Al vino le gustan los rincones
La performance de Miroslav Scheuba que se destacó en el Conversatorio Literario 2022 de Villa Carlos Paz.Por Miroslav Scheuba
(Poeta y performer. Nació en Iquique, Chile, en el 50, hijo de un checo audaz y una chilena hija de peruanos. En los años 70 emigró por motivos de fuerza mayor, y desde entonces, vive en Buenos Aires donde he publicado libros de microficción -algunos de orden culinario- y varios libros de Poesía)
Al vino le gustan los rincones
Arrorró mi vino, lámpara de amor, que tu sueño crezca, cantando en mi voz
De Canción de cuna para el vino de Gustavo “Cuchi” Leguizamón
GÉNESIS DEL VINO
Entre el humo y la neblina…a orillas del Éufrates, que es también el río del cielo y de las viñas, y no lejos del rumor de la ribera del Tigris, nació el vino. Este vino fue servido en cuernos adornados con piedras y metales. Así, comenzó la amistad del vino con los hombres y cerca de Ur, lo supieron los cansados guerreros de Akalamdur. Antes y después de las sangrientas batallas, lo bebieron y lo cantaron. Nasir Pasha, al llegar a Lagash, lo volvió a beber. El milagro de las uvas es anterior a cualquier otro milagro y el primer vino es tan antiguo como algunas estrellas.
Dice Tucídides, militar e historiador griego, 460 años AC dijo: “Las gentes del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar el olivo y la vid.”
Se cuenta que fue Noe el primer peluquero de las vides, aunque no sería osado pensar que haya sido su mujer, la única que en la casa trabajaba sin horario y sin aportes -cuyo nombre no está en la Biblia sino en el Talmud- y que se llamaba Naama. Ella, de pura casualidad descubrió a este niño recién nacido. Fue Naama y no otra la que guardó las uvas del verano para EL ARCA, fruta que quedó olvidada en unos cueros y que lloró hasta que se durmió y después de un largo invierno, despertó en vino.
Milenios después, en la verde Mesopotamia (hoy Irak) Una poeta que soñaba ser sacerdotisa y que se llamaba Enheduana, improvisó un altar y ofrendó pan, aceitunas y vino. Enheduana cantaba para los dioses de los sentidos y los deseos. Y las uvas del huerto tuvieron sentido y también las aceitunas, los dátiles y las granadas.
Los navíos que venían de Creta traían el vino que ya venía escribiendo su historia en las bodegas. Las noches estaban llenas de aves del mar y las mañanas, pobladas de dioses y esperanzas. Unos pájaros negros fueron los primeros que bebieron de las uvas. Después de los pájaros vinieron los reyes. Asurnasirpal, rey de Asiria, tuvo al vino escondido en su palacio. Antes, lo tuvo Sargón el Grande. El día que Sargón probó el vino, nunca más pudo librarse de él. Nabucodonosor, que tenía una sed de vastas dimensiones, lo transportó en sus carruajes y el vino hizo su camino.
Cada viajero le debe algo al vino y todos los vinos le deben algo a los jardines de Babilonia, así como todos los jardines le deben algo al Paraíso. Cuando que estemos frente a una copa de vino, tomémosla con sed de Babilonias que jamás se han ido y de Paraísos que nunca hemos perdido.
“El vino tiene la edad de los dioses” -me dijo una vez la poeta Ester de Izaguirre y agregó: “Con Dionisos, dios del vino, llega el espectáculo a Grecia. ¿De dónde venía Dionisos? Venía de Tracia, hoy Turquía. Las fiestas Dionisíacas comenzaban con la persecución y caza de un animal, que luego era sacrificado. La embriaguez formaba parte de los ritos que ocuparon estos escenarios donde la parodia la realizaba un único actor monologante. Cuando el público se aburrió del único tipo, se convocó a un segundo actor y se dio un paso trascendental en la historia de la humanidad del monólogo se había pasado al diálogo, había nacido el TEATRO
Hace miles de años y desde las profundidades del vino emergió una rosa que nunca antes se había visto. Aparentemente era una rosa, ya que nadie podía afirmar lo contrario. Sin embargo, era la cara de un terrible monstruo enamorado. De esa trasmutación había quedado una sola prueba: sus espinas.
Nacen en Grecia y en diferentes siglos, los padres de la medicina, Hipócrates y Galeno. Éste último, entre otros descubrimientos dejó un tratado: De los preparados y poderes de los remedios simples: las hierbas. Tanto Galeno como Hipócrates veían al vino como un remedio balsámico, aunque Hipócrates le pone al vino ciertos reparos y dice: “El vino y la miel son cosas maravillosamente apropiadas para el hombre si en salud como en enfermedad, se los administra en justa medida y oportunamente según la constitución individual.”
De la Grecia antigua, pasemos a Persia, donde Omar Khayyán, arrodillado en una delicada alfombra, está rezando:
“¡Oh Señor misericordioso! cuida de mis manos
que acariciarán la copa; y de mis pies,
que me llevarán hasta la taberna.”
Omar Khayyám, el más sabio de los persas, supo de la vida en la roja metáfora del vino. También, supo de rosas, arcoíris, ruiseñores y de otros prodigios que están de paso por este mundo.
Hallazgos en el Refranero Ideológico Español
del académico Luis Martínez Kléiser
Con el pez, vino de Jerez;
con la morcilla, vino de Montilla
y antes de comer,
unas cañitas de manzanilla.
Vino, amigo, aceite y tocino,
son los mejores los más antiguos.
Tres cosas en el vino has de considerar:
espejo, olor y paladar.
El vino que salte, el queso que llore
y el pan que cante.
Dicen que del cielo vino
la semilla de la cepa,
y siendo el vino divino,
bebamos mientras nos quepa.
El vino tinto quiere estar apretado,
y el blanco, holgado.
Vino de un año, ni provecho ni daño;
vino de años dos, dele más vida Dios;
vino de años tres,
ese mi vino es, por haz y por envés.
Mare,encienda usté la lú,
que traigo una borrachera
que a Dios le digo de tú.
Nuestro querido Leopoldo Teuco Castilla -para este libro- me pasó esta cuarteta anónima:
“Cantad, bebed amigos, sin medida
con el aceite brilla la linterna
¿beberemos acaso en la otra vida?
¿tendremos en la otra vida una taberna?”
Joven poeta, tu lugar es la taberna y también, la biblioteca y los libros…Horas de lectura son horas de vuelo. Bueno es beber con entusiasmo, aunque es mejor, beber con prudencia.
Así como todos somos iguales ante la Ley, no todos somos iguales ante el alcohol.
Si es poeta tu amante, tu amiga, amigo, es también ruiseñor y movimiento. Entonces, deja que cante y que se mueva como se mueven los ojos y las estrellas.
Deja que se vaya y que vuele como vuelan los libros y los pájaros. Deja que crezca y que sienta como sienten los árboles, las raíces y las piedras.
Deja que tu vino respire, que vuelva como vuelven los viajeros, los jazmines, los recuerdos. Deja que tu vino haga un nido y escriba como escribe la arena una canción para que la cante el viento.
Al final, podrás dejar que tu escritura busque el corazón del pan, la sonrisa del agua y la brújula del vino.
VINO DE TANGO, de adoquín, de fango y bajo rango. Tinto madrugado y negro como un ruego junto al fuego. Vino servido en los estaños que se han ido con los años. ¡Cómo se bebía en Boedo y en Pompeya! Y de la botella bajaba por la garganta, que aún lo canta y se atraganta porque esa pena que te arrastra, te mata y te condena a seguir sufriendo y bebiendo. Y la luna se va muriendo en el vino de los mareados, los estafados y embargados. Vino en cartón, pobre y juguetón. Vino caro el del avaro. El amargo de la mala suerte, el dulce vino de la muerte que te mira de costado. Vino que la vida nos ha dado, es un Malbec que te llora, que te ruega, que te implora que vuelvas de ultramar, de Alemania, Holanda o Japón. Un bandoneón, Nonino y cabrón, te quiere ver lagrimear.
MARIDAJE
Señor Cabernet Sauvignon,
más que vino, un vinazo
para un lomo al champiñón,
osobucos y espinazos.
Son felices con un Malbec
los domingos, los asados,
las pizzas, los ravioles,
los lechones adobados.
Empanadas sanjuaninas
un Chardonnay aconsejan,
también las carbonadas
y los pollos con arvejas.
Sauvignon Blanc, una luz
con mariscos y pescados;
ilumina el paladar
más negro y refinado.
En fiestas y aniversarios
un buen brindis es importante;
que despierten las burbujas,
que haga ruido el espumante!
AL VINO LE GUSTAN LOS RINCONES
Al vino le gustan los rincones, la soledad fresca y oscura,
el duelo de los árboles, el sueño de los sótanos, las clepsidras
y los más viejos relojes que ya se han cansado del tiempo.
Al vino le gustan las espadas, las anotaciones en los mapas,
el silencio de la brújula, el canto de las olas y los barcos
de siglos pasados. La luna en el cielo y la misma luna en el mar.
Al vino le gustan los negros chales de vicuña y los almanaques;
cintas y medallas, el papel de seda, los pergaminos bien guardados
y los libros. Los viejos libros que apenas murmuran su desdicha.
Al vino le gustan los viajes, las islas escondidas, las leyendas,
los tesoros, los escritorios, los teatros. Vivir de ilusiones,
las frases célebres, las damas de la noche, el oro y el olvido.
Al vino le gustan las doncellas, los violoncelos, las sacristías,
los arcones, las astrólogas, los alquimistas, los fantasmas,
el cáliz, las máscaras, los poetas, los piratas y los políticos.
Al vino tinto le gustan las madrugadas, mentir en las tabernas,
ser juglar, trovador, señor en un palacio, un libertino en las alcobas
y un sabio mayordomo. Ser actor, doctor y un domador de viudas.
Al vino blanco le gustan las maderas, los sonidos de la penumbra
con telarañas que se mueven como tímpanos. Los frutos prohibidos,
los ruiseñores de la lluvia, el arco iris y el amor de los insectos.