En homenaje a Miguel Rollón

Cuando Migue canto a Buenos Aires

domingo, 28 de agosto de 2022 · 18:26

(Artículo republicado hoy en homenaje a Miguel Rollón, fallecido el viernes 26 de agosto de 2022)

 

Por Pedro J. Solans

Fotografías: M. Rollón.

 

A Buenos Aires, parecía que ya no le faltaba nada, hasta que un poeta español se enamoró tardíamente de ella y le escribió un libro como declaración de amor en un día de lluvia, nada más, ni nada menos. Todos saben lo que es un día de lluvia en la reina del Plata.

Pero el poeta Miguel Rollón Muñoz, “escribidor de nuestras cosas urbanas” descubrió que a Buenos Aires había que cantarle un día de lluvia, cuando las veredas con sus baldosas rotas o flojas te mojan el único pantalón limpio que llevas, cuando el tufo húmedo de miles de personas anónimas gana tu nariz en las bocas de los subtes, cuando las pizzas de las Cuartetas escapan por la avenida Corrientes detrás de un carlón vestido de pingüino y de la mano de un sifón de soda.

Miguel Rollón lleva en su voz el color de las calles; y se lo pueda distinguir como un poeta de tantos barrios porteños, de tantos barrios madrileños y de tantos rincones del mundo.

Desde ese jardín de bares que es Madrid respondió algunas inquietudes sobre el maravilloso gesto de publicar un poemario en plena pandemia, cuando la vida nos recuerda que el mundo se puede detener en cualquier momento, como lo hace un vetusto tren subterráneo en la Buenos Aires de Jorge Luis Borges, de Ernesto Sábato, de Julio Cortázar, del tango y de “los cabecitas negras.”

Leer a Rollon es una necesidad. Te lleva al asombro de lo cotidiano, y sus versos te recuerdan que todas las noches finalizan en amaneceres, y a veces, enamoran.  

Desde Madrid, el poeta responde ante mi primera pregunta.

“Mi primer contacto con Argentina no fueron ni (Jorge Luis) Borges ni (Julio) Cortázar, si no los exiliados de la dictadura de los militares en el año 1976. Ese mismo año llegué yo con 14 años a España desde Alemania. (El dictador Francisco) Franco había muerto en 1975. 

En el año 1978, con dieciséis años formé una banda musical y comencé a conocer argentinos músicos. Fue muy importante su aportación en el rock español. Grupos como Tequila (con Ariel Rot y Alejo Stivel), Moris, Roque Narvaja, Marcelo el guitarrista de Olé Olé y, en especial, el productor Jorge Álvarez.  Creo que la movida madrileña fue más una movida de argentinos en Madrid. Además, de los músicos y productores, casi en todas las salas de conciertos los programadores eran argentinos.

Después, regresé a Alemania y allí entablé una amistad íntima con un gran director de cine argentino (sólo recuerdo su nombre Sergio) y a través de él, se amplió mi grupo de amigos argentinos del exilio (participaba en tertulias, cine clubs y, sobre todo, reuniones políticas y actos en contra de la dictadura de (Jorge) Videla. De hecho, mi pequeño apartamento sirvió de morada durante algún tiempo para algunos argentinos.

Sin embargo, al regresar a España mis únicos contactos fueron la literatura y música argentina. Borges era un ídolo para mi hermano, así que yo por llevarle la contra me hice fans de Cortázar y Sábato.

Pero el destino es caprichoso y tras un viaje a la India, me dio por aprender a meditar y fui a la Librería Argentina en Madrid a preguntar por un libro para aprender a meditar y la dependienta –lo supe después- dijo a una mujer argentina que iba a presentar un libro

–Atiende a ese loco que yo no sé qué decirle.

Así que la mujer argentina, que se llamaba Cristina y se encontraba en Madrid de vacaciones, se acercó a mí y me invitó a su cenar a su casa. Así que allí fui y nos hicimos muy amigos. Desde ese momento se reestableció, otra vez, el puente y el cordón umbilical con argentina. Ya creció el número de amigos argentinos, que esta vez habían venido a Madrid tras el “corralito”.”

Las piedras de las sierras de Córdoba

Rollón no disimula en sus escritos el vínculo estrecho que tiene con Argentina. Lo confiesa con puño y letra, y cuando habla del país del asado, del mate, y del uso amistoso del “che” al hablar no se olvida de nada.

