Periodismo poético

Las brujas de Asunción

por Pedro Jorge Solans
jueves, 8 de septiembre de 2022 · 00:00

Por Pedro Jorge Solans

(Dedicado a Sergio Alvez, María Eugenia Ayala, Jorge Canese y Joselo Schuap)

 

En las aguas del río que origina mar

navegan las brujas en camalotes,

van hacia el ombligo de los amaneceres

donde secaron la sopa de maíz, 

donde florecieron los batuques

donde hay frescor en la sombra violeta

de jacarandá.

Las brujas colorearon el calor desde la época

de los tupíes y de los matacos guaicurúes,  

andaban seduciendo sus almas sagradas

que venían viviéndose desde la selva.

El encuentro fue celebrado,

bebieron infusiones de pipí

como si hubiera sido necesario un rito.

 

En los batuques invisibles

a Nuestra Señora de Asunción

las brujas mezclaron lenguas,

se distinguieron de las hechiceras

y atacaron a la envidia

para que los hombres pudieran volar

generosamente

en estado de éxtasis

como vuelan ellas desde tiempos

anteriores al planeta;

mientras las otras, las hechiceras, las de vuelo bajo 

enseñaban a defenderse del mal

absorbiendo la buena fe

de los necesitados

de los sin nombres

y de los temerosos

de las pequeñas Nana y Oya cotidianas.

Los que pidieron ayuda a los descubierteros

para ingresar a las marañas de la angustia cotidiana

y de la guerra de martirios.

 

 

El descontento entre quienes se defendían de la envidia

y los que no querían ser envidiosos,

llamó a Oxalá

y el Máximo bajó con los orixás y sus saberes básicos,

se reconfortaron con la ofrenda recibida  

en el puesto de Petrona Aranda

en el Mercado Pettirossi, (Mercado 4)

donde les asentó bien el caldo de puchero.

Buscaron en la gran canasta,

las alucinógenas hierbas medicinales

y se asombraron del barro colorado

de las entrañas.

 Los entes sagrados de los guaraníes

se abrazaron a la estrella de los santos africanos,

y crecieron sus raíces en la fértil cristiana Asunción.

La joven madre de ciudades sabía;

-los pueblos que no tienen brujas desaparecen,

los traga el olvido-

Entonces crecieron

crecieron en los batuques

comiendo chipa, bebiendo terere rupa

cebado por los nativos, 

y saltaron el hambre

con un brinco

cargaban mbaipy, chicharrón,

mbejú, y vorí-vorí

y los dulces momentos de manduvire,

mientras adentro de su corazón

doña Ñandú tejía y tejía con sus canas

el vestido infinito de su hijo Sapuru,

y rezaba por los deseos de Ñanduti.

Hoy la gran comadre de las brujas de Asunción

sigue escapándose de las desgracias,

visitando de noche los barrios

jugando al veo veo en la Chacarita

con las guaranias de don José Asunción Flores,

comiendo a escondidas

en algún puesto del Pettirossi,

y luego, sale sigilosamente a navegar

arriba de los camalotales

por los ríos paraguayos

con remos de viento norte

y aliento a sapucay.

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