso.

Prefiero seguir siendo la niña

que da puntadas a la aurora

entre el vértigo de lo presentido

y los jirones del desengaño.

La niña que tropieza y se pierde

en el camino de baldosas amarillas.

La niña que siempre espera

llegar a Aldebarán.

 

CENICIENTA NO MIRA EL RELOJ

 

Tengo una cajita azul

donde guardo todas mis cosas.

Los dientes de leche de mis hijos,

los besos que nunca me dieron,

 los versos que no supe escribir,

los cuentos que nunca me contaron.

Y la tengo forrada de terciopelo y espuma

para que nada se golpee ni escape,

y allí acostar mis sueños

con el color del aire de un día de Abril,

Los ojos de mi perro, las manos de los niños

 que nunca llegarán a hombres,

el pan con mantequilla al volver del cole cada tarde,

el cordel con el que intento  atrapar el sol cada mañana,

y amarrar las estrellas recién nacidas

 a los flecos de mi esperanza.

Y allí funambulo entre papel y quimeras

frente al espejo azul de mis anhelos.

 Es mi caja la moraleja de mis miedos.

Y guarda la pierna de un soldado de plomo,

 mi corazón de plastilina,

y un zapatito de Cenicienta

con un reloj de cristal, que nunca dará las doce.

 

LA VALIJA

 

Busco la paz en cada batalla diaria,

la paz sin matices

ni adjetivos.

La busco desde mi desasosiego.

La busco cuando envidio

a los que no buscan respuestas

porque nunca se preguntan nada.          

A los que no conocen

los tipos de interés.

 A mi perro, que no tiene enemigos

ni tiene que pagar recibos.                

La  busco cuando observo las gaviotas                                                                                                                                                                     

que buscan un trozo de bocadillo

 perdido en el patio de un colegio.

La busco cuando intento no quemar el claxon

con el que aparca en doble fila.

En tardes de leer a Henry James

o forrar mi alma con un aria de ópera.

Soy un corazón

en travesía.

Piel y hueso que sufren.

Una náufraga de la esperanza

en esos días que pienso que la paz

sólo viaja

en valija diplomática

 

EL PRODIGIO

 

Quizá la vida no sea más que una derrota,

un banquete que no llega a tentempie,

una aventura con fecha de caducidad

como la tapa de un yogur.

Quizá la vida sea niños que no juegan

en una plaza vacía,

un algo elíptico, un rito de pasaje,

apenas un tráfico clandestino

que atropella todo lo que te atreves a soñar.

No puedo conformarme.

Por eso la venero

como a esos locos que te regalan abrazos

cuando andas por la calle, sin conocerte

en un continuo desacato a la costumbre y la cordura de los tristes.

Quiero bailar en un pavimento de amapolas,

dibujarle un azogue de colores al espejo,

hacerle un guiño al ciego,

dormir con la ilusión del niño en una noche de Reyes.

Quizá nos morimos día a día

si no entendemos que la vida asoma por debajo del misterio.

Porque quizá vivir sea eso que sientes cada noche

cuando te preguntas si lo has intentado lo suficiente.

El  laberinto que esconde la sangre de los héroes.

Una redención. Abrazar un prodigio.

                                                               

TODO EN ORDEN

 

Recuerdo esos galanes de noche

donde se colocaba la ropa.

Chaqueta, pantalón bien doblado,

todo en su lugar.

Eficacia sin preguntas.

Y quisiera poseer algo así para mi vida.

 Tener clara la norma, la duda, la disculpa y el motivo.

Dominar la palabra perfecta.

Pero todo se me acumula, y siento que camino

entre un ruido de almas  bastardas

y realidades coloreadas con tinte inútil y barato.

La vida a veces es eso que oscila

entre la brutalidad y el preciosismo,

donde el agua de la piscina siempre está fría

y en los parques no puedes sentarte a leer libros de poemas

porque todos los bancos tienen el cartel de “recién pintado”

La vida es ese crimen discreto

que va cortándole días a tu agenda

con cuchillas de afeitar.

Pero esta tarde tú  no tienes prisa y has decidido redecorarla

y pillas un café y vas a montar ese mueblecito sueco tan mono,

con su manual de instrucciones y sus dibujitos.

Y descubres, oh pobre perseguidor de finales felices

que a la vida siempre, siempre, le falta un tornillo.

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