Se empieza a conocer la poética de la sevillana Jackie Rivero Míguez en Argentina
La poética de la escritora Jackie Rivero Míguez se empieza a conocer en la Argentina. La sevillana que vive en Huelva es Licenciada universitaria en Filóloga y actualmente es profesora del Instituto de profesión.
Jackie Rivero Míguez se siente onubense porque afirma que siempre vivió en Huelva y aseveró que la poesía en particular es una magnífica forma de dibujarle un pentagrama a su caos interior.
Tiene publicados poemas y relatos en varias Antologías, y participó asiduamente en eventos literarios. Fue premiada tanto por su creación poética como por sus microrrelatos.
LA FIERA
Me dicen que en ti anida la perfección
y no lo entiendo.
Yo todo lo sé
aunque nada tuve que aprender
y nada me explicaron.
Sé que tengo que cuidar a mis hijos
y respetar a mis hermanos.
No conozco normas ni leyes,
sólo la madre Naturaleza
me ampara y me dirige.
No sé lo que es la prisa.
Mi tiempo lo marcan las flores
que brotan en primavera
y el viento que se cuela entre las hojas.
No tengo más techo que la línea del horizonte
ni más patria que el suelo bajo mis patas
ni más reino que el del arco iris.
Me acaricia el rumor del agua.
No conozco la mentira.
No tengo ambición, sólo necesidades.
No sé lo que es el rencor
porque a nadie debo ni pido cuentas,
ni sé lo que es la envidia
porque nada tengo y nada quiero.
No necesito la paz
porque no sé lo que es la guerra.
Yo, a diferencia de los seres perfectos,
sólo mato para comer
y respeto lo que habita la Tierra y el cielo.
No conozco más jefes
que el Sol , las estaciones y las estrellas.
Y no entiendo nada
de lo que tú haces o crees que sabes.
Soy una fiera, un ignorante animal.
Pero seguro que en algún sitio
un Dios inútil
que, ebrio de poder, creyó crear un ser perfecto
se arrepiente
de no haber descansado al sexto día.
LA CONSTELACIÓN DE TAURO
Doy las gracias
por no haberme hecho perfecta
porque así tengo la ocasión de mejorar.
Por no haberme dado alas
porque así puedo soñar con volar.
Por hacerme ver el mundo
con eternos ojos
de recién nacido.
Por regalarme la esperanza.
No quiero certezas.
No queda sitio para la ilusión
en el Paraíso.
Prefiero seguir siendo la niña
que da puntadas a la aurora
entre el vértigo de lo presentido
y los jirones del desengaño.
La niña que tropieza y se pierde
en el camino de baldosas amarillas.
La niña que siempre espera
llegar a Aldebarán.
CENICIENTA NO MIRA EL RELOJ
Tengo una cajita azul
donde guardo todas mis cosas.
Los dientes de leche de mis hijos,
los besos que nunca me dieron,
los versos que no supe escribir,
los cuentos que nunca me contaron.
Y la tengo forrada de terciopelo y espuma
para que nada se golpee ni escape,
y allí acostar mis sueños
con el color del aire de un día de Abril,
Los ojos de mi perro, las manos de los niños
que nunca llegarán a hombres,
el pan con mantequilla al volver del cole cada tarde,
el cordel con el que intento atrapar el sol cada mañana,
y amarrar las estrellas recién nacidas
a los flecos de mi esperanza.
Y allí funambulo entre papel y quimeras
frente al espejo azul de mis anhelos.
Es mi caja la moraleja de mis miedos.
Y guarda la pierna de un soldado de plomo,
mi corazón de plastilina,
y un zapatito de Cenicienta
con un reloj de cristal, que nunca dará las doce.
LA VALIJA
Busco la paz en cada batalla diaria,
la paz sin matices
ni adjetivos.
La busco desde mi desasosiego.
La busco cuando envidio
a los que no buscan respuestas
porque nunca se preguntan nada.
A los que no conocen
los tipos de interés.
A mi perro, que no tiene enemigos
ni tiene que pagar recibos.
La busco cuando observo las gaviotas
que buscan un trozo de bocadillo
perdido en el patio de un colegio.
La busco cuando intento no quemar el claxon
con el que aparca en doble fila.
En tardes de leer a Henry James
o forrar mi alma con un aria de ópera.
Soy un corazón
en travesía.
Piel y hueso que sufren.
Una náufraga de la esperanza
en esos días que pienso que la paz
sólo viaja
en valija diplomática
EL PRODIGIO
Quizá la vida no sea más que una derrota,
un banquete que no llega a tentempie,
una aventura con fecha de caducidad
como la tapa de un yogur.
Quizá la vida sea niños que no juegan
en una plaza vacía,
un algo elíptico, un rito de pasaje,
apenas un tráfico clandestino
que atropella todo lo que te atreves a soñar.
No puedo conformarme.
Por eso la venero
como a esos locos que te regalan abrazos
cuando andas por la calle, sin conocerte
en un continuo desacato a la costumbre y la cordura de los tristes.
Quiero bailar en un pavimento de amapolas,
dibujarle un azogue de colores al espejo,
hacerle un guiño al ciego,
dormir con la ilusión del niño en una noche de Reyes.
Quizá nos morimos día a día
si no entendemos que la vida asoma por debajo del misterio.
Porque quizá vivir sea eso que sientes cada noche
cuando te preguntas si lo has intentado lo suficiente.
El laberinto que esconde la sangre de los héroes.
Una redención. Abrazar un prodigio.
TODO EN ORDEN
Recuerdo esos galanes de noche
donde se colocaba la ropa.
Chaqueta, pantalón bien doblado,
todo en su lugar.
Eficacia sin preguntas.
Y quisiera poseer algo así para mi vida.
Tener clara la norma, la duda, la disculpa y el motivo.
Dominar la palabra perfecta.
Pero todo se me acumula, y siento que camino
entre un ruido de almas bastardas
y realidades coloreadas con tinte inútil y barato.
La vida a veces es eso que oscila
entre la brutalidad y el preciosismo,
donde el agua de la piscina siempre está fría
y en los parques no puedes sentarte a leer libros de poemas
porque todos los bancos tienen el cartel de “recién pintado”
La vida es ese crimen discreto
que va cortándole días a tu agenda
con cuchillas de afeitar.
Pero esta tarde tú no tienes prisa y has decidido redecorarla
y pillas un café y vas a montar ese mueblecito sueco tan mono,
con su manual de instrucciones y sus dibujitos.
Y descubres, oh pobre perseguidor de finales felices
que a la vida siempre, siempre, le falta un tornillo.