“Días de lluvia en Buenos Aires”, (Editorial Libros del Zorzal) recién lanzado al mercado da fe de la buena poesía escrita con amor y pasión.

Desde el verano madrileño, sigue su narración.

“Sin embargo, yo que era un viajero empedernido por el mundo no había visitado Argentina. Y una noche, mientras estaba mirando vuelos baratos para irme de vacaciones a cualquier lugar del mundo. Recibo una llamada de Cristina y le reclamo que una amiga común (periodista cuyo nombre ya no recuerdo) no me ha entregado las piedras de las sierras de Córdoba que ella le había dado para mí. Simplemente me contestó:

–Tendrás que ir tú a Córdoba a por las piedras.

Y, sin dudarlo, saqué un vuelo para Buenos Aires. Llegué un 30 de octubre y en Buenos Aires no paraba de llover, así que al cuarto día, tomé un autobús hacía Córdoba (ciudad que me encantó) y desde allí partí a las sierras. Estuve en pueblos como Candonga y terminé subiendo al Cerro Uritorco en Capilla del Monte. Allí amplié mis amigos argentinos los cuales aún mantengo en Buenos Aires. Regresé veloz porque me llegó un mail para ver a Sabina en el Luna Park. Después, me alojé en San Telmo y una chica puertorriqueña me enseñó la ciudad. Ni sé cómo ni porqué me vi rodeado de nuevos amigos que me trataban como a un porteño más. Y aunque solía ir mucho a casa de Cristina, la canalla de San Telmo me adoptó como hijo. Nunca me sentí extranjero y de hecho los turistas y locales me preguntaban por las calles dónde quedaba cualquier lugar, como si fuese de allá.

Lo más importante fue que el último día, ya sin fuerzas, porque Buenos Aires es un motor que te atrapa, me invitaron a un concierto de piano en la Manzana de las Luces. Allí conocí a Perla Gonilski, que a los pocos meses vino a Madrid a dar un concierto y se alojó en mi casa. Y lo más bonito, nos hicimos hermanos de sangre y así seguimos hasta la fecha, su casa es mi casa y mi apartamento es su apartamento.

Han pasado muchos años y es extraño que, al menos, una vez al mes no hablemos por teléfono. Desde entonces dejé de viajar a otros países –salvo a dar recitales- porque en Saavedra está mi familia del alma, es decir, Perla, su familia que ya es la mía y sus amistades.”

Como argentinos en Madrid

“Y, después, los amigos. A través, de Chus Visor, Almudena Grandes, Luis García Montero conocí a sus amigos que también se hicieron mis amigos íntimos. Y lo más curioso ambos bandos de amigos se fusionaron y ahora formamos una gran familia.

Y el número de amigos argentinos no para de crecer, bien sea allí o aquí. Siempre digo de broma que “la peste argentina” me persigue.

Es increíble como en Madrid surgen encuentros donde menos me lo espero con argentinos y surge la amistad. Un ejemplo, es cuando tú y yo nos conocimos. Sólo con saludarnos y tomar un vino ya éramos amigos desde siempre y me invitaste a Villa de Carlos Paz, invitación que está en mi corazón, sólo aplazada por la pandemia. Pues en mayo quería disfrutar una semana de sus habitantes. Pero sé que pronto estaré allí para compartir a la vera del río San Antonio, charlas, cervezas y vinos. Pasear por la Avenida Libertad hasta el Paseo de las Farolas. Eso sí, buscadme en los boliches y bares, pero nunca en el campo de Golf.

Y, también, allá me enamoré de una mujer que me enseñó la magia del tango y la milonga.

Son tantos los amigos que no puedo dar los nombres porque seguramente me olvidaría de citar alguno y no es mi estilo.”

Casi siempre que regreso, llueve

Sobre el título del poemario, El poeta de tantos barrios porteños y madrileños, señaló que se debe a varios motivos:

“Una amiga argentina me dijo en Madrid que mi próximo libro se debería titular Buenos Aires, porque nunca había conocido a un español tan enamorado y tan porteño como yo.

Así que el título es una declaración de amor a Argentina y mis amigos argentinos.

Puse la lluvia porque Buenos Aires me recibió con lluvia, me hizo conocer el amor una noche de lluvia en Recoleta, y casi siempre que regreso, llueve.

Y para qué negarlo, nunca he visto una lluvia más hermosa que la que cae en Buenos Aires. El resto de las razones prefiero que sea el lector quien las descubra.”

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