Carlos «Cheto» De Bianchetti
El hombre que jugó su Fe en Catamarca
Viajamos tranquilos, era sábado y estábamos camino a Catamarca. De tanto en tanto, conversábamos de las familias y de algunos tramos de nuestras vidas. Nos esperaba la imagen de Nuestra Señora del Valle.
Mirábamos el paisaje y la ruta como si estuviéramos en un viaje extraño, una mezcla de Fe con desafío, sin reproches para la vida que nos tocó, sólo los circunstanciales que uno hace siempre a los seres queridos.
Llegamos a San Fernando, nos alojamos en un hotel y nos fuimos a la catedral. Hablaste con ella, yo también recé, y después de un rato, salimos sin darle importancia. Parecíamos más turistas que hombres desesperados.
¿Vos ya sabías?
Por suerte no te habían enseñado a temerle a la muerte.
Almorzamos y a la tarde fuimos a la gruta, y como en toda tu vida, tuviste suerte. Enganchamos una misa con un cura que imponía las manos. Escuchamos la misa, esperamos al cura, y nos sometimos al rito. Y fui testigo cuando el cura posó tu mano en la cabeza, su rostro no era para festejar. No obstante, quisiste desafiar al destino.
Cenamos con un poeta, te cuidaste y nos fuimos a dormir.
De regreso, habías tomado la decisión de hacerle una jugarreta a la medicina y no supe qué decirte. Me llevaré esa duda a la tumba. ¿Y si te hubiera acompañado?
Hoy estoy yo, menos desahuciado que vos hace un año atrás, pero también viajaré entre los sueños, aquellos que te mantuvieron estoico